Tras dirigir Guy and Madeline on a Park Bench, Whiplash, La ciudad de las estrellas (La La Land) y First Man, Damien Chazelle se estrena en el mundo de la televisión produciendo y dirigiendo los dos primeros episodios del drama musical The Eddy, cuyos ocho primeros episodios ya podéis ver en Netflix.
Cada uno de ellos se centra en un personaje: Elliot, Jullie, Amira, Jude, Maja, Sim, Katarina y, finalmente The Eddy, el club de jazz que el protagonista y su amigo Farid poseen y en que reúnen a una banda con la que tratan de despuntar en el parorama artístico de la noche parisina.
The Eddy es una serie hecha por y para amantes de la música al punto de que a menudo las interpretaciones musicales nos dan tanta o más información que las propias imágenes.
La calidad del apartado sonoro es sobresaliente, con el ganador de cinco premios Grammy, Glen Ballard (Pose) como el encargado de componer la música original de la serie junto al nominado al Oscar por la banda sonora de El color púrpura Randy Kerber. Atentos porque el tema principal de la serie, "The Eddy" ha sido además interpretado por St Vincent.
Tráiler de The Eddy, el drama musical de Netflix
Sin embargo, no podemos decir que el resultado final de The Eddy sea ni mucho menos óptimo. A pesar de estar catalogada como miniserie, sus larguísimos ocho episodios (algunos de los cuales rebasan la hora de duración) dan muchas vueltas. A menudo más de medio episodio se dedica a ver a los personajes moverse por distintos espacios.
Al montaje final le falta garra porque le sobra metraje y también definir mejor a los personajes principales, con los que cuesta mucho conectar emocionalmente.
Es el caso del protagonista, Elliot (André Holland), y el de su hija Julie (Amandla Stenberg), una joven estadounidense que lidia con problemas de adicción a la coca y cuya estabilidad familiar es inexistente desde la separación de sus padres.
Destaca muy por encima del resto del reparto la actriz y cantante polaca Joanna Kulig cuyas dotes interpretativas ya se exprimieron en películas muy reconocidas a nivel internacional como Ida y Cold War.
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Una de las características definitorias de la serie es que se desarrolla en la actualidad y quiere mostrar una Francia muy cosmopolita y abierta, aunque no por ello exenta de graves problemas que se van decantando a lo largo de la trama: desde los encontronazos con la mafia local, interesada en saldar deudas haciéndose con el club, hasta el trapicheo de droga.
Esto nos lleva a que la serie cree un retrato de la realidad algo sórdido y deprimente. The Eddy no es una serie vitalista que se preste a un visionado en forma de atracón. Pide más bien ir viéndola poco a poco y sobre todo, dejando que los paisajes musicales, en los que se mezclan todo tipo de ritmos y de sensibilidades, vayan calándote poco a poco.
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Jack Thorne es el artífice del guión, tras haber despuntado con otros trabajos como la laureada The Virtues o la adaptación La materia oscura. En esta ocasión, quizás habría necesitado hacer un ejercicio mayor de síntesis para engrasar los engranajes de la narración y permitir que discurriera de una forma más fluida, como lo hacen las canciones que componen la multicultural y nutrida banda sonora.
En este sentido, la serie es muy irregular, contando con determinados puntos álgidos en los que hay una comunión entre la trama y la música, pero que carecen de suficiente pegada como para azuzar a la audiencia a mantenerse enganchada a la ficción. El final es especialmente decepcionante y parece buscar una segunda temporada en la que terminar de cerrar ciertos conflictos. Veremos si convence a los usuarios de Netflix para que llegue a materializarse...