Crítica de TÁR, una película monumental con una extraordinaria Cate Blanchett directa al Óscar

Pocas veces salimos del cine después de ver una película de 158 minutos que nos deja tan patidifusos como TÁR. Lo curioso es que, a medida que se entabla un debate con los demás, nos damos cuenta de que no hay dos personas que opinen lo mismo sobre lo que la cinta propone. Es decir, no hay una única lectura posible, así que el regalo que nos hace Todd Field es ese: hacernos pensar.

Antes de entrar en materia, hay que darle aCate Blanchett el crédito que se merece. No es solo que aborde un papel tan complejo como el de Lydia Tár (un personaje ficticio pero complicadísimo) con absoluta solvencia, sino que además aprendió a hablar alemán, a tocar el piano y hasta tomó lecciones de conducción para la película. De hecho aparece hasta acreditada en la banda sonora.

Rarísimo sería que se le escapara la tercera estatuilla dorada por esta película, máxime tras haberse alzado con un montón de premios y nominaciones.

¿De qué trata TÁR?

La película nos presenta a Lydia Tár, una mujer hecha a sí misma que ha alcanzado el cénit de su carrera siendo reconocida por su labor como compositora y como directora de orquesta. Se trata de una pionera dado que es la primera mujer al frente de la Filarmónica de Berlín y por tanto un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones.

Sin embargo, esta virtuosa apasionada no solo es una líder en un mundo como el de la música clásica dominado por los hombres sino que está inmersa en el lanzamiento de sus memorias: "Tár on Tár" mientras lidia con su trabajo y su vida personal.

Casada con una reputada violinista con la que está criando a una niña adoptada, está a punto de afrontar el gran reto de grabar en directo un multitudinario concierto cuya pieza central es la Sinfonía N.5 de Gustav Mahler. 

De forma inesperada, el férreo control que ejerce desde su posición privilegiada y manipuladora comienza a quebrantarse pocas semanas antes de este hito en su carrera, revelando algunos oscuros secretos de su pasado y la naturaleza corrosiva del poder.

¿Depredadora sibilina o artista incomprendida?

Como decíamos al comienzo de esta crítica, TÁR se mueve en distintos planos: por una parte podría ser una biografía ficticia, por otra una fábula de la caída en desgracia de una persona en la cumbre de su carrera y también encaja como una historia de terror en la que una mujer es acosada por un fantasma ya sea éste real o una forma de autotortura producto del sentimiento de culpabilidad.

En cualquier caso, el afilado (y a veces imponente) guión de la cinta habla de muchas cosas: relaciones de poder en el trabajo, abusos, manipulaciones, la mal llamada "cultura de la cancelación" y lo difícil que es separar la vida privada de los creadores de sus obras. En suma, temas de candente actualidad en los que no hay un consenso social.

No es baladí que Lydia Tár sea una mujer lesbiana que procede de un entorno muy humilde y que de facto haya creado tal fachada que ni siquiera haya mantenido su nombre real. Lo curioso es que la película no se queda en la superficie, ofreciendo una única interpretación de los hechos sino que deja al criterio del espectador qué juicio hace de la artista cuyo talento es indiscutible.

Field no rehúye tampoco la polémica, sino que la abraza dejando claro que el poder no tiene una adscripción de género. No por ello deja de señalar a quienes han abusado de su posición en la realidad, generalmente, hombres: lanza un dardo envenenado para Plácido Domingo y apunta a la toxicidad en las relaciones por la forma en la que se sexualiza y cosifica a las mujeres en cualquier entorno.

Otra de las virtudes de la película es su capacidad de insinuación: nunca muestra el comportamiento inapropiado de Lydia Tár, pero sí lo que parecen ser sus consecuencias y la forma en la que ella misma tiene que afrontarlas a nivel laboral pero también a nivel personal rehaciéndose y conviviendo con un entorno que la tiene sitiada.

La fotografía y la banda sonora de la película son excelentes así como los diálogos y las interacciones entre los personajes: tanto valen las palabras como los silencios y los tonos de luz, (habitualmente muy apagados) vienen a invitarnos a agudizar el oído y a refrendar ese acoso del que es víctima quien en su día fue verdugo.

¿Es todo fruto de su imaginación? ¿Está maldita? ¿La acosa un fantasma? ¿Son las personas a las que ha herido quienes buscan venganza? 

A todo ello se une un retrato complejo en el que se superponen muchas capas: Lydia Tár es una profesional abnegada, una compositora y directora pasional, una madre protectora y cariñosa, una depredadora con un turbio historial y una ególatra de primera categoría, así que no es un prisma plano sino un cúmulo de facetas que compone un puzle irresoluble. 

En otro orden de cosas, TÁR deja otros frentes abiertos igual de importantes o más respecto a nuestra postura sobre los artistas cuyos actos han enturbiado sus carreras. ¿Hasta qué punto perdemos culturalmente elidiendo de sus obras y/o negándoles la posibilidad de seguir creando? ¿Cuál sería el castigo apropiado? No hay respuestas fáciles para preguntas complejas...