Crítica de Operación Kandahar, cine acción con Gerard Butler que puede confundir al espectador

Las salas de cine vuelven a encontrarse con Gerard Butler unos meses después del estreno de El piloto. El actor encasillado en el cine de acción protagoniza Objetivo Kandahar (su título original es solamente Kandahar), una película dirigida por Ric Roman Waugh (Objetivo: Washington D.C).

Si en El piloto podíamos ver a Gerard Butler luchando contra el ecosistema humano y natural de Filipinas, en Operación Kandahar lo hace en los desiertos de Irán, Pakistán o Afganistán. Porque, al igual que en otros clásicos de acción, es un estadounidense que lucha por restablecer el orden, o al menos establecer uno acorde a las políticas de Estados Unidos.

Pero lo primero de todo, aquí está el trailer que da buena cuenta de qué se puede encontrar en Operación Kandahar.

Tom Harris es un agente de la CIA acostumbrado a misiones de alto riesgo que ha participado en el sabotaje, o más bien la voladura, de un reactor nuclear en Irán. Tras una serie de circunstancias, acepta otra misión, pero sufre el peor de los contratiempos: su identidad es desvelada y tiene que huir cuanto antes.

El problema está en que para hacerlo solo tiene una oportunidad. Debe ir al aeropuerto de Kandahar donde aterrizará durante unos minutos un avión de Reino Unido. Este se encuentra a cientos de kilómetros y hay que llegar en 30 horas.

Al protagonista y su acompañante, un traductor, los persiguen diversos grupos militares con el objetivo de acabar con ellos, pero también mercenarios que quieren atraparlos para venderlos y cobrar la recompensa. 

Con estas piezas sobre el tablero, el espectador ya puede imaginar lo que le espera durante los 119 minutos que dura Operación Kandahar, aunque es cierto que pueden sorprenderle algunas decisiones.

Mucho que contar, quizá demasiado

Lejos de lo que se ha mostrado en multitud de películas, en Operación Kandahar tratan de dar cierta verosimilitud a las distintas vertientes políticas y religiosas que no solo confluyen en un país, sino en los distintos que se transitan. Una misión complicada que es honrosa, aunque también difícil de transitar.

En diversas críticas estadounidenses se le achaca la poca acción que tiene, pero más que falta de acción, hay exceso de explicación. Tanta que en una película de estas características puede ser un problema para quien solo busque tiroteos, explosiones y sangre.

De esto también hay y debemos reconocer que en algunos momentos sorprende cómo están rodadas las escenas de acción. Ric Roman Waugh tiene el deseo de intentar algo distinto, que reúna tecnología militar realista y también la habitual dosis de exageración que se espera.

En este punto es donde Butler se encuentra más cómodo, o al menos creíble. Más que un padre de familia deseando volver a casa y ver a su hija, encaja como un profesional capaz de enfrentarse a los carismáticos enemigos que le salen al paso, todo ellos con un trasfondo personal que siempre se intenta matizar, porque ante todo, insisto, se trata de mostrar sensibilidades.

Esto choca con la perspectiva política que tiene Operación Kandahar. Sin ser Rambo, sí que sufre esa mirada estadounidense del mundo y el inevitable proselitismo del way of life más razonable según su punto de vista.

Cuando se reposa el largometraje queda una sensación algo confusa por los términos planteados. Hubiese funcionado mejor como historia de acción sin tanta explicación, o como una de espionaje donde introducir el abanico de perspectivas, pero la mezcla de todo genera cierta extrañeza.

Aun así, el último tramo de la película regala el esperado y largo climax lleno de emociones, sacrificios, grandes explosiones, sorpresas y un mensaje final acorde al género. 

¿Servirá esto para contentar a los fanáticos de la acción? Es complicado asegurarlo con tantos frentes como toca, pero no hay que tenerle miedo.