Crítica de Noche de bodas, una comedia irreverente

Poco necesita Noche de bodas para proporcionar un banquete memorable: apenas tres o cuatro escenarios básicos, una situación completamente alocada y, eso sí, una scream queen maravillosa, la australiana Samara Weaving, que sostiene con una interpretación tan acertada como hilarante toda la película.

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En los pases del Festival de Cine de Sitges donde tuvimos el placer de verla en un ambiente muy adecuado, con los espectadores jaleando cada golpe, cada muerte y cada giro argumental, la actriz envió un mensaje a la audiencia previo al visionado en el que nos deseaba que lo pasáramos tan bien viéndola como ella rodándola. Hacía doblete, por cierto, ya que también interpreta a Nix en Guns Akimbo, otra divertidísima película de la que os hablaremos en breve y que constata que la vamos a ver asiduamente en películas de género, para nuestro regocijo.

Ella es la novia en Noche de bodas, una cinta en la que nada sale como ella espera una vez que contrae matrimonio con el rico heredero de una familia de lo más particular.

Después de un ostentoso enlace en que le tiene que sobrellevar las excentricidades de los cínicos parientes de su ya marido, que no aprueban su enlace, ella presupone que tendrá una noche de bodas normal, pero eso queda fuera de su alcance cuando se ve obligada a participar en una extraña tradición.

Se trata de jugar con todos sus nuevos parientes a lo que salga al azar. Para su desgracia, el juego es el del escondite aunque con un giro macabro. Si la encuentran, la matarán, así que tiene que mantenerse con vida hasta el amanecer. Los guionistas Guy Busick y Ryan Murphy debutan en el largometraje con este libreto en el que dan rienda suelta a su imaginación para mostrar las tribulaciones de esta joven para tratar de volver a ver la luz del sol transformándose paulatinamente en una verdadera superviviente con una evolución física y psicológica bestial.

Pero, ¿qué coño le pasa a los ricos?

La película, que ha sido codirigida por Tyler Gillett (V/H/S) y Matt Bettinelli-Olpin (El heredero del diablo) es ante todo una propuesta de entretenimiento con toques de cine fantástico y de terror, pero también se permite hilvanar algún que otro mensaje satírico que le sienta muy bien.

Así, se regodea en la familiaridad de las clases adineradas con el alcohol y las drogas además de mostrar lo poco que le importan los demás: se mueven a otro nivel y solo les interesa mantener sus privilegios, sin que les importe lo más mínimo el coste. En este sentido es bastante ingeniosa a la hora de introducir estos momentos de crítica ya que siempre tenemos el punto de vista de la protagonista, alguien bastante normal tal y como se trasluce desde su presentación.

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Por el camino, momentos gore, algún que otro susto de los que te levantan de la butaca y sobre todo toques de humor que nos han traído a la cabeza la película y la serie de Lo que hacemos en las sombras, por hacer un paralelismo con una obra reciente con la que comparte mala leche y estilo cómico. 

En fin, dado el tono ligero de la película, pedirle un empaque más serio o incisivo puede que fuera demasiado, pero sí que se echa en falta quizás que se carguen algo más las tintas... en cualquier caso, Samara Weaving ha demostrado una vez más estar dotada para que el espectador empatice con ella y, como pasatiempo, Noche de bodas es una película bastante sorprendente, así que os la recomendamos mucho. ¡Y viene de la mítica Hammer! Menuda carta de presentación...