Crítica de Infinite, la nueva película de ciencia-ficción dirigida por Antoine Fuqua y protagonizada por Mark Wahlberg, Chiwetel Eijofor y Sophie Cookson. Estreno en Prime Video el 22 de octubre de 2021.
Recién salida del horno, tenemos que hablar de Infinite, una película destinada en principio a salas comerciales que ha terminado estrenándose, por la puerta de atrás y sin promoción alguna en nuestro país, en la plataforma Prime Video, después de que Paramount le vendiera los derechos a la plataforma.
Esta práctica, que le ha venido funcionando bien a la distribuidora con otros títulos, en principio cesará una vez que vea la luz Paramount+ en nuestro país (evento sin fecha en el calendario aún), y dispongan de su propia plataforma de lanzamiento para aquellas ocasiones en las que no estén tan "seguros" de la rentabilidad de un estreno tradicional en la gran pantalla.
Tráiler de Infinite, con Mark Wahlberg y Chiwetel Ejiofor
Con Infinite estamos ante una película dirigida por Antoine Fuqua, justo anterior al rodaje de Culpable, de la que ya podéis disfrutar en Netflix y que cuenta como material de partida con la novela "The Reincarnacionist Papers" escrita por el estadounidense D. Eric Maikranz.
El propio periplo de la historia para llegar a convertirse en una película da para un guión curioso: el autor encontraba muchas dificultades para llamar la atención de un agente literario que pudiera vender el libro a Hollywood, de modo que se valió del crowdsourcing para conseguirlo ofreciendo una comisión a sus lectores.
Año y medio después se puso en contacto con él un director adjunto y en 2017, Paramount le compraba los derechos. De la adaptación se han encargado Ian Shorr (Training Day) y Todd Stein (La hora señalada).
Pero, ¿de qué trata la película? Infinite arranca presentándonos un mundo en el que hay unos individuos llamados "infinitos" que tienen la capacidad de reencarnarse y recordar sus vidas pasadas, de modo que mantienen sus conocimientos y habilidades que suelen aflorar en la pubertad.
Dicho colectivo está dividido en dos bandos: los creyentes y los nihilistas. Los primeros confían en legarle a la Humanidad un mundo mejor mientras que los segundos abogan por la destrucción del sistema de reencarnación, acabando con todos los seres vivos de la Tierra.
En este contexto conocemos a nuestro protagonista, Evan McCauley, diagnosticado de esquizofrenia desde muy joven, aunque su problema es, precisamente, tener bloqueada la memoria. Con ayuda de algunos creyentes conseguirá acceder a sus anteriores reencarnaciones, una de las cuales guarda un gran secreto del que depende la supervivencia de todos ellos.
Su gran enemigo a batir será Bathurst, un hombre cuyo sufrimiento cuando su conciencia cambia de cuerpo le mueve a terminar con todo.
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A pesar de estar ante, en principio, una atractiva propuesta de ciencia-ficción y de contar además con un solvente presupuesto, tenemos que decir que Infinite es un desastre en casi todos los sentidos.
El guión no consigue aprovechar la premisa principal y establece una contienda maniquea en la que los personajes no tienen matices ni escala de grises: son planos, predecibles y bastante aburridos y las interpretaciones de los protagonistas distan mucho de ser ideales, al punto de llegar a rozar lo ridículo en ciertos momentos.
Aunque Mark Walhberg suele ser un actor muy comprometido con sus papeles, aquí parece tener el piloto automático puesto y Chiwetel Eijofor tampoco consigue persuadirnos con su interpretación. ¿Una mala dirección de actores? Seguramente, sí.
El gran atractivo de Infinite son las escenas de acción, bien rodadas por un Fuqua muy experimentado ya en estos procesos, pero que no terminan de cuajar como deberían en la medida en la que parecen una sucesión de secuencias marcadas en el guión pero sin trascendencia argumental más allá de justificar el presupuesto. Cada momento llega "cuando toca" pero carece de interés per se.
También hay que valorar positivamente la puesta en escena porque la película ha contado con muchos recursos y se nota: entrega algunas preciosas imágenes y composiciones en las que se le saca partido a la escenografía.
Por lo demás, da la sensación de que infinite toma demasiadas ideas prestadas de películas mucho más solventes: desde Origen hasta La vieja guardia que, por cierto, supieron desplegar de una manera mucho más cautivadora e inspiradora sus ideas. Dicho lo cual, ojo la secuencia final, que tiene su miga.