Crítica de Juego de asesinos: Gerard Butler y Frank Grillo la lían parda en una comisaría

¡Hora de un poco de acción! Si os apetece dejar de lado el cine intenso y ver algo mucho más liviano, Juego de asesinos es una de esas propuestas que piden a gritos un buen cubo de palomitas para disfrutarla de lleno.

Joe Carnahan, un viejo conocido que frecuenta siempre que puede el género con cintas como Infierno blanco, Giro inesperado o Muere otra vez vuelve pos sus fueros con una película en la que reina la violencia y que muestra claramente que todo esto es un juego de buenos y malos, como lo ha sido siempre. Además firma también el guión junto al debutante en el largo Kurt McLeod.

A su favor, por tanto, y en primer lugar su grado óptimo de autoconsciencia y su eficiencia a la hora de entregar el producto que los espectadores esperan: una encerrona, una trama asequible y un final juguetón.

La historia se desarrolla en una comisaría de pueblo en la que encierran a Teddy Murretto, un astuto estafador a quien da vida Frank Grillo ataviado con unta coletilla al estilo de El último samurai, peli de la que de paso se cachondean en un momento dado.

Su objetivo es esconderse de Bob Viddick, un asesino a sueldo que ha sido contratado para darle caza. Sin embargo, la cárcel no puede proteger a Murretto por mucho tiempo, ya que Viddick está empeñado en cumplir su encargo en cuanto tenga oportunidad, para lo cual planea hacerse pasar por otra persona.

El panorama se complica todavía más cuando se apunta a la fiesta Lamb, otro asesino rival bastante descerebrado pero entrenado para matar de forma sanguinaria, que hace estallar el caos total en el lugar dejándolo sembrado de cadáveres. Lo único que separa a Viddick y Murretto de Lamb es la tenaz resistencia de una policía novata de férreas convicciones que promete dar mucha guerra.

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Como queda claro desde el comienzo hay varias corruptelas de por medio en Juego de asesinos, pero la narración es muy asequible, con lo que queda claro que va a haber fuego cruzado y que la pobre policía no va a tener nada claro de quién fiarse. Mejor dicho: va a tener claro que no puede fiarse de nadie y las va a pasar canutas.

El momento álgido de la película es la irrupción en escena de Lamb, papel que Toby Huss maneja de maravilla recreándose en un histrionismo cargado de mala baba. Ya que le toca hacer de psicópata incontinente a la hora de matar, lo hace a lo grande, apareciendo como un elefante en una cacharrería y haciendo correr ríos de sangre.

Poco que objetar en el plano de la realización como tal: es un thriller sencillo pero con suficientes alicientes como para proporcionar un entretenimiento satisfactorio. El hecho de que haya un único escenario (salvo por un flashback y el epílogo) hace que la producción esté bien contenida y se manejen los recursos con mayor eficiencia. 

Ponerse a hurgar en la herida de la credibilidad de lo que cuenta es perder el tiempo, porque va al espectáculo y no precisa darle demasiadas vueltas. Así sí, vais a ver varias fantasmadas estupendas, pero... qué demonios, a eso vais.

Gerard Butler y Frank Grillo aceptan de buen grado sus papeles que, salvo en el caso del segundo, no implican despeinarse demasiado, y es un placer ver a Alexis Louder en un papel más lucido que en La guerra del mañana, puesto que ella es el eje vertebrador de toda la trama como símbolo de la resistencia del bien frente a los malvados... que son básicamente todos los demás.

Como punto original, el guión tiene pildoritas como las que comentábamos más arriba, haciendo alguna que otra chanza metaligüística sobre el mundo del cine y hay dos momentos en los que los personajes cantan que son bastante hilarantes.

La complicidad de la audiencia tiene mucho que ver con la banda sonora deClinton Shorter (Distrito 9) que le da el tono perfecto a la cinta para que tengamos clarísimo lo que vamos a ver. Bien jugado.

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