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Crítica de 1974. La posesión de Altair, el found footage mexicano

La posesión de Altair
Crítica de 1974. La posesión de Altair, que recupera el estilo found footage (metrahe encontrado). Dirige Victor Dryere, que ha rodado íntegramente en Super 8 para recuperar la estética de los años 70. En cines a partir del 1 de junio de 2018.

Sorprender en el subgénero del found footage es muy difícil, pero el mexicano Victor Dryere se empeña en conseguir, con una película muy pequeñita y artesanal como es 1974. La posesión de Altair, un metraje resultón, fruto del concienzudo trabajo llevado a cabo durante al menos tres años.

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Aunque en ocasiones no pueda evitar caer en lugares comunes (como esos efectos de sonido que tratan de espantarnos), sí que apuesta por una atmósfera muy bien recreada e inmersiva, gracias a su cuidada propuesta estética.

Como avanza el título de la película, nos trasladamos al año 1974, gracias a la aparición de unas cintas grabadas en Super 8. En ellas descubrimos el día a día de Manuel (Rolando Breme) y Altair (Diana Bovio), una pareja recién casada que vive alejada del mundo en medio del bosque y es aficionada a las filmaciones caseras.

Después de sufrir una serie de extraños acontecimientos, desaparecen sin motivo aparente, aunque tememos pistas de lo que estaba ocurriendo en ese hogar desde el momento en el que ella asegura que puede comunicarse con Dios. 

Si quieres recrear los años 70 y una filmación creada en 8 mm., no te queda otra que plegarte al formato. Eso es lo que hace Dryere con gran fortuna en La posesión de Altair: El grano de la imagen y la aparente poca calidad del audio funcionan para crear un mal rollo incipiente que se aleja de las propuestas más actuales (no hay más que recordar Blair Witch, la secuela de El proyecto de la bruja de Blair, que hizo justo lo contrario, abrazando la tecnología que le brindaban drones, cámaras GoPro y dispositivos de grabación y comunicación minúsculos). En este sentido, es de agradecer el riesgo formal y el trabajo casi artesanal para sacar adelante la película con una textura de las que ya no se encuentran. 

No hace bien a la película la sobreexplotación de este trasunto de la técnica del manuscrito encontrado aplicado al cine, que ha tenido exponentes en películas de poco presupuesto pero gran rendimiento en taquilla como Paranormal Activity (es una de las sagas de terror más taquilleras y rentables del cine), a pesar de que en México la moda tardó en llegar, dedicándose al público latinoamericano incluso un episodio Paranormal Activity: los señalados. No es la única, se os vendrán a la cabeza películas como Atrocius, Archivo 253 o Perdidos, en las que de una forma u otra se notaba cierto agotamiento de la fórmula.

Por lo demás 1974. La posesión de Altair termina discurriendo por la senda de lo esperado. El found footage es al fin y al cabo como entrar en un Starbucks... Sabes cómo va a ser el café estés en Vancouver, en San Francisco o en Torrevieja. 

Los actores funcionan bastante bien, destacando la forma en la que se desarrollan las relaciones entre ellos y la dosificación de la información: Diana Bovio (From Prada to nada), el debutante Rolando Breme, Rubén González Garza (El rostro de la muerte) y Guillermo Callahan (El hombre de las gerberas) forman el núcleo duro del elenco y solo hay un desliz reseñable respecto a la estética... Callahan aparece jugando con un cubo de Rubik que en realidad no estuvo a la venta a nivel internacional hasta 1980, a pesar de que sí fue ideado en 1974. Pero esto es evidentemente un dato anecdótico que no interfiere en absoluto con el disfrute de la película.

En resumidas cuentas, La posesión de Altair no redescubre la pólvora, pero ofrece más o menos lo que se espera de una película de terror que va in crescendo y termina con una resolución inesperada. Los momentos terroríficos son pocos, pero están bien construidos y asentados gracias una atmósfera que desde el principio resulta perturbadora.

Ha tardado dos años en llegar a la cartelera española desde que se produjera en 2016 pero, después de ganar varios premios en festivales internacionales de renombre, como el premio de la audiencia del Morbido Fest y el reconocimiento como mejor película latinoamericana y director prometedor en el Festival de Cine de Sitges, ya era hora de que el público pudiera hincarle el diente... Sobre todo si busca algo diferente al cine estándar que parece estar trazado con escuadra y cartabón. La historia quizás está trillada de más, pero el enfoque de la forma, es de lo más curioso.

VALORACIÓN:

La ópera prima de Victor Dryere cuenta con un atractivo suficiente como para superar con creces a producciones mucho más ambiciosas. Su manufactura demuestra que es posible sacar adelante una película desasosegante con pocos medios y que el found footage, todavía, no ha muerto del todo.

LO MEJOR:

El giro final y la creación de una atmósfera inquietante gracias al grano de la película y la recreación de lo que sería un found footage setentero.

LO PEOR:

Termina cayendo en algunos clichés del género, abusando del diseño de sonido para impactar al espectador.
Hobby

70

Bueno

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