Critica de Los Irregulares: Netflix apuesta por el Universo Sherlock

Netflix, tenemos que hablar. ¿Qué pasa con Sherlock Holmes? ¿Cuál es el atractivo que tiene la Londres victoriana cargada de misterios, cadáveres en los callejones, suciedad y humo de las fábricas conquistando el cielo? Hace unos meses fuimos partícipes del estreno de la película Enola Holmes, protagonizada por Millie Bobby Brown en el papel de la hermana adolescente del excéntrico detective privado londinense, encarnado nada más y nada menos que por el mismísimo Henry Cavill. Pero, por si eso no fuera suficiente, ahora ha llegado a la plataforma streaming la nueva propuesta contextualizada en este universo: Los Irregulares.

Los Irregulares (The Irregulars) es una serie británica creada por Tom Bidwell y protagonizada por Thaddea Graham, Darci Shaw, Jojo Macari, McKell David y Sheila Atim, entre otros. Está distribuida por Netflix, pero la productora independiente que está detrás de la producción es Drama Republic, creadora de otros títulos como Us, Life, Pure, Wanderlust o The Honorauble Woman. Y que nos mete de lleno en ese Universo Sherlock Holmes del que hemos hablado previamente.

La serie de Netflix de Los Irregulares tiene un total de ocho episodios de 50 minutos de duración. Ya está disponible en la plataforma streaming y os recomendamos, antes de comenzar con el análisis de lo que hemos visto, que le echéis un vistazo al tráiler oficial para que ya os hagáis una idea de por dónde van los tiros con esta nueva producción holmesiana (¿ese concepto existe?). Una vez hecho esto... ¡vamos con la crítica!

El Universo Sherlock Holmes se hace más grande y un poco más "raro"

La premisa de Los Irregulares es un concepto muy interesante a la hora de aproximarse al género holmesiano (se nos sigue haciendo raro usar este término, pero vosotros nos entendéis). Y cuando decimos raros es que todo nos recuerda a Sherlock Holmes, pero al mismo tiempo no necesita del legendario personaje detectivesco para sostenerse, porque la trama está protagonizada por un grupo de chicos y chicas jóvenes que se pone al servicio del mismísimo Sherlock a la hora de investigar extraños sucesos en la Londres victoriana.

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La urbe londinense se mantiene en todo su esplendor victoriano, con esas enormes volutas de humo saliendo de las chimeneas industriales, esos callejones empedrados, esas aceras sucias, mugrientas, con charcos aquí y allá. Todo nos recuerda al Universo Sherlock y, sin embargo, nos coloca a una extraña amalgama de inadaptados que evoca a grandes rasgos la vida callejera de Oliver Twist. Será ese extraño grupo el que trabajará para Sherlock Holmes y el Doctor Watson, ayudándoles a resolver crímenes y misterios por la capital británica de la época.

Si bien es cierto que la premisa podría ser muy interesante, honestamente lo hemos expuesto lo más atractivo posible. Podría funcionar bien, debería funcionar muy bien. Pero el ritmo narrativo, el avance de la trama y el desarrollo de los personajes se solapa por un interés tangible de la propia producción en ofrecer más de lo necesario. Los Irregulares es consciente de que tiene potencial, mucho potencial; de que pertenece a un universo con una mitología y unos mecanismos concretos. Y se esfuerza por querer añadir todos esos ingredientes a una historia que, realmente, no los necesita, que debería sostenerse en otros elementos mucho más propios que los identitarios de sus precedentes.

Ese atropello constante, ese imperativo invisible por parecerse a lo anterior, hace que la heterogeneidad del grupo de protagonistas se convierta en algo voluble, obligando a la serie a perder una de sus mayores virtudes y fortalezas en beneficio de unas ganas locas por dejarnos claro que esto se parece a Sherlock Holmes... cuando realmente debería limitarse exclusivamente a vivir dentro de ese universo.

En ese sentido, el apartado técnico es brillante, al igual que las caracterizaciones. La producción ha preferido hacer algo reconocible antes que rompedor, a pesar de lo transgresor de su premisa, de la propuesta tan interesante y fresca que aportaba. La factura en la dirección de fotografía es notable, acompañando a unos diseños de producción pulidos y un trabajo de vestuario y maquillaje destacables. El mundo está ahí, eres capaz de sentirlo y no rechina ante tus ojos; de hecho, es un valor muy activo dentro de la historia, dado que los entornos, el contexto de la ciudad, se postula como una carta de amor al género, el mundo y la época.

Sin embargo, la sensación que uno se lleva tras ver Los Irregulares es... amarga. El punto de partida proponía algo distinto, algo sumamente interesante; pero no ha sabido materializar ese arrojo, ese ofrecimiento inicial, y ha terminado siendo quizá más de lo mismo. Su aportación al Universo Sherlock no es casi significativa y el potencial sigue estando ahí. Seguramente podría haber sido mucho más gratificante si hubieran creído en sus posibilidades y hubieran apostado por su historia, por su trama, por sus personajes, sin mirar al pasado o al presente, sin tener en cuenta la herencia o la mochila audiovisual de lo ya hecho.

En definitiva, Los Irregulares es una serie con una premisa sugerente, personajes muy heterogéneos con los que es fácil simpatizar y un pasatiempo muy curioso que dejará satisfechos a muchos amantes de la Londres victoriana y de las aventuras de Sherlock Holmes. Todo sabe a nuevo y viejo al mismo tiempo, y la única duda que nos deja es... ¿qué habría pasado si hubieran sido un poquito más valientes?

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