Crítica de Estoy pensando en dejarlo, escrita y dirigida por Charlie Kaufman

¿Cuánto tiempo hace que no veis una película surrealista? Aunque no es lo habitual en el catálogo de Netflix, la plataforma de streaming, que es un auténtico cajón de sastre, os va a dar la oportunidad de ver Estoy pensando en dejarlo, el nuevo trabajo de Charlie Kaufman, el guionista detrás de títulos tan inolvidables como Cómo ser John Malkovich, Adaptation, ¡Olvídate de mí! o Anomalisa a partir del 4 de septiembre.

Y no os vamos a engañar: no es una película que podamos tildar de cómoda o agradable para el espectador: tiene un tono pesimista y taciturno que empapa el guión de principio a fin mientras que los constantes giros de guión hacen que la trama sea bastante críptica a la vez.

Puedes poner en duda todo lo que ves porque nunca tienes clara la concepción del tiempo de la cinta que, obviamente no es lineal y parece ocultar un mensaje realmente duro acerca de la imposibilidad de conectar con alguien y mantener esos sentimientos en el tiempo sin caer en un bucle rutinario en el que la soledad acabe lastrando la relación.

Estoy pensando en dejarlo está narrada desde el punto de vista de una joven que, tras un breve noviazgo, decide acompañar a su pareja a la granja en la que se crió para conocer a sus padres. 

Ella tiene serias dudas acerca de lo que durará su relación ya que, a pesar de sentir una conexión especial con Jake, a quien considera un hombre culto, atento y agradable, no cree que sea el hombre de su vida.

A lo largo del trayecto en coche, él parece darse cuenta de sus pensamientos y comparten una serie de reflexiones acerca del paso del tiempo, de la forma en la que se cae en la rutina y los días empiezan a ser todos iguales.

Cuando llegan a la granja, nada sale como estaba planeado. Ella conecta rápidamente con los padres de Jake, pero a la vez se siente alienada y desconcertada por un lugar lleno de recuerdos y vivencias dolorosas.

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Una reflexión sobre el arte desde el arte

La protagonista es un personaje mutable a quien vemos evolucionar delante de nuestros ojos. Una de las claves para comprender sus progresivas transformaciones nos la da el color de su atuendo, que pasa de los tonos cálidos, alegres y "encendidos" hasta llegar a la gama de los tonos más fríos, dominados por los azules, mucho más apagados y tristes.

Estoy pensando en dejarlo echa mano de la animación, de la poesía, de la pintura, de la danza, del musical y de las citas a creadores como Cassavetes o filósofos como Guy Debord para llevarnos a pensar en la naturaleza de la realidad y lo que la diferencia de la representación, si es que en algo puede distinguirse de aquella, sobre todo si tenemos en cuenta que el acto central y la excusa argumental de la película es la presentación de una extraña a una familia... ¿Puede haber acto más teatral y coreografiado dentro de la vida cotidiana?

El tiempo en descomposición

¿Poetisa, gerontóloga, física, pintora? Nuestra protagonista es un ser dolido y doliente que en todas las facetas que muestra en Estoy pensando en dejarlo muestra una especial sensibilidad hacia el paso del tiempo y lo que genera en el ser humano: el rechazo, la falta de empatía, la necesidad de huir, de desligarse el futuro inevitable que a todos nos aguarda. Por eso la película no duda en hacer un recorrido desde la frescura de la juventud hasta la proximidad del final en la senectud. Las relaciones paterno-filiales son una muestra de cómo se producen estas tensiones de amor y distanciamiento.

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Podría ser una película que se quedara en el retrato del paisaje interior, pero Estoy pensando en dejarlo desborda esa frontera para hablar también de la sociedad y de su relación con la belleza retratando a las personas que viven al margen de la norma, al igual que nombra a esas celebridades que son exponentes de corrientes artísticas independientes. 

Y cuenta con interpretaciones que son para quitarse el sombrero: comenzando por unos entregadísimos y estelares Jessie Buckley (Chernobyl) y Jesse Plemons (Fargo) y cuenta asimismo con otros dos fenómenos de secundarios como son Toni Collette (Hereditary) y David Thewlis (Wonder Woman). 

En suma, no es una película sencilla, ni se presta a una única interpretación, sino que deja cancha libre al espectador para que fluya con las imágenes y los diálogos (tremenda la ausencia de banda sonora, salvo por música diegética puntual y los tramos musicales así como los momentos de "sordera" en los que no oímos qué dicen ciertos personajes, acusando así la confesa incomunicación que se produce a veces entre las personas). Hay pasajes en los que esto es muy fácil y otros que se hacen cuesta arriba, pero en general podemos decir que es una de esas películas en las que el espectador se va subiendo y bajando del tren narrativo sin que por ello deba tener un gran cargo de conciencia. Puede que pienses en dejarla, pero te recomendamos que llegues hasta el final para sacar tus conclusiones...