Crítica polifacética de Holy Motors
ACTUALIZADO 16-11-2012: Hoy llega a las carteleras esta película, cuyo inclasificable desarrollo la está aupando como trending topic en Twitter. Esperamos que podáis verla y nos contéis como se os queda el cuerpo...
Léos Carax presenta una película de una complejidad maravillosa para el actor principal, que asume el riesgo de la transformación constante a lo largo de la película y consigue desnudarse por completo mientras cambia de máscara.
A la vez que esto sucede, Carax revisita pasajes cinematográficos, crea otros propios desconcertando al espectador que no sabe qué deriva toma la trama y sorprendiendo a cada instante. Holy Motors inserta cameos memorables como el de una bellísima Eva Mendes o como el de una entregada Kylie Minogue (mucho más inspirada que en Street Fighter: la última batalla), la cual protagoniza uno de los momentos más intensos a nivel emocional y enamora a la cámara una vez más con su elegante presencia y su exquisita voz.
El viaje y el paisaje
En Holy Motors es tan importante la forma como el fondo. La limusina de Oscar se mueve por un París fantasmal que se convierte en el marco de la acción e involuntariamente en un silencioso pero fantástico personaje que se funde con las situaciones en las que se introduce el actor.
El espectador solo puede dejarse llevar por las imágenes para comprender que lo importante no es la meta del viaje (teñido de un humor absurdo que supone un digno fin de fiesta) sino el recorrido, en el que la identidad se diluye en la multiplicidad y hay constantes juegos de espejos en los que se desarrolla una inquietante idea: ¿quién es Oscar?, ¿un actor o solo un hombre que debe asumir diferentes roles?
Me aventuro a contestar: Oscar es un actor de Oscar, porque tiene la inmensa capacidad de mutar de forma magistral y adoptar un registro poliédrico cargado de facetas que se antojan infinitas.
Que comience el baile de máscaras
Como si de una sucesión de diferentes estampas en movimiento se tratara, Lavant va mudando de piel, transformándose totalmente para cada ocasión: cambia su aspecto físico, su forma de caminar, de hablar, de relacionarse: unas veces es comedido y realista, otras histriónico y salvaje.
Nos reconocemos en él en algunas ocasiones, en otras lo aborrecemos o sentimos compasión; rezuma candidez o lascivia en función del momento...
Todo un catálogo de sensaciones que se van sucediendo a lo largo de un viaje plagado de imágenes potentísimas que remiten a grandes películas con una óptica rupturista y polémica. Tal es el caso de la extravagante paradoja del vestido de Eva Mendes, musa de la belleza, que termina reconvertido en un burka de raso.
No queda nada de un personaje en el siguiente y le vemos mudar de piel, que es quizás lo más desconcertante de todo ¿cuál es nuestro papel en la farsa? Porque está claro que es una farsa (en un momento de la película, cuando finaliza la representación, los personajes se despiden cordialmente "hasta la próxima")...
¿Somos simples espectadores, voyeurs o cómplices? ¿Somos siempre los mismos o Holy Motors propone que nuestro propia actitud es cambiante?
¿Pero acaso no somos los actores principales de nuestra propia vida? ¿No asumimos a cada instante un rol diferente?
El cine y la vida se funden en esta delicatessen cinematográfica, no apta para todos los públicos, que requiere paciencia para ser desentrañada y una mirada desprejuiciada para poder ser degustada por los gourmets que tengan paladar para ello y estén dispuestos a salir del cine con más interrogantes que respuestas.
VALORACIÓN:
Excéntrica cinta con momentos álgidos en el plano dramático, humorístico y patético. Teatral y dinámica, es una oleada de aire fresco y un rompecabezas delicioso.LO MEJOR:
Denis Lavant asume el reto interpretativo con pericia; la fotografía y la puesta en escena, ideales.LO PEOR:
No es una película fácil para el espectador, que debe dejarse llevar para disfrutar del viaje.90
ExcelenteDescubre más sobre Raquel Hernández Luján, autor/a de este artículo.
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