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Crítica de Alta Mar, la nueva producción española de Netflix

Alta mar
Alta mar (High Seas), es una nueva producción española para Netflix en clave de thriller de suspense protagonizado por Ivana Baquero, Alejandra Onieva y Jon Kortajarena, entre otros. Está disponible en la plataforma desde el pasado 24 de mayo de 2019.

El suspense es un género difícil de abordar, dado que presupone un juego con el espectador en el cual debe haber unas reglas precisas e inviolables que le lleven a ser sorprendido por una resolución satisfactoria. Dicho de otro modo, una serie como Alta mar, que quiere funcionar como cualquier novela de Agatha Christie, debe sembrar suficientes pistas que nos conduzcan a un desenlace lógico, pero a la vez inesperado sin que "nos olamos la tostada" antes de tiempo.

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Y esto es justo lo primero que hay que señalar: que no funciona en absoluto porque viola esa lógica una y otra vez. Alta mar, que consta en su primera temporada de ocho episodios, ya ha sido renovada para una segunda tanda de capítulos que se estrenarán en 2020. Ha sido creada por Ramón Campos y Gema R. Neira y dirigida por Carlos Sedes (entre cuyos trabajos más recientes se cuentan series como La embajada, Fariña oInstinto) quien, además, ejerce como productor ejecutivo junto a Teresa Fernández Valdés y Ramón Campos.

Se trata de una serie muy ambiciosa que trata de dar glamour a la España de la postguerra, presentando el Bárbara de Braganza, un transatlántico ficticio que parece querer competir con el Titanic, como el buque en el que habrían emigrado miles de españoles a Brasil tras las Segunda Guerra Mundial en busca de fortuna.

El punto de partida lo pone el diario de navegación del capitán en el que advierte que tres asesinatos se han cometido a lo largo de la travesía y que se encuentra consternado por no poder hallar una solución a los misterios que han ido ocurriendo en los días previos. Acto seguido nos retrotraemos a los instantes previos a que zarpe el navío para conocer a Eva (Ivana Baquero, El laberinto del Fauno) y Carolina (Alejandra Onieva), dos adineradas mujeres emparentadas con el dueño del buque que cometerán la osadía de colar un polizón.

La envergadura del proyecto, un drama de época y con una clara orientación hacia el género del suspense, como advertíamos en las primeras líneas, exige una cuidadosa puesta en escena y un diseño de producción exquisito. A Alta mar, no le faltan medios pero, por desgracia, todo resulta excesivamente artificial y poco natural: desde la fotografía hasta las deslucidas cuando no desganadas interpretaciones, entre las que sorprende la escasa calidad...

A todas luces, se diría que los intérpretes de esta serie han sido dirigidos como si de un culebrón se tratara, exacerbando cada gesto, creando estereotipos planos (la sirvienta devota, la wannabe manipuladora, el galán irresistible, el villano sin corazón y suma y sigue cliché tras cliché) y haciendo trizas algo tan importante como el tiempo. Elipsis narrativas irresolutas, balazos que se curan de forma instantánea y muchos jarrones y sillas rotas en cabezas ajenas pueblan una serie con poco sentido y menos imaginación para hacer avanzar una trama pobre y manida.

Introducir a un limitado número de personajes en un lugar cerrado (ya sea una mansión, un tren o un barco, como en este caso) es una poderosa herramienta a la hora de construir complejas relaciones entre ellos y explotar los pequeños detalles, pero no es esta serie de Netflix un producto que atienda a sutilezas: el trazo grueso impera en un guión bastante torpe en el que, para más inri, el reparto parece estar jugando en una fiesta de disfraces a desentonar.

Alta mar
Netflix

Ivana Baquero y Natalia Rodríguez son las excepciones en un elenco en el que ni José Sacristán, ni Manuela Vellés, ni Eloy Azorín, ni Félix Gómez llegan a convencer en ningún momento, a pesar de su dilatada experiencia e indudable talento. Como sucedió con Las chicas del cable, deja la sensación de aportar pocas novedades, más allá de contraer un serial en menos episodios y con más billetes para ponerse en pie.

Se percibe como muy obsoleta y descuidada en su realización, buscando permanentemente planos forzados, contraluces y una ostentación que también acusa la omnipresente banda sonora: de indiscutible calidad, pero también de machacona presencia (otro de los elementos que nos llevan a compararla con seriales de sobremesa del estilo de Amar en tiempos revueltos o El secreto de Puente Viejo de la que tanto se rió Paquita Salasen su segunda temporada, por nombrar algunos ejemplos en los que se guardan los violines para las historias de amor, los platillos para los golpes de efecto y el bombo para las sorpresas peliagudas sin dejarle al espectador un solo "respiro auditivo").

En suma, Alta mar no engancha con facilidad ni paga la deuda que contrae con el espectador de llevar al Bárbara de Braganza a buen puerto. Nos restan, eso sí, ocho episodios para conocer el desenlace definitivo, pero lo mismo más de uno acaba buscando un bote salvavidas con el que perderse mar adentro. 

VALORACIÓN:

Cuesta encontrar las virtudes a esta serie, a medio camino entre una copia barata de una novela de Agatha Christie y El secreto de Puente Viejo en versión marina.

LO MEJOR:

Se nota que la producción es ambiciosa en la pomposa puesta en escena y en la búsqueda de un acabado visual impactante. La música está muy cuidada.

LO PEOR:

Casi todo lo demás: la historia es absurda; las interpretaciones, mediocres; las patadas a la historia son una constante y la dirección, mala.
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