A simple vista, habrá quien piense que Hipócrates es "otra serie de médicos" teniendo en mente otras ficciones en las que se mezclan las tramas de hospital con las sentimentales al estilo de House, Hospital central o Anatomía de Grey, por poner ejemplos longevos y archiconocidos, pero hay algo que distingue y eleva esta propuesta francesa por encima de todas las anteriores.
Los personajes son interesantes per se y tienen relaciones entre ellos, qué duda cabe, pero como uno señala al final, "a quién le importa eso". Y es que la serie quiere ir a lo importante: lo que es el sistema sanitario público en sí, cómo funciona, cuáles son los problemas y carencias a los que se enfrenta y hasta qué punto afecta el factor humano al trato y al diagnóstico de los pacientes.
Y, claro, a día de hoy, cuando estamos viendo cómo se pone a prueba debido a la pandemia de COVID-19, es especialmente relevante e importante conocer el punto de vista de un cineasta y creador como Thomas Lilti que fue médico antes de meterse en este mundillo y ha sabido trasladar su experiencia tanto a éste como a sus trabajos anteriores entre los que destacan Un doctor en la campiña y Mentes brillantes.
La serie Hipócrates se compone de ocho adictivos episodios de una hora de duración que son fácilmente maratoneables y a lo largo de los cuales conocemos el periplo de tres residentes y un forense que tienen que encargarse del ala de medicina interna de un hospital de París.
Chloé, Alyson, Hugo y Arben se ven obligados a asumir una carga de trabajo sin precedentes sin haber completado aún su formación.
La razón es que un patógeno desconocido parece haber sido el causante de la muerte de un paciente, de modo que los médicos titulares están obligados a realizar una cuarentena preventiva. Aunque en principio se prevé que la situación solo dure 24 horas, sobre la marcha el escenario va cambiando y una anquilosada burocracia extiende la situación en el tiempo poniendo en riesgo muchas vidas.
Las cuatro secciones del hospital que deben atender siguen recibiendo enfermos de reanimación, urgencias y se van congestionando, forzando a los médicos menos experimentados a cometer errores y elevando el nivel de estrés del grupo. Con el tiempo reciben a dos doctores retirados como refuerzo pero tanto su modus operandi como las realidades a las que se tienen que enfrentar hacen que se produzcan roces y haya algunos problemas. La mentalidad de la sociedad ha cambiado y la profesión requiere a veces inmediatez y a veces tomar decisiones muy meditadas, así que aunque tienen la experiencia y los conocimientos, hay ocasiones en las que les falta sangre o les sobran prejuicios.
En cualquier caso Hipócrates viene a dignificar a las figuras de los médicos, sujetos al juramento hipocrático que sirve de título a la ficción y los profesionales de la salud como enfermeros y personal administrativo sin para ello caer en la hagiografía, sino reparando precisamente en sus puntos débiles para que seamos conscientes de su condición humana y las circunstancias en las que en determinadas ocasiones se ven forzados a ejercer su profesión.
En resumidas cuentas, es probable que una serie de ficción como ésta, con sus licencias narrativas pero muy pegada a la realidad, nos sepa decir más ahora mismo de nuestra salud pública que el telediario. Personal, material disponible y provisionado y fondos son los tres bloques sobre los que se construye una de las arterias básicas para garantizar una sanidad pública eficiente y coordinada a la que parece que solo nos remitimos en tiempos de dificultad pero que hay que cuidar de forma constante. Lo estamos aprendiendo por las malas y no será por advertencias.
Aún no sabemos si habrá una segunda temporada de Hipócrates, pero cuenta con toda nuestra atención de ser así. Lanzada en 2018 en Francia, arrasó en audiencia, así que hay interés de sobra que justificaría que llegara en algún momento. Por cierto, es tan visionaria a pequeña escala como lo fue a gran escala El colapso.
VALORACIÓN:
Éxito de audiencia en Francia en 2018 y realmente visionaria en 2020, Hipócrates narra cómo un grupo de residentes tiene que hacer frente a una emergencia sanitaria a pequeña escala. Hay que verla para sacar conclusiones, pero las similitudes con nuestro sistema de salud público son evidentes.LO MEJOR:
La naturalidad del reparto, lo cotidiano de los problemas con los que lidian como la falta de recursos y personal e incluso sus rencillas internas.LO PEOR:
El final deja muchas dudas en el aire. ¿Habrá una segunda temporada? Ojalá que sí, los personajes lo merecen y la audiencia también.88
Muy bueno
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