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Crítica de Fe de Etarras, la segunda película española de Netflix

Fe de etarras
Crítica de la comedia Fe de Etarras, la segunda película de producción original de Netflix en España dirigida por Borja Cobeaga y Diego San José y protagonizada por Javier Cámara, Gorka Otxoa, Miren Ibarguren y Julián López.

Desde el primer instante en que me enteré de que Netflix estaba produciendo una nueva película española bajo el título de Fe de etarras... temblé. Es inevitable, supongo, dado el peso de los acontecimientos del pasado que enlazan la organización con la historia de España. Cuando descubrí que, además, se desarrollaría en clave de humor y estaría dirigida por Diego San José Borja Cobeaga, guionistas de Ocho apellidos vascos, terminaron de rematarlo. Las primeras polémicas ya surgieron con la publicidad de la cinta de Netflix, directa y agresiva, prometiendo no dejar indiferente a nadie. Como ya decía, la historia es una losa demasiado pesada con la que lidiar en este caso y convertirla en una sátira... se prometía una tarea harto complicada.

Sea como fuere, Borja Cobeaga y Diego San José reunieron un elenco destinado a divertir a los espectadores de Netflix: Javier Cámara, Gorka Otxoa, Miren Ibarguren y Julián López, todos ellos enlazados al género. Una comedia basada en una parte de la historia de ETA y España, el abandono de la lucha armada, los conflictos del pasado contra el presente y en un marco inolvidable para muchos aficionados al fútbol: el Mundial de Sudáfrica de 2010. Toca ponerse el mono de trabajo para la crítica de Fe de etarras, la segunda película española de Netflix.

Delicadeza cómica...

Fe de etarras abre con una secuencia en la que descubrimos los dos elementos que definirán su esencia: la tensión y la comedia. Dos elementos dispares y difícilmente enlazables que, unidos a la temática, no pudieron evitar que frunciese el ceño ante el temor de en lo que aquello pudiera convertirse. Comenzamos con una reunión de un comando de ETA en lo que parece ser un piso franco, que será desmantelado ante la intervención de la policía. Javier Cámara, un riojano parte de la organización, logra escapar por una ventana mientras capturan a sus camaradas liderados por un Ramón Barea más que imponente. El detonante parece sencillo y el tratamiento más de lo mismo, buscando una cierta complicidad con el espectador a través de la definición de la cultura del pueblo vasco y sin ahondar en mayores dilemas morales o políticos que puedan desbaratar la construcción de la trama o asomarse al balcón de la banalización del conflicto.

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Tras su escapatoria, Martín (Javier Cámara) logra reunir un nuevo comando de lo más caricaturizado formado por una joven pareja vasca, Gorka Otxoa y Miren Ibarguren, y otro joven chinchillano aficionado a la causa interpretado por el hombre con la mirada más perturbadora de la comedia española: Julián López. Lo de su origen en Chinchilla de Montearagón, un pueblecito a unos kilómetros de Albacete, ya consiguió arrebatarme el corazón de forma absolutamente subjetiva dados los infinitos veranos que un servidor allí ha pasado y una pequeña parte de mi habría muerto si no lo hubiese mencionado. Dejando los desvaríos a un lado, la aparición del personaje de Julián López es imperiosamente necesaria para descargar la tensión que la propia trama y la temática nos insuflan desde los primeros compases. No dejó de rondarme cierto aire de incomodidad mientras los cuatro urdían el plan con el que seguir la lucha armada, pero se veía gratamente rebajada con gags equilibrados en un tono que ya es, per se, una victoria de la cinta.

La sátira es una constante. Lo veremos en el portal de vecinos donde deciden alojar su piso franco: desde la agradable y entrometida vecina, encarnada por Tina Sáinz, productora de las mejores croquetas de cocido del barrio hasta el pack estereotipado de racismo-patriotismo-futbolero del Armando de Luis Bermejo. Con unos pocos personajes consiguen retratar a una sociedad española que se veía unida gracias a los triunfos de la selección de fútbol en su paso por el Mundial de Sudáfrica, siendo este deporte, además, una de las fuentes de las que emanarán parte de los gags concernientes al odio depositado sobre España por parte de sus protagonistas y sobre el que desgraciadamente recaerá demasiado peso cómico que termina resultando repetitivo.

El gran acierto de Fe de etarras está en la delicadeza con la que tratan la comedia en un tema tan controvertido como el de la organización terrorista ETA. A pesar de que no he salido todo lo satisfecho que cabría esperar de un título con el que esperas terminar con un sonrisa, y más con la trayectoria detrás de sus creadores, es de admirar la capacidad con la que han conseguido caricaturizar a ambos bandos, sacarles el jugo para hilar unas pocas bromas con cierto humor negro de forma que nadie pueda resultar ofendido. Borja Cobeaga y Diego San José hacen alarde de una gran inteligencia cómica para dar la vuelta a un drama con una dimensión más que considerable para la población española sin caer en las garras de una banalización absoluta. Es difícil juzgar la repercusión que pueda tener la cinta en aquellos a los que la situación los haya tocado más de cerca, pero la cinta demuestra caminar con pies de plomo por sentimientos tan encontrados. Es más, sus protagonistas no son, ni más ni menos, que una ridiculización absoluta de las contradicciones en las que pudieron moverse algunos de los miembros de ETA, y en ello parecen refrendar la producción de la película.

... que demuestra sus debilidades

De todos es sabido que el tratamiento de la temática iba a ser capital para el resultado de cara al público. Las ampollas levantadas iban a ser inevitables, pero la valentía de sus creadores y protagonistas de ponerse delante de una vorágine tan absoluta es digna de respetar. A pesar de todo, no me sentí tan atraído por la comicidad de sus personajes y las situaciones como de la evolución de la trama en sí, dejando de lado el género de comedia por un thriller absolutamente descafeínado y que, como ya sabemos, no lo es. 

Personalmente y como venía diciendo en uno de los primeros párrafos, Fe de etarras tiene en sus dos grandes cualidades sus dos grandes debilidades: la tensión y la comedia, una vez más, entremezcladas en el tema. Mantener permanentemente el balance entre la broma aceptable, con cierto riesgo a superar las dosis de humor negro comúnmente aceptadas por la sociedad, y el respeto a las víctimas es un precio algo caro a pagar en la llamada "dictadura de lo políticamente correcto". No encontraremos en la cinta una sola referencia a las víctimas, ni a los posibles temores de la población, como medida con la que demostrar la fortaleza de la sociedad ante un conflicto que tenía la diana directamente en sus espaldas.

Sus creadores ya demostraron en Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes su capacidad para reírse de los tópicos y los prejuicios sobre los que nos movemos en España y Netflix se ha erigido como un coloso todopoderoso y sin escrúpulos dispuesto a seguir arriesgando con sus contenidos, y aunque algunos espectadores tenemos mucho que agradecer a ese atrevimiento, Fe de etarras es una sátira inteligente pero con una comicidad cuestionable, quedando en segundo plano por la subrepticia tensión de su trama principal que, además, podría pecar de insustancial.

Conclusiones

Fe de etarras es una comedia española que tiene en sus grandes fortalezas sus grandes debilidades, debido a una temática con una complejidad de dimensiones dramáticamente importantes para la sociedad a la que va dirigida la cinta. No posee la capacidad como para arrancar la carcajada de cualquier perfil que se siente a verla, ni tampoco cuenta con un desarrollo en el que merezca la pena detenerse, pero la conjunción de la comedia y la tensión nos deja por resultado un ejercicio de inteligencia con el que reflexionar acerca de los tópicos que nos caracterizan.

No hay temas imposibles para el cine, al igual que no los hay para ningún otro arte, pero sí hay un ritmo marcado en el que ciertas astillas pueden empezar a levantarse, y en Fe de etarras encontramos el ejemplo idóneo. En una situación tan convulsa como la que estamos viviendo estos días, la implacable exposición de banderas y alardes patrióticos no hacen sino demostrar que su estreno llega tan medido como el perfecto equilibrio en el que se mueven sus creadores para el desarrollo de la cinta. Una lástima, sin embargo, que toda la capacidad interpretativa y cómica de sus protagonistas quede relegada a un segundo plano debido a esa tensión implícita en la trama en la que se mueven.

VALORACIÓN:

Fe de etarras consigue mantener el equilibrio con inteligencia en una delicada temática de la que nunca llega a caerse, pero con una tensión implícita que desestima la comicidad de sus personajes y provoca una insustancialidad en su trama.

LO MEJOR:

La delicadeza en el tratamiento de un tema tan controvertido en clave de comedia.

LO PEOR:

Decidir bailar con la más fea tiene consecuencias que afectan al volumen y efectividad de sus chistes, así como a la insustancialidad de su trama.
Hobby

60

Aceptable

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