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Crítica de la temporada final de Por trece razones, ya en Netflix

Por trece razones 4
Crítica de la temporada 4 de Por trece razones con la que la ficción de Netflix se despide de su audiencia para siempre. Disponible desde el 5 de junio de 2020.

Es hora de despedirse del Instituto Liberty y por tanto decirle adiós a Clay y a sus amigos, con los que éste había generado una relación de casi hermandad al final de la tercera temporada de Por trece razones.

Después de una primera entrega de episodios que levantaba diversas polémicas por el mismo hecho de abordar temas como el suicidio adolescente, el bullying o los abusos sexuales y una segunda en la que seguía incidiendo en relaciones tóxicas y resiliencia, la tercera empezaba a perder el norte con un enfoque menos interesante, casi policial, centrado en el asesinato de Bryce, y esta cuarta termina de ver cómo las tramas se desmoronan sin alcanzar el grado de trascendencia pretendido, analizando las consecuencias del final de Montgomery de la Cruz en la cárcel.

La razón es que Por trece razones 4 es una serie muy irregular que quiere hablar de demasiadas cosas en solo diez episodios manteniendo cierto grado de enganche en el espectador pero sin conseguir que lo narrado impacte emocionalmente en él como lo hizo la primera temporada.

Entre los problemas que manifiesta, un cambio de tono brutal que la hace girar casi hacia el terror y con secuencias oníricas desconcertantes; mucho peso específico para las relaciones amorosas y un final en exceso amable en el que no se aprecian las repercusiones reales de las acciones de los protagonistas, sobre todo las de Clay, que se desata especialmente la melena en un arco que se aleja del planteamiento que se había hecho del personaje.

Podéis leer el resumen de lo sucedido en esta cuarta temporada en nuestro reportaje con spoilers. No es una recaipitulación episodio a episodio pero sí por áreas temáticas que os dará una visión general de lo sucedido.

Por trece razones se mete en ciertos jardines que merecen la pena en estos nuevos episodios y en otros que resultan redundantes o demasiado trillados. La primera parte de la temporada se centra mucho en Clay y cómo está sufriendo las consecuencias de mantener un secreto enorme con sus compañeros. Entre ellos se abre una brecha de confianza y se incrementan las sospechas y las suspicacias.

La presión le afecta de diversas maneras: presenta conductas autolesivas, padece trastornos de ansiedad, episodios de paranoia, ataques de pánico y atraviesa una profunda depresión derivada de una baja autoestima y un nivel excesivo de autoexigencia.

La serie se detiene a relatar cómo se produce ese deterioro en Clay con la falta de sueño, las pesadillas recurrentes, la pérdida de la noción del tiempo, la desorientación e incluso las alucinaciones que desembocan en un trastorno disociativo. La forma de abordarlo es, sin embargo, bastante extrema porque si bien Clay siempre había demostrado tener una imaginación prodigiosa dialogando con la fallecida Hannah Baker, ahora sus pesadillas con Bryce y Monty se materializan de una forma próxima a las historias de terror que rompe bastante con el tono que la serie había mantenido.

Todo es sombrío en la cuarta temporada, que no deja espacio apenas a la esperanza, aunque muy al final impera en el discurso que la unión es lo importante, los círculos de confianza, los adultos que ejercen una influencia positiva y que es posible perdonar e incluso querer a quien nos ha hecho daño en el pasado. Que hay que pasar página, vamos.

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La idea es afrontar las consecuencias de situaciones estresantes y traumáticas: la superación y sobre todo, comprobar que hay un futuro más allá del instituto y que la vida sigue, en cualquier caso, para la mayoría de los alumnos del Liberty a pesar de sus miedos y zozobras sobre el porvenir y la tendencia de jóvenes y adolescentes de tener un horizonte de sucesos muy limitado y pensar que no hay nada más allá del presente... imperfecto.

Hay nuevas incorporaciones al reparto relevantes: Charlie adquiere un mayor peso específico y actúa como alivio cómico, Winston se convierte en el azote de los alumnos implicados en guardar el secreto de quién mató en realidad a Bryce tras pedir el traslado al Liberty y hacen acto de presencia Estela, la hermana de Monty, y Diego, que se interesará por Jess y dificultará su relación con Justin.

Entre los aspectos repetitivos de Por trece razones encontramos otra vuelta de tuerca respecto al uso de las armas en las escuelas, la sobreutilización de los "fantasmas" de Bryce y Monty y los círculos amorosos a los que se da una y mil vueltas. El drama atraviesa la temporada de principio a fin de modo tal que desde el primer episodio, que arranca con un entierro, ya sabemos que la muerte de uno de los protagonistas será la gran incógnita a resolver al final, el "gancho".

En suma, el visionado es bastante tortuoso, con muchos sucesos concatenados de gran calado pero poco verosímiles por su materialización y las pobres consecuencias que arrojan: ¿padres hipervigilantes y a la vez permisivos?, ¿policías arrestando a alumnos por los pasillos?, ¿alumnos en tratamiento ingresados pero que se escabullen?, ¿revueltas estudiantiles compatibles con bailes de fin de curso? Nada cuadra.

Discursos, claves y silencios compartidos ponen el punto final de una serie que, probablemente, tendría que haberse despedido al final de su segunda temporada.

VALORACIÓN:

La temporada final de Por trece razones sigue en la misma línea que la tercera: le da demasiadas vueltas a ciertos aspectos y le cuesta llegar a la resolución.

LO MEJOR:

Hay mensajes que siguen siendo interesantes y que indagan en nuevos aspectos de las relaciones de los estudiantes.

LO PEOR:

Es a todas luces un relato demasiado estirado con aspectos redundantes y con bastantes salidas de tono. Excesivamente dramática.
Hobby

60

Aceptable

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