Crítica de El canto del cisne (Swang Song), un intenso drama de ciencia-ficción de cocción lenta

Ojalá todos los debuts gozaran de la calidad y la trascencencia de El canto del cisne (Swang Song) que llega hoy a Apple TV+. Se trata de la ópera prima en forma de largometraje Benjamin Cleary, que ejerce de guionista y director confirmando que tiene un gran talento para desarrollar ambas facetas.

Es un creador que ha venido desarrollando su carrera en el mundo del cortometraje, habiendo escrito seis pequeñas películas: Kindred, Stutterer, The Great Fall, Love is a Sing, Wave y Glimpe, actualmente en proceso de postproducción.

En El canto del cisne nos presenta a Cameron Taylor, un hombre que ha sido diagnosticado con una enfermedad terminal irreversible y que padece periódicos ataques que lo dejan postrado. 

Está casado con la mujer de su vida, Poppy, que está embarazada y tienen juntos un hijo de ocho años, Cory, al que ambos quieren con locura.

Sin embargo, Cameron se plantea una posibilidad que le brinda la ciencia para romper a su familia con la tragedia de su muerte: ser suplantado por un clon idéntico a él que, sin que nadie lo sepa, ni siquiera él mismo, siga ejerciendo de marido y padre.

Se trata de una técnica pionera que extraerá de él todas sus memorias, incluso las más recónditas para crear una réplica perfecta e indistingible de él mismo. Pero la renuncia que supone guardar el secreto y marcharse sin despedirse de sus seres queridos, empieza a pasarle factura a Cameron que teme que su doble no se comporte como él o llegue incluso a agredir a su familia. 

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Hay varios pilares sobre los que se sostiene muy bien pa película: el primero de ellos el aspecto visual, con un diseño de producción tan elegante como la propia narración que tiende a sacarle partido a una puesta en escena minimalista y muchos espacios diáfanos.

El segundo, las interpretaciones. Mahershala Ali brilla con luz propia desde la contención y consigue implicar emocionalmente a la audiencia sin echar mano de los excesos, a pesar de estar en una situación límite. Interpreta además dos papeles, claro está: el de Cameron y su clon, y si bien son idénticos, se percibe muy bien la desesperación del "Cam original".

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Pero es que además está muy bien arropado por unos secundarios estupendos, comenzando por Naomie Harris, con quien tiene una química sensacional. Mención especial para Awkwafina y Glenn Close, otra enferma. terminal y la doctora encargada de su transferencia de memoria respectivamente, que suman capas a una narración aparentemente sencilla pero llena de detalles importantes. 

El gran valor de El canto del cisne es el de dejar de lado histrionismos y patetismos para afrontar de una forma mucho más madura la muerte, la finitud de la vida y la entrega de aquellos que son capaces de renunciar a una despedida solemne para darle una continuidad a sus vidas, aún a costa de su ausencia.

A pesar de estar inspirada en uno de los grandes tópicos de la narrativa de todos los tiempos, como es la del doppelgänger, tantas veces explotado en relatos, películas y series de televisión (recientemente en el remake de Historias para no dormir, por no ir muy lejos), no cae en la tentación de convertir a uno de ellos en un ente malvado sino que lleva a buen puerto la idea de la dualidad.

De hecho, uno de sus grandes valores es el de evitar los giros dramáticos excesivos: la idea es hacernos pensar sobre qué nos hace ser quienes somos y si seríamos capaces de guardar un secreto tan grande como el de nuestra propia muerte para proteger el futuro de nuestra familia, "vaciándonos" en otro ser clavado a nosotros mismos.

La premisa es inquietante, pero también algo descorazonadora. "En el futuro será tan común como un transplante de corazón", asegura la doctora al cargo y nos deja el anzuelo: ¿pero entonces, solo somos tejidos y recuerdos? ¿Existe el espíritu? ¿Hay algo que nos haga únicos e irrepetibles a pesar de todo? Grandes temas, estos sí, para no dormir.