Crítica de Freeridge, la comedia spin-off de On My Block ya disponible en Netflix

Cuatro temporadas formadas por 38 episodios conformaron On My Block, una sitcom juvenil bastante fresca, disponible en el catálogo de Netflix, que seguía a un grupo de adolescentes de un barrio deprimido de Los Ángeles.

Ahora le toca el turno a una serie "hija" de aquella, un spin-off que nos traslada a otra comunidad y por tanto a un nuevo y variopinto grupo de amigos que tienen que vérselas con los problemas propios del lugar en el que viven: proliferación de armas, bandas callejeras y rifirrafes propios de su edad a los que se une la aparición de una misteriosa caja que va a hacer que pierdan la cabeza.

¿De qué va Freeridge?

La serie, cuya primera temporada consta de ocho episodios de media hora de duración, nos presenta a Gloria e Inés, dos hermanas huérfanas de madre que viven con su padre y su tío y se llevan a matar. Se pasan el día peleando y compitiendo por el amor de su progenitor hasta que un buen día descubren que esconde un secreto que va a cambiarlo todo.

Paralelamente, en un rastrillo, uno de sus mejores amigos le compra a sus vecinos una caja de madera grabada con las iniciales M. M. Y a partir de ese punto, todo se desmadra.

Una misteriosa mujer trata de comprarla por un precio desorbitado y eso enciende sus alarmas: ¿por qué tiene tanto valor? ¿Está embrujada? ¿Es esa mujer la dueña de la caja o un fantasma? ¿Les perseguirá una maldición?

Por desgracia, su presencia en el barrio también llamará la atención de otros y sus intenciones son menos puras que las suyas. Eso sí, entre tanto y mientras se preparan para la celebración del Día de los Muertos, acudirán a una vidente para que les presagie el futuro. Y para su sorpresa, acierta en todo.

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Puede que el mayor problema de Freeridge sea que es bastante menos divertida de lo que pretende. Su guión exhala descaro con cada situación que presenta mostrando con naturalidad las relaciones sexuales entre los jóvenes, sus aspiraciones a "mojar" y cierto grado de violencia, pero cuesta reír cuando todo se adereza de dramas familiares y sentimentales que cortan el ritmo de los gags.

Se viene arriba cuando el grupo en cuestión sufre la paranoia colectiva de que están siendo acosados por un ente sobrenatural y que están malditos. El elemento paranormal es la dosis de humor necesaria además para mantenernos enganchados a un misterio que se medio arregla al final, si bien el desenlace es un cliffhanger de manual para invocar a una segunda temporada.

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Como suele ser costumbre en la plataforma de streaming, el target es el público adolescente. En este sentido, recuerda al tono de Yo nunca, aunque aquella es una serie que ha sabido desarrollar mejor a sus personajes y sobre todo, hacer reír a la audiencia.

En lo que concierne al reparto, el personaje que sirve de bisagra es el de Keyla Monterroso Mejia y la acompañan rostros poco conocidos como los de: Bryana Salaz, Ciara Wilson, Tenzing Norgay Trainor, Shiv Pai, Peggy Blow, Michael Solomon, J.R. Villarreal, Jean Paul San Pedro o Jami Alix, aunque quizás el personaje más divertido por exagerado es el que interpreta un pletórico Zaire Adams.

Puede que, de hecho, a la audiencia le traiga a la mente al personaje al que da vida Ncuti Gatwa en Sex Educationporque tiene un enfoque parecido. En fin, la idea que radica en corazón de Freeridge no es otra que normalizar la libertad sexual y mostrar en clave de sitcom adolescente la realidad de los barrios marginales, con todo lo que ello conlleva.

Sinceramente, se mueve mucho mejor en el terreno de la comedia cuando desafía las creencias de los personajes y pone su escepticismo al límite que cuando se interna en las prolijas aguas del drama, donde se ve que incluso el elenco está fuera de su elemento. Se puede llegar a disfrutar a su manera, pero no es que ofrezca una experiencia de visionado memorable por hilarante.