Crítica de Vitals, la serie documental sobre la primera ola de la pandemia en Cataluña

Hoy llega a HBO Vitals: una historia humana, una miniserie documental de tres horas de duración que nos desplaza un año atrás para mostrar lo sucedido durante los meses de marzo a junio en el Hospital Parc Taulí de Sabadell. Es decir que, cronológicamente, nos sitúa en lo que hemos llamado la primera ola de COVID-19, durante el Estado de Alarma impulsado por el Gobierno de España y, por tanto, en pleno confinamiento domiciliario.

Ha sido dirigido por Fèlix Colomer Vallès, responsable de otros documentales como Shasha o Shootball, y la producción ha corrido a cargo El Terrat y Forest Film Studios.

"Caos", "Esperanza" y "Vida" son los títulos de los tres episodios que conforman este tríptico sobre la pandemia del coronavirus y la forma en la que se afrontó por parte de los equipos humanos encargados de asistir a la población desde los primeros momentos de estupor hasta una suerte de conclusión en la que ellos mismos se extrañan de haber subestimado la enfermedad al punto de no haber calculado los niveles de dolor y pérdida que causarían en la población, además del desgaste físico y mental del personal de los hospitales, especialmente intensivistas, que más que "tensionarse" estuvieron colapsados.

Ya os advertimos que no es el visionado ideal para quienes hayan pasado o estén pasando por una situación delicada derivada de esta crisis sanitaria. No por exceso de sentimentalismo, sino porque puede resultar dura si has perdido a un ser querido o está en un estado crítico.

Vitals es una miniserie creada sobre la marcha, tirando de contactos cercanos y con recursos limitados, lo que hace que la sensación de inmediatez se transmita a las imágenes (se agradece la valentía del simple hecho de atreverse a salir a grabar cuando ni siquiera se sabía a ciencia cierta lo que estaba sucediendo, tal y como hiciera Hernán Zin en su documental 2020).

Es por tanto muy fiel a la realidad, pero también bastante poco reflexiva. No da la sensación de tener un discurso organizado y, sobre todo, un año después, sabe a poco, incluso desde el punto de vista de los pacientes que han padecido "la COVID larga", dado que sus expedientes sanitarios estaban lejos de quedar cerrados cuando concluyó el documental. Este coronavirus es tan nuevo y se sabe tan poco de él, que de hecho aún estamos luchando por volver a una relativa normalidad sin exponernos demasiado y siguen sin conocerse las razones de que unos pacientes cursen la enfermedad de forma tan grave y otros sean completamente asintomáticos.

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Visto lo visto y a tenor de la situación que vivimos a día de hoy, con una devastadora tercera ola batiendo récords de hospitalizaciones y con unas cifras de mortandad escalofriantes, Vitals se queda muy corta en sus reflexiones y profundiza muy poco más allá del factor humano.

En este sentido, su mayor valor es el de retratar la entrega de las personas al cuidado de los pacientes, su desgaste y sus sacrificios para adaptarse a una situación completamente nueva e impredecible. De alguna forma (será por la que estaba cayendo en Madrid o Barcelona), da sensación también de querer cerrar una capítulo de nuestra historia que no está ni siquiera cerca de llegar a una conclusión. 

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Le habría hecho falta más recorrido en el tiempo para conseguir ser algo más que una foto fija de un periodo tan breve. Muchas de las grandes dificultades que atravesaron (y atraviesan aún hoy) los hospitales no llegan más que a esbozarse: escasez de EPIS, avalancha de pacientes, falta de espacio, triajes salvajes, funerarias copadas de trabajo... Vitals, sea por dar un mensaje positivo o por tratar de agarrarse desesperadamente a ese factor humano del que alardea, resulta algo simplista.

Habría merecido la pena recuperar a las personas que han formado parte del documental (enfermos y sanitarios) unos meses después para preguntarles cómo se sienten respecto a la primera ola, qué ha cambiado para ellos, si es que algo lo ha hecho, y cuál fue el impacto en sus vidas de esta experiencia.

Valga esta obra, eso sí, para rendir homenaje a los que se han ido, a los que después de una larga lucha han salido adelante y a los que dedican su vida a los demás estando al pie del cañón, incluso a pesar de unas condiciones laborales (y familiares) que distan de ser perfectas para el desempeño de su fundamental e indispensable trabajo.