The Quiet Girl es la adaptación en irlandés del relato "Foster", escrito por Claire Keegan y traducido al castellano como "Tres luces" por la editorial Eterna Cadencia y al catalán como "Tres Llums" por Minúscula Editorial.

Publicado por primera vez en el New Yorker y declarado "Lo mejor del año" por la revista, el relato fue ampliado y publicado como libro independiente por Faber & Faber en 2010. 

Ahora se ha transformado en película en el debut del director y guionista Colm Bairéad convirtiéndose en la cinta de habla irlandesa más taquillera de la historia y con un montón de premios avalando su indiscutible calidad: fue premiada en la Berlinale y ganadora de la Espiga de Plata, el Premio del Público y el Premio de la Crítica en el Festival de Cine de Valladolid.

Además de colarse en la lista final de nominadas a película internacional en los Óscar, ha estado nominada como mejor película de habla no inglesa y mejor adaptación en los BAFTA y se ha hecho con la mejor fotografía en los Premios del Cine Europeo. Todo esto nos sirve de prólogo para alabar las fortalezas de The Quiet Girl: el guión, el reparto, la humanidad de la historia y su plasmación visual.

The Quiet Girl nos desplaza a los campos irlandeses de principios de los años 80 para narrarnos la historia de Cáit, una niña de nueve años que vive en una familia numerosa con escasos recursos. Se enfrenta a muchas dificultades: le cuesta estar a la altura de sus compañeros en clase, tiene hambre a todas horas y aún no ha conseguido dominar los esfínteres por la noche.

Vive avergonzada y encerrada en sí misma. A la vista de la finalización del quinto embarazo de su madre, es enviada a pasar el verano con unos familiares mejor posicionados: una pareja sin hijos que también se dedican al trabajo de campo y al ganado en el medio rural, aunque gozan de más comodidades.

Eibhlín y Séan Cinnsealach reciben a la niña con los brazos abiertos y le dan el amor que en su casa se le niega por sistema, lo que hace que pronto supere el bloqueo emocional con el que llegó a la granja. Cáit descubre así qué es un verdadero hogar y qué diferencia hay entre la vergüenza y el dolor que ocultan sus tíos.

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De amor y duelo

Aparentemente The Quiet Girl es una película muy sencilla: su premisa principal nos lleva a comprender el arco de evolución de un personaje que deja atrás la niñez para alcanzar nuevos pasos en su madurez emocional.

Pero, para llegar ahí, a ver ese crecimiento y cómo se cultiva una creciente complicidad entre ella y sus dos nuevas figuras de referencia, hay todo un mundo de emociones exploradas con una sensibilidad inusitada. La narración nos lleva a empatizar de inmediato con la protagonista y a partir de ese momento, ya estamos acompañándola en su viaje como si lo viviéramos todo en nuestras propias carnes.

Tan suyas como nuestras son las tristezas y las alegrías, los momentos de libertad, los descubrimientos y las decepciones, sobre todo cuando un personaje ajeno a su vida se cuela en ella para romperle la autoestima y tratar de echar por tierra su desarrollo.

Muy acertado el casting, tanto el de la pequeña Catherine Clinch, también en su ópera prima, como el de Carrie Crowley y Andrew Bennett, que conforman el corazón de la película. Y qué decir de la propia fotografía, que explora los verdes pastos irlandeses y ese algo especial que tiene la naturaleza que parece susurrarnos secretos al oído.

The Quiet Girl es intrínsecamente hermosa por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, consiguiendo conmover a la audiencia y hacerla reflexionar sobre la tremenda importancia del cariño en el cuidado y la educación de los niños (un tema también presente en películas recientes como Ellas hablan).