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Crítica de Mudbound, el último e imprescindible drama de Netflix

Mudbound
Crítica de Mudbound, dirigida por Dee Rees y con guion escrito por Virgil Williams en base a la novela homónima original de Hillary Jordan. Una sobrecogedora película dramática disponible en Netflix con un elenco actoral con actores de la talla de Garrett Hedlund, Jason Clarke, Carey Mulligan o Jonathan Banks.

Netflix lo ha vuelto a hacer. La plataforma de streaming de contenidos se ha hecho con los derechos de distribución de Mudbound para que pase a formar parte de ese plan en el que pretenden seguir apostando por títulos de calidad, con cierto riesgo y para todo tipo de públicos. Esta vez lo han hecho con una cinta dramática que, si bien puede haber pasado desapercibida a pesar de sus llamativos carteles individuales, se estrenó el pasado 17 de noviembre en la plataforma y ya ha cosechado un aluvión de piropos allá donde se ha emitido.

Mudbound está dirigida por Dee Rees y cuenta con un elenco formidable de intérpretes encabezados por Garrett Hedlund, Jason Clarke, Carey Mulligan o Jonathan Banks (a quien recordaréis encarecidamente por su formidable personaje en Breaking BadBetter Call Saul). La película está basada en la novela original de título homónimo escrita por Hillary Jordan en 2008 y maravillosamente adaptada a la gran pantalla bajo las líneas de Virgil Williams que coquetea con hacerse un hueco en nuestro top de películas dramáticas. Antes de que los elogios salgan en tropel por las líneas que nos esperan, demos paso directamente a esta crítica de Mudbound, la última cinta dramática de Netflix.

La violencia es una parte integral de la vida en el campo

Quise quedarme con la línea de diálogo que encabeza este párrafo porque define a la perfección el mundo en el que vamos a sumergirnos con Mudbound: una zona rural de Misisipi, en los Estados Unidos de América, allá por los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Desde su arranque ya nos demuestra el potencial artístico con el que nos va a deslumbrar. Y digo deslumbrar porque Rachel Morrison, su directora de fotografía, realiza un trabajo excepcional para atraparnos en el relato con un despliegue de luces y sombras, de contrastes fuertes y tonos desaturados que hablan por sí mismos de las características emocionales que la historia y los personajes a los que sirve nos va a presentar. "Soñaba en marrón", decía una de sus protagonistas.

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Henry McAllan (Jason Clarke) parece el pretendiente ideal para la joven Laura (Carey Mulligan), o al menos así lo parece a ojos de su madre en una cena familiar que pronto se convierte en una exhibición vergonzosa con la que más de uno podrá sentirse identificado. Son personas de cierta capacidad adquisitiva que disfrutan de las aficiones propias de la burguesía estadounidense de la época y tardaremos unos pocos minutos en sentir cómo sus personajes nos envuelven para conquistarnos con el carisma que desprende Jamie McAllan (Garrett Hedlund), hermano de Henry, desde su primera aparición. Como no podía ser de otra forma, Henry y Laura terminan comprometiéndose, pero pronto verán cómo sus vidas dan un pequeño giro al ser estafados en la compra de una nueva vivienda. Es aquí cuando entran en juego los temas principales que dominará el relato: la cuestión racial; el odio y la fraternidad; el amor y la familia.

La vida de la familia McAllan, a quienes Mudbound nos presentaba disfrutando de un nivel de vida en el que sus mayores preocupaciones pasan por saber bailar mejor o peor, se verá enfrentada estructuralmente y ligada narrativamente a la de la humilde familia Jackson, de quienes sólo un rasgo físico los diferencia para crear un abismo en sus posibilidades: el color de la piel. Mientras que unos comen, bailan y tocan el piano, los otros trabajan a sol y sombra en los campos y rezan por un futuro en el que puedan ser dueños de sus vidas.

Unos hablan de la remota posibilidad de obtener en propiedad una minúscula parte de las tierras despreciadas por los hombres blancos, mientras que otros mencionan casi por accidente que han comprado una casa y 80 hectáreas de terreno. El blanco se aprovecha de la desgracia. El negro la sufre. Efectivamente, ese será el punto que unirá las vidas de las familias McAllan y Jackson para que no olvidemos algunos de los peores fantasmas de un pasado que todavía nos atormenta.

A través de las narraciones en off de sus protagonistas, que, además, servirán como herramienta con la que construir una historia a modo de flashback, descubriremos sus sentimientos más profundos y ocultos, pero será la supremacía del hombre blanco y el absoluto desprecio por la raza negra el leitmotiv del relato. Sí, un tema que ha sido tratado en infinitas ocasiones por la filmografía de Hollywood, pero Mudbound ofrece una versión tan cercana y desgarradora que prácticamente se hace tangible el dolor que demuestran los protagonistas de la historia. Hubiera deseado una mayor contención en aprovechar los diálogos en off que, por momentos, parecen alejarnos de esa cercanía que transmite la historia.

Mudbound

Ronsel Jackson (Jason Mitchell), el hijo mayor de la familia negra, se alistará en el ejercito para luchar contra las fuerzas del Eje como sargento de uno de los batallones, al igual que lo hará el joven y apuesto Jamie McAllan, pero desde el batallón del aire. De esta premisa partirá la película y toda la deriva emocional que con tanta brillantez aprovecha Dee Rees, una de las jóvenes directoras con más talento del panorama cinematográfico. Su desarrollo inicial, por contra, podría despistar de la verdadera intención de la narración con la que nos guiará Rees, ya que hace uso de una cámara mucho más dinámica e inquieta de lo que marcan los primeros compases de la cinta, pero que pronto vuelve a encarrilarse para no volver a bajar el pistón en lo que queda de metraje. Esperad un ritmo comedido que promueva la asimilación de la situación que viven los protagonistas para poder transmitir la empatía necesaria y el peso suficiente a sus diálogos.

Debemos esperar la más cruda realidad que se verá representada sin tapujos en pantalla, pero con la medida suficiente como para trasladarnos el horror de la guerra, el racismo y la supervivencia y que nuestra repulsión termine siempre en el foco del que emana: el ser humano. A lo largo de esa estructura contrapuesta que enfrentará las situaciones de una y otra familia, veremos el más puro reflejo de la crueldad del ser humano... y, también, de su bondad. Dee Rees procurará equilibrar la balanza para demostrar que escarbando en la tierra puede brotar una flor. Que cuando has tocado fondo, y en medio de toda esa confusión, puede nacer una complicidad en la que depositar una pizca de esperanza.

Garrett Hedlund y Jason Mitchell, desbordando carisma

Esa chispa que despierta en todos aquellos a quienes se acerca Jamie McAllan nos atrapa a nosotros mismos gracias al carisma y el trabajo de su intérprete, Garrett Hedlund, que brilla con luz propia en esta película de Netflix. No es una novedad de personaje, ni siquiera en su desarrollo, pero está tan perfectamente medido que sirve de detonante para las subtramas que terminan confluyendo en el clímax. No quiero por ello despreciar el notable trabajo de Jason Mitchell, su personaje opuesto, para dar sentido a todo el sufrimiento y la angustia contenida que descubren Hap y Florence Jackson (Rob Morgan y Mary J. Blige, respectivamente) a cada palabra de misericordia.

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Todos ellos componen un retrato tan fiel y, a la vez, tan cercano, que asusta. La duda reflejada en los ojos de Jason Mitchell, la esperanza de un Rob Morgan rendido a su familia y ese amor que dicen que sólo una madre puede comprender, y que Mary J. Blige nos permite acariciar. Tambien lo son el deseo irrefrenable y la compasión de Carey Mulligan, la ignorancia y acomodamiento de Jason Clarke o la más visceral repulsión que todos llegaremos a sentir por Jonathan Banks. Sus interpretaciones son tan conmovedoras que cuando escuchemos eso de "drama racial" se nos olvidará lo manido de un argumento que se ha explicado en muchas ocasiones, sí, pero en pocas con una medida tan equilibrada de los elementos que la componen.

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No podremos evitar sentir una sensación constante de angustia y malestar ante una resolución que esperamos, que la directora construye y que el relato pide a gritos para ayudarnos a comprender las tragedias a las que el egoísmo y la ignorancia han llevado al ser humano.

Conclusiones

Mudbound es una historia atrapante, conmovedora y una fuente inagotable de empatía. Podríamos hablar de una de las mejores películas de Netflix en la actualidad. Es necesaria y es justa, en su perfecta medida. Tendremos odio y tendremos amor; sentiremos repulsión, pero también compasión; y, sobretodo, descubriremos que un tema trillado hasta la médula puede aportarnos nuevos matices a través de sentimientos magníficamente equilibrados. Atados en el barro de un lodazal que no sólo aprisiona sus pies, sino sus almas y sus costumbres.

El hombre es el lobo para el hombre. No está de más recordarlo en una sociedad que se pretende moderna y que procura levantar los mismos muros neolíticos que nos atormentan desde el pasado.

VALORACIÓN:

Un retrato desgarradoramente real y prácticamente tangible de los fantasmas del ser humano que, por desgracia, todavía nos atormentan. No sobra un solo minuto en el metraje de Mudbound: de principio a fin, una obra magistral de angustia contenida que se alza como uno de los títulos estrella de Netflix.

LO MEJOR:

Las sobrecogedoras actuaciones de todo el elenco unidos al toque tan particular de Dee Rees.

LO PEOR:

Cierta deriva en un arranque que podría haber puesto la guinda en el pastel.
Hobby

90

Excelente

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