Crítica de Golda: Helen Mirren se transforma en la "dama de hierro de Oriente Medio"

Golda arranca en sus títulos de crédito con un rápido repaso a los acontecimientos que desembocaron en la Guerra de Yom Kipur del 6 de octubre de 1973 comenzando, evidentemente, por la declaración de independencia de Israel.

La película quiere ser el retrato de Golda Meir en los momentos más duros de su gestión, cuando le tocó hacer frente al ataque coordinado de Egipto y Siria entre el 6 y 25 de octubre de 1973. El objetivo de la coalición era recuperar el Sinaí y los Altos del Golán, además de reabrir el Canal de Suez aunque se impuso la superioridad militar de Israel con la ayuda de Kissinger.

La temática de la cinta no puede estar más de actualidad si tenemos en cuenta la situación que se vive a día de hoy en Gaza, pero no tiene la menor intención de abrir un debate ideológico o siquiera de cuestionar la gestión del conflicto. Es densa, lenta y simple como el humo de los cigarrillos que consume la protagonista a todas horas.

Es una narración plana, repetitiva y hagiográfica que blanquea de una forma alarmante la figura de la mujer a la que se denominaba "la dama de hierro de Oriente Medio". Quien se quede con lo que va a ver en pantalla va a pensar que se trataba de una frágil anciana adorable y obsesionada con las pérdidas humanas. 

Pero el guión se mueve siempre en el terreno de lo etéreo: se ven tanques, se ven ataúdes, se oyen los gritos de los soldados en el frente pero no se muestra la guerra como tal, ni una sola mención a la Nakba ni se muestran los pormenores de las decisiones que se toman para tratar de reconducir la situación. En muchos aspectos es una película muy poco humana.

Es una ocasión perdida para analizar un momento histórico que supuso un antes y un después y para mostrar los claroscuros de una figura política clave para el reconocimiento del Estado de Israel.

Lo único que queda subrayado hasta la saciedad es que Meir era una fumadora empedernida (hasta 70 cigarrillos al día se dice que llegaba a consumir). Por lo demás estamos ante una plomiza película de despachos que no llega ni a rozar la superficie de los temas que quiere tratar y que se asfixia en sus propias pretensiones de resultar trascendente sin ser nunca emocionante ni tener energía.

Helen Mirren hace un buen trabajo, aunque no será por Golda por lo que se la recordará. Su caracterización: peinado, prótesis facial, forma de moverse y hablar, es acertada pero el guión no le hace justicia ni le permite tener momentos en los que brillar. Y es ella quien sostiene la película, los secundarios tampoco aportan demasiado ni tienen un desarrollo que los haga interesantes.

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En resumidas cuentas, Golda es una película muy poco convincente y decididamente aburrida. Sus 100 minutos de metraje se tornan insufribles y adoctrinadores de una manera muy poco sutil, dejando constancia que como relato es más un panfleto cogido con pinzas que una obra reflexiva que apele al intelecto del espectador. 

Hasta sus metáforas visuales, que tienen validez estética, son rudimentarias y se manosean demasiado, perdiendo impacto.

Ni la forma ni el fondo: ni como drama bélico ni como recreación histórica ni tampoco como relato biográfico que resalte el legado y muestre las distintas aristas de su protagonista: Golda no conmueve y se le ven las costuras de lejos, pero quizás su mayor pecado es el de desaprovechar el talento de los implicados en la producción además de ser más inoportuna que una fanfarria en un entierro.