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Crítica de Todo un hombre (A Man in Full), la adaptación de la novela de Tom Wolfe

Todo un hombre

Crítica de Todo un hombre, la adaptación de la novela homónima de Tom Wolfe creada por David E. Kelley y dirigida por Regina King y Thomas Schlamme. Estreno en Netflix el 2 de mayo de 2024.

Adaptar un tocho de más de mil páginas en una miniserie de seis episodios es un gran logro: Tom Wolfe no se define precisamente por no explayarse, con todo lujo de detalles, a la hora de describir entornos, personajes y situaciones. Todo un hombre no es una excepción, así que es obvio que se han amputado y cambiado bastantes aspectos para adecuarlos al formato.

La serie de Netflix hace una lectura bastante peculiar del excelente material original, volando por libre en muchas cuestiones y haciendo que algunos de los personajes que orbitan alrededor del protagonista, un empresario megalómano, astuto y provinciano, sean bien distintos.

Lo que se mantiene es el core de la historia: la pugna por el poder entre auténticos machos cabríos obsesionados con la idea de que el mundo se rige por la ley del más fuerte según la cual o pisas o te pisan. A lo que se añade que nunca hay que dejar que un adversario se levante tras haberlo tumbado.

Dilemas éticos y varones enfrentados

Charlie Crocker es el altivo dueño de un suculento negocio inmobiliario que le ha llevado a endeudarse hasta las cejas. A pesar de haber cumplido los sesenta, tiene una joven segunda esposa de apenas 28 años y goza de una vida de triunfador que despierta la envidia de sus adversarios. Todo en su vida es ostentación y fanfarroneo... hasta que todo se tuerce.

Su lujosa y acomodada vida comienza a resquebrajarse cuando su banco lo convoca a una reunión para poner de manifiesto que está al borde de la bancarrota: no tiene posibilidad de devolver un cuantioso crédito y sus bienes van a comenzar a ser embargados. 

 

Cuando parece que está contra las cuerdas, empieza a pensar cómo volver a tomar las riendas de la situación. Su periplo le llevará a cruzarse con un joven encarcelado injustamente, un abogado brillante y con el alcalde de Atlanta, tan preocupado por su reelección que será capaz de proponerle un pacto monstruoso.

Como trasfondo, encontramos conflictos étnicos propios del estado de Georgia y la apestosa corrupción de los poderes políticos y económicos desde cuya lógica los favores se pagan con favores. El populismo, el racismo y las diferencias de clases espolean una historia en la que hay poco asideros morales a los que agarrarse. Aquí la única antagonista verdadera es la ambición desmedida.

Todo un hombre pone en cuestión, precisamente, esa capacidad innata de destrucción que parece caracterizar la virilidad tal y como la conocemos en la sociedad contemporánea actual en los grupos de gran poder adquisitivo.

El sarcasmo de Wolfe da paso aquí a un humor negro que trasluce en ciertos diálogos y pasajes de la serie y se torna revelador para burlarse de cómo a los cabestros se les nubla el juicio cuando pretenden ganar a toda costa y prefieren partirse la crisma a plantearse la derrota. La ecléctica banda sonora va por el camino de reforzar la comicidad.

Hay buenas ideas en la serie, pero no todas terminan de eclosionar. Con una estructura circular, vemos el desenlace de Todo un hombre para hacer después un largo flashback que nos lleva a los días previos esenciales para conocer cómo y por qué se da este final. Es un recurso recurrente en la ficción que sirve para espolear la curiosidad de la audiencia, aunque no sea una fórmula nada imaginativa.

Por lo demás, la serie cuenta con buenos intérpretes como Jeff Daniels (The Newsroom), Diane Lane, Bill Camp o Lucy Liu junto a un elenco menos conocido en el que destacan William Jackson Harper, Tom Pelphrey o Aml Ameen y con un diseño de producción bastante ambicioso para darle credibilidad al modo de vida de la clase alta.

Todo un hombre también echa mano de la erótica del poder, delos comportamientos tribales de la gente y . No es nada sutil a la hora de mostrar los engranajes del poder, así que es fácil adelantar algunas jugadas de los personajes, pero se va volviendo más surrealista e impredecible cerca del final.

Quedan para el recuerdo momentos bochornosos como la monta de una yegua como subrayado de una idiosincrasia, las "alforjas" de sudor como metáfora de humillación y dominio o el propio acto sexual como derrota definitiva del rival, al que hay que "foll***se". La serie pone fina a la hombría mal entendida y la desarma de la manera más realista posible: lleva a la autodestrucción.

VALORACIÓN:

A lo largo de sus seis episodios hay momentos para todo: para una risa sardónica, para el extrañamiento, para encontrar paralelismos con la realidad y para enarcar la ceja con escepticismo. Entretiene, aunque esté muy lejos del material original.

LO MEJOR:

Captura bien su aire de comedia descreída hacia una sociedad más que imperfecta.

LO PEOR:

Simplifica mucho una novela muy prolija en detalles y reescribe a personajes por completo. Imprescindible VO en ciertos pasajes.
Hobby

62

Aceptable

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Etiquetas: Netflix