Crítica de Miller's Girl con Jenna Ortega como musa intensa (y chunga)

Los comienzos no son fáciles y Miller's Girl es el epítome de esta afirmación: el primer trabajo de Jade Halley Bartlett tiene muchos problemas, razón por la cual se considera el primer patinazo serio en la incipiente carrera de la carismática Jenna Ortega, que viene de triunfar en la saga Scream o en la serie Miércoles, por poner los dos ejemplos más mediáticos.

Miller's Girl es una historia tenebrosa de (des)amor, así que sigue una línea de continuidad con los personajes, casi siempre algo oscuros, que tanto parecen gustarle a la actriz. Cuidado, porque la idea que late en el fondo no es mala, pero la historia está tan mal contada, desarrollada y montada, que genera risas más que una reflexión acerca de la inspiración, el deseo y el desafío a las normas.

Pero vayamos por partes para comprender qué es lo que resulta tan decepcionante de Miller's Girl, una película que en principio no pinta mal pero que tiene serios problemas con sus diálogos rimbombantes y sus derivaciones hacia el thriller erótico... ¡De calificación R!

Jenna Ortega interpreta el papel de la solitaria y ambiciosa Cairo, una joven de 16 años de talento excepcional y gran fortuna que vive en una lujosa mansión sin ningún tipo de supervisión paterna.

Cuando conoce al profesor Miller (Martin Freeman), algo en ella despierta. Se trata de la necesidad de ser reconocida como escritora pero también de mover las piezas para iniciar una suerte de juego intelectual y sensual que la sitúe en el tablero como una musa inspiradora. 

Pronto, los límites entre lo profesional y lo personal se diluyen de modo que la relación entre ambos se va volviendo más cómplice e íntima. Esto desemboca en la presentación de un trabajo inspirado en Henry Miller en el que Cairo se desata totalmente. 

Una vez que las intenciones de cada uno de ellos quedan expuestas estalla el conflicto: profesor y alumna tendrán que replantearse sus verdaderas intenciones, miedos y deseos más ocultos mientras ven cómo se tambalean sus objetivos.

El desengaño como trampolín

A estas alturas no podemos decir que el elenco de Miller's Girl no resulte de lo más atractivo: Martin Freeman (Sherlock), Jenna Ortega (Beetlejuice 2) y Dagmara Dominczyk (Succession), son tres intérpretes de lo más solventes pero aquí les toca defender líneas de diálogo que son de juzgado de guardia.

El comportamiento de sus personajes no tiene ninguna coherencia ni verosimilitud y terminan actuando de una manera que resulta ridícula, generando por lo tanto risas involuntarias y perdiendo totalmente el crescendo dramático de la lucha de poder entre los dos personajes principales. 

Hay varias razones para que esto funcione tan mal: una deficiente dirección de actores y un montaje que resulta hasta confuso en los momentos que se supone que son álgidos de la narración.

La cartelería e incluso la sinopsis oficial de Miller's Girl evocan una elegancia de la que la película carece: resulta bastante zafia y frívola, sin tomarse en serio nunca el trasfondo que debería bascular entre lo peligrosas que pueden ser las relaciones asimétricas (no solo por la diferencia de edad sino por el rol de un profesor respecto a un alumno) y las consecuencias del amor trágico.

Otro punto negro de la narración es la voz en off de la protagonista que orquesta la estructura de la película y a través de la cual la acompañamos a completar su viaje a una supuesta madurez. Al igual que con los diálogos, resulta ser un torrente de pensamiento tan afectado y cursi que desentona totalmente con otros momentos en las antípodas que dan vergüenza ajena.

En suma, Miller's Girl es una montonera de despropósitos. No funciona ni como película erótica, ni como thriller, ni mucho menos como película romántica puesto que no es de amor de lo que habla... ni siquiera de admiración al talento literario o de hambre sexual, sino de forjar el ego mediante el desengaño para mostrar la valía propia desde el cual erigirse como voz acreditada.

El personaje de Ortega es insufriblemente narcisista, pero no es el único que adolece de un tratamiento simplón y de tener giros de 180 grados sin justificar. Lo mismo sucede con todos los demás que, por cierto, parecen habitar un mundo muy pequeño. Ojalá haber invertido los recursos puestos a disposición de esta película en una historia más coherente.