Crítica de El protector, con Antonio Banderas retomando su faceta de actor de acción

"No hay papel pequeño", se suele decir. Y en el caso de El protector, una película menor que podría pasar por telefilm esto es más cierto que nunca.

Para Antonio Banderas que viene de hacer lo que le da la real gana, ha debido ser una cuestión casi personal la de protagonizar esta película (que nada tiene que ver con The Equalizerprotagonizada por Denzel Washington) que supone el debut en el largo de su director Richard Hughes.

Anteriormente, el también guionista de origen australiano había ido cultivando una carrera de éxitos en el terreno de la publicidad, los cortometrajes y las campañas de moda. Y ya sabemos que a nuestro malagueño no hay nada que le motive más que apoyar a talentos incipientes. Él carga sobre sus hombros con el papel protagonista y presta su imagen como principal reclamo para la audiencia.

El protector nos traslada a Miami (aunque la película se ha rodado en Grecia) para conocer a Cuda, un sicario que ha cumplido condena en prisión, lo que le ha separado de su familia. Al poco de salir de la cárcel vuelve a ponerse a las órdenes de su jefa Estelle, aunque pronto se da cuenta de que en su ausencia las cosas han cambiado mucho.

El negocio ya no se basa en el narcotráfico, sino en el cibersexo tras una tensa alianza con un grupo especializado y eso implica subyugar incluso a menores de edad que se ven envueltas en mafias inmisericordes.

Cuando Cuda se cruza con Stray y Billie, dos jóvenes que de una forma u otra comienzan a formar parte del sistema de la organización criminal con la que él ya no se siente identificado, decidirá actuar por su cuenta.

En verdad tiene todas las de perder, pero su propósito es firme y nada hará que se detenga, aunque se vea obligado a arriesgarlo todo.

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Banderas es un jefazo

El protector tiene dos problemas graves: un guión algo flojo y una estructura circular que nos priva de demasiadas sorpresas. Esto no significa que la película sea en sí mala sino que, por sus reducidas dimensiones y sus escasas pretensiones, simplemente se quede en el terreno del aprobado raspado. 

Es más, quien levanta la película en su totalidad es Antonio Banderas, el único integrante del reparto con el carisma necesario para hacer que nos creamos su rotundidad cuando estalla la violencia y su contrapartida vulnerable cuando aflora su humanidad.

Como además es un actor bien generoso es de ley decir que ha hecho algunas aportaciones personales al guión, que le dan por una parte más verosimilitud al personaje y de paso sirven para meterse al público español en el bolsillo, desde expresiones hechas (tacos, claro) hasta una foto suya de jovencito.

Al final, es su arco de evolución el que sirve de pretexto para componer la trama principal de la película, ergo es una historia de redención y de viraje en la evolución del protagonista.

El argumento, con un criminal con cargo de conciencia en busca de expiación de sus pecados antes de caer de forma definitiva, está ya muy trillado, así que es difícil que los espectadores se sorprendan o se sientan conmovidos por El protector más allá de que reconozcan que el trabajo de Banderas es impecable.

En el nivel del subtexto está la denuncia de cómo operan las mafias en los bajos fondos aprovechándose de las personas más jóvenes, débiles y vulnerables. Se diría que se recrea una Miami diurna, despreocupada y luminosa, y una ciudad nocturna mucho más inquietante y sombría en la que operan estas redes (ojo al set de la caverna del cibersexo, que da pavor).

Se trata de una contrapartida inquietante aplicable a cualquier otro entorno en el que hay una realidad menos pública, soterrada, pero que marca la diferencia. En resumidas cuentas, con sus dificultades, que las hay, la película tiene sus virtudes. El final se ve venir de lejos, pero ver a Banderas en un rol de acción tiene su punto.