Crítica de Black Box, de la factoría Welcome to Blumhouse para Prime Video

Estamos en octubre, el mes que nos conduce de cabeza a Halloween, y las plataformas digitales se ponen las pilas para ir estrenando solventes películas fantásticas y de terror con las que deleitar a sus usuarios, ávidos de buenos sustos y películas intrigantes.

Prime Video en concreto va a ir incorporando a lo largo del mes a su catálogo cuatro películas de la factoría Blumhouse bajo la etiqueta Welcome to the Blumhouse: el 6 de octubre Black Box y The Lie y el 13 de octubre Nocturne y Evil Eye. De las cuatro encontraréis reseña en nuestra web. Las otras cuatro películas del sello verán la luz ya en 2021.

La conocida productora especializada en el género, se caracteriza por maximizar la rentabilidad de sus exiguos presupuestos y está teniendo un año interesante y provechoso, a pesar de la situación que atraviesa la industria derivada de la crisis sanitaria. Estrenos como El hombre invisible, con Elisabeth Moss, o La caza, que llegó a los cines este verano, han conseguido posicionarse muy bien en taquilla. La nueva apuesta va encaminada a buscar rentabilidad vía streaming y, a tenor de lo que hemos podido ver, la jugada puede volver a salirle redonda.

Arrancamos hablándoos de Black Box (Cajas negras), un drama familiar de tintes fantásticos que bien podría ser un episodio largo de una serie antológica tipo Black Mirror (de los buenos, eso sí), en el que nos presentan a un hombre amnésico. Nolan Wright ha perdido a su esposa en un accidente de tráfico y el traumatismo craneal le ha hecho padecer una muerte cerebral. Tras varios días en coma, los médicos lo recuperan y comienza a tratar de recuperar su vida junto a su hija Ava.

Sin embargo, todo son dificultades: no consigue retomar su trabajo y la memoria le falla, lo que le sitúa al borde de la incapacitación para hacerse cargo de la menor. Esperanzado por la nueva y revolucionaria terapia de la doctora Brooks, especialista en experiencias cercanas a la muerte (ECM) y en terapia neurológica para la rehabilitación de pacientes muy graves, se pondrá en sus manos.

La forma de enfrentarse a las lesiones cerebrales de la especialista consiste en acudir a la hipnosis acceder al inconsciente y a partir de ese punto que sus pacientes traten de recordar los momentos clave de su vida recuperando poco a poco su memoria. Nolan en cualquier caso, se enfrenta a una dificultad adicional: una presencia le acecha en sus pesadillas y sus sesiones de terapia. Y supone una amenaza muy real.

Reglas claras y "vudú tecnológico" verosímil

Uno de los grandes aciertos de este notable debut en el guión y la dirección de Emmanuel Osei-Kuffour es el de dejar muy claras las reglas del juego. Por supuesto, la clave de la película está en las sesiones de terapia que irán revelando los secretos del guión y juegan con una materialización física del inconsciente del paciente. Es algo que hemos visto en películas como Déjame salir o El cazador de sueños (¿recordáis la biblioteca de los recuerdos?) y aquí se simplifica bastante para dejar muy claras las reglas de la narrativa.

Al acceder a su inconsciente, Nolan se sitúa en una "habitación segura" en la que aún puede comunicarse con la doctora Brooks y mediante un reloj analógico puede "navegar" a través de sus recuerdos en los que ya viaja por libre. El software está ideado para almacenarlos y crear simulaciones virtuales inmersivas a modo de back-up.

La tecnología tiene un importante papel, pero a fin de cuentas lo realmente importante son los conflictos de los personajes y sus evolución emocional. En este sentido, resulta desgarradora de la historia de amor paternofilial entre Nolan y su hija Ava, que sufre al ver cómo va perdiendo a su padre.

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Otra buena decisión es la relativa al casting: el protagonismo recae en Mamoudou Athie (Underwater) que tiene por delante el reto de hacernos empatizar con él. Los espectadores estamos abocados a ir descubriendo lo sucedido a la vez que su personaje, rico en cambios y matices, así que como cabeza de cartel su trabajo es impecable. La pequeña Amanda Christine en el papel de su hija, también funciona muy bien y de las intérpretes secundarias destacan especialmente Charmaine Bingwa (Nekrotronic) y Phylicia Rashad (Black Panther).

Respecto a la puesta en escena, Black Box es una película funcional bien planificada y sin grandes excesos en la que se introduce como elemento perturbador la figura de un hombre desfigurado y descompuesto que se retuerce al que da vida el excelente contorsionista Troy James, que consigue ser terrorífico con el chasquear de los huesos de su enigmático personaje. Ya os hablamos de él hace tiempo porque fue el responsable del Windigo de Hellboy, probablemente lo mejor de toda la película.

Recapitulando: estamos ante una cinta entretenida, solvente, que sabe atrapar en su premisa a la audiencia y que, sin grandes alardes desde la producción, llega a una conclusión satisfactoria. Buen arranque para el sello Welcome to Blumhouse. Así, sí.