Crítica de la temporada 4 de Élite: nuevos alumnos y sexo a todas horas

¡Bienvenidos a un nuevo pase de modelos en Las Encinas! La temporada 4 deÉlite no tiene más remedio que renovar el elenco para introducir nuevos elementos perturbadores en la trama después de una tercera que quedó bastante cerrada.

Pero, antes de zambullirnos en el análisis de los ocho episodios que la conforman y que estarán disponibles en Netflix a partir de mañana viernes, tenemos que comentaros que también encontraréis en la plataforma una serie de cuatro relatos breves de entre diez y quince minutos en los cuales se profundiza en la relación de algunos de los personajes principales.

Así, podréis asistir a una fiesta íntima de Rebeka en la que Guzmán y Cayetana se pasarán de frenada con las drogas y alucinarán en colores; profundizaréis en la relación entre Nadia y Guzmán, que han decidido mantener su amor a distancia; conoceréis la historia de Alexis, un compañero de quimioterapia al que Ander, ya en remisión, tratará de ayudar con su tratamiento junto a su pareja Omar y veréis a Samuel luchando contra viento y marea para detener a Carla y que no se vaya a Londres yendo a buscarla al aeropuerto.

No es imprescindible su visionado para el arranque de la temporada 4, pero sí que sirve para ubicar dónde y en qué estado están los personajes respecto a los demás compañeros y a nivel personal.

Élite 4 nos plantea un nuevo misterio de la misma forma en la que siempre lo hace: presentando un cuerpo y una investigación policial que se basa, en un principio, en una serie de interrogatorios a los estudiantes del instituto.

La víctima en cuestión es Ariadna (Carla Díaz), la hija del nuevo director, Benjamín Blanco, que aterriza en el centro educativo proponiendo reencauzar la vida académica de los alumnos mediante la imposición de una férrea disciplina y abogando por alcanzar la excelencia desde el esfuerzo. El encargado de darle vida es Diego Martín, a quien pronto veréis también en la serie de Movistar+ Supernormal.

También ingresan en Las Encinas sus otros dos hijos: Patrick y Mencía (Manu Ríos y Martina Cariddi), cada cual con sus propios problemas personales y el príncipe Philippe (Pol Granch), heredero de la corona de un país centroeuropeo. Los vástagos del director serán pronto apodados como "los benjamines" y vendrán a dinamitar la relativa calma que había entre el alumnado.

Patrick pronto se convertirá en el vértice de un tortuoso triángulo amoroso en el que Omar y Ander se verán involucrados y la rebelde Mencía se convertirá en el nuevo quebradero de cabeza de Rebeka. Por su parte, Ariadna será el objeto de deseo de Guzmán y Samuel, que tendrán sus peleas de machos alfa por conseguir su atención.

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La señas de identidad de Élite se mantienen: mucho folletín (y foll...eo) y todo el santo día de fiesta en fiesta, con música disco, luces de neón, brilli-brilli, coqueteo con las drogas y más de lo mismo pero, eso sí, con carne fresca. Más que en la charcutería del barrio. Hay secuencias concretas en las que se busca el "efecto Euphoria", aunque sin la elegancia de la producción de HBO ni un subtexto rico para cimentar un discurso que vaya más allá del morbo pasajero.

La proliferación de escenas subidas de tono es tal que la serie corre el riesgo de que acabe pareciendo obscena una conversación que no acabe en miradaintensa-ralentizado-morreo-magreo-polvazo, aunque solo sea por original.

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En esta cuarta entrega, Élite no deja atrás su discurso de lucha de clases con el romance de Philippe y Cayetana (heredero y plebeya, no hará falta señalar el pedazo de cliché que se han marcado aquí los guionistas) y la irrupción del nuevo director, un tipo que cree en la meritocracia y está dispuesto a romper barreras entre estratos sociales. También trata de indagar en algunos temas interesantes como el papel de las fantasías sexuales a la hora de alimentar las relaciones a largo plazo o el imperativo del consentimiento no solo para tener sexo sino también para mantener la intimidad de ese momento. Pero se pierde, como siempre, en el "quiero y no puedo", calcando estructuras narrativas que están tan quemadas como el reparto original.

De la factura técnica en sí, poco que objetar: la fotografía de Élite está más cuidada que nunca y se buscan nuevas formas de deslumbrar al público con escenarios espectaculares, fuegos artificiales y un apartado de maquillaje, vestuario y peluquería que trata de definir muy bien a cada uno de los personajes, con "la Rebe" de Claudia Salas como exponente kitch/choni/fashion indescriptible y Mencía, la pequeña benjamina, despuntando entre el resto de las nuevas incorporaciones por tener un papel algo más lucido en el que puede mostrar distintos registros.

El problema de la serie es la reincidencia en los mismos vicios (si lo que quieres es saber cómo acabará el "misterio" del ataque a Ariadna te basta con ver el comienzo y el final de cada episodio y el resto son enredos con ingentes dosis de sexo entre modelos) y que no tiene nada que contar. Es pura banalidad evasiva: un entretenimiento que luce bien y da poco en lo que pensar.