Crítica de Violet Evergarden: La eternidad y la muñeca de recuerdos automáticos, ya en Netflix

En Netflix hay sitio para muchos animes apocalípticos y cargados de adrenalina, pero también nos puede presentar otros más pausados y centrados en los sentimientos. Sin duda, uno de sus mejores representantes es la serie Violet Evergarden, que nos ablandó la patata con su historia de drama, redención y buenas intenciones. Dos años después de nuestra reseña de la serie, llega ahora la película Violet Evergarden: La eternidad y la muñeca de recuerdos automáticos, que se centra en una historia muy concreta dentro de la trayectoria de Violet.

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Como recordaréis, este anime nos lleva a una especie de versión alternativa de la Europa de principios del siglo XX, que tras una dramática guerra vuelve a florecer y tiene en el cuerpo de muñecas de recuerdos automáticos un gran alivio: ellas escriben cartas para los que no saben escribir, para que posteriormente lleguen a sus destinatarios y puedan unir en la distancia a los amigos y las familias. Después de los acontecimientos de la serie, Violet conoce a Amy, una joven que vive en un internado y necesita refinar sus modales antes de "salir al mundo real". Violet es la encargada de educarla, pero pronto encontrarán un vínculo que va más allá de lo académico y la protagonista se ve envuelta en la historia de la chica y su hermana perdida.

Toda la trama de Violet Evergarden: La eternidad y la muñeca de recuerdos automáticos gira en torno a esta historia, que por supuesto tiene bastantes tintes dramáticos, pero en el fondo es bastante sencilla. En esta película de Netflix se juega con el contraste entre el amor nostálgico de Amy y el desparpajo de su hermana Taylor, para hablarnos de qué es lo que nos hace hermanos y cómo la distancia puede borrarse, aunque sea por un momento.

Aunque las dos chicas son la clave de esta historia, Violet sigue teniendo mucha importancia y su carácter serio mezclado con su sabiduría suponen la clave para que la historia avance. Aún así, es una pena que se haya perdido prácticamente todo el contexto sobre la guerra y los aspectos más desgarradores de la misma, que ponían nuestra resistencia a llorar contra las cuerdas. En ese sentido, esta película de anime es menos arriesgada que la serie en la que se basa, más sencilla, pero desde luego también resulta más cálida. Quizá soltemos alguna lagrimilla, pero el enfoque es claramente más benévolo. ¿Quién no necesita ver algo reconfortante de vez en cuando, sobre todo en estos días?

También ayuda que la película de Violet Evergarden recupere esa elegante estética del original, que mezcla los personajes anime con unos vestuarios y, sobre todo, unos escenarios que recuerdan a los cánones de la Inglaterra y la Alemania de principios de siglo. Y, claro, todo ello acompañado de una banda sonora orquestal que a veces puede pasarse un poco de lacrimógena, pero que desde luego cumple su función de pasearnos por los sentimientos de los personajes protagonistas.

El resto de personajes secundarios tienen una presencia más bien testimonial en todo el desarrollo, si bien Benedict sí tiene un papel clave como cartero. En realidad, no necesitamos nada más, porque como decimos la historia tiene unos actos muy marcados en torno a los personajes principales.

En cualquier caso, este anime de Netflix supone un paseo relajado y emotivo por una historia de trasfondo muy noble, que quizá ha perdido cierto factor sorpresa (de hecho, toda la historia es bastante predecible, en general), pero que sigue suponiendo una reconfortante alternativa al catálogo de anime actual. Y quizá, con suerte, os sirva para recuperar el encanto de mandar una carta a algún ser querido. El snail mail sigue teniendo una magia especial...