Crítica de Descarrilados, la comedia nostálgica sobre el Interrail con parte de la muchachada

Hubo un tiempo en el que recorrer Europa a golpe de tren era el sueño de cualquier joven con ganas de ver mundo y recursos presupuestarios limitados. A día de hoy, el programa Interrail sigue activo, aunque las cosas han cambiado bastante: los pases se pueden gestionar en nuestros smartphones y aunque en esencia la cosa va de divertirse y moverse igual que antaño, los tiempos han cambiado (de la era post-COVID ni hablamos).

Fernando García-Ruiz Rubio debuta en el largometraje con Descarrilados, una comedia ligera y veraniega que llega a las carteleras el 20 de agosto para hacernos recordar cómo éramos cuando viajábamos más en plan mochilero con nuestros bocadillos envueltos en papel de plata y muy poco dinero en el bolsillo.

Aunque no hay duda de que el gran gancho para congregar a la audiencia no es tanto la nostalgia sino el reparto de la película, que cuenta entre sus estrellas principales con dos de los integrantes del elenco de Muchachada Nui: los ya veteranos en el panorama de la comedia nacional Julián López (Operación Camarón) y Ernesto Sevilla (Lo dejo cuando quiera) a quienes acompañan el no menos asiduo al género Arturo Valls (Los del túnel), Dafne Fernández (Perfectos desconocidos) y Ana Milán (Paquita Salas). 

La película cuenta con un guión de David Marqués, responsable de la serieDiarios de la cuarentena y del libreto de películas como El club del paro o Cuidado con lo que deseas además de haber escrito la historia original que Javier Fesser transformó en el exitoso guión de Campeones.

¿De qué trata la película? Descarrilados nos presenta a Pepo, Roge, Costa y Juan Luis, cuatro amigos veinteañeros que emprenden un viaje con mala pata: su amistad y su aventura terminan de forma abrupta, algo que los separa durante dos décadas. Sin embargo, un buen día la muerte de Juan Luis vuelve a unirlos de la forma más inesperada, cuando son convocados para la apertura de su testamento.

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Como última voluntad, el finado ha decidido donar su jugosa fortuna de 600.000 euros a sus viejos amigos, imponiendo como única condición que realicen el viaje de Interraíl que se quedó a medias y lleven sus cenizas para poder "vivir" la experiencia, teniendo que publicar en las redes sociales los momentos más relevantes del viaje a modo de prueba.

Por "amor" a su amigo (o más bien por amor a su dinero), los ya cuarentones amigos se embarcarán en una alocada aventura de Interrail al tiempo que resuelven sus diferencias y rencillas del pasado... que no han cambiado tanto en este tiempo. Todo ello mientras recorren las mismas ciudades y disfrutan de las mismas juergas que estaban llamados a disfrutar veinte años atrás, pero esta vez de un modo mucho más patético al estar muy lejos, generacionalmente, del mundillo que les rodea.

Pero... ¿descarrila o se mantiene en pie? Esta pregunta es más difícil de responder: Descarrilados tiene un gran reparto con química y ganas de cachondeo, pero le cuesta rematar los gags. Tiene algunos destellos puntuales de genialidad (como el colocón que uno de ellos se pilla y le hace sentir que está dentro de una máquina de pinball o el uso que se les da a las cenizas de José Luis) pero a grandes rasgos no consigue que la historia despunte por su brillantez u originalidad.

El rey de la cinta es Julián López que, como tantas veces antes, interpreta a un perdedor llamado a encontrarse a sí mismo después de pasar muchos baches. Por lo demás la película es algo irregular, con bromas más afortunadas de otras y hasta algún personaje prestado de series como La que se avecina (como el trasunto de Raluca Petrescu, la novia de Fermín).

La ventaja es que se dirige al público adulto (nada que ver con A todo tren: destino Asturias, la comedia de Santiago Segura que sigue petándolo en cines seis semanas después de su estreno y amenaza con tener secuela), así que, aunque es bastante inocentona, tiene también tiene sus momentos de picardía.

Aunque no sea a 100% satisfactoria Descarrilados es una de esas películas cuyo cartel ya te sirve de reclamo para pagar la entrada. Y si por casualidad eres un espectador crecidito con experiencias propias en el submundo del tren, la disfrutarás por partida doble.