Crítica de Refugio: otra de Harlan Coben para adolescentes aburridos en verano

Voy a hacer una declaración de intenciones de apertura: el género de misterio y ficción sobrenatural juvenil me atrapa. Hay algo genuinamente poderoso en este tipo de productos que, con un mínimo de cariño, puede atraparme sin mucho esfuerzo: la poderosa nostalgia.

Cierto es que, partiendo de Stranger Things, Riverdale o Veronica Mars, puede ser absolutamente irracional para un chaval de barrio medio en España que poco ha saboreado los bailes de instituto, el club de ajedrez o las coreografías del equipo de animadoras; pero aquí estamos.

Refugio es la última contendiente en subirse al ring de Amazon Prime Video. Otra historia de Harlan Coben, como la exitosa El inocente de Netflix o Lo último que me dijo en Apple TV que hemos analizado en Hobby Consolas recientemente, que viene a traernos un drama adolescente con tintes de misterio sobrenatural para refrescar el verano.

La trama sigue a Mickey Bolitar (Jaden Michael), un adolescente que acaba de perder a su padre en un accidente de tráfico en el que él mismo estaba presente. Tendrá que mudarse, y de aquí emana ese aroma tan hipnótico del que hablaba, a Kassleton en Nueva Jersey, el pueblo donde empezará una nueva vida junto a su tía.

Ya sabéis, las típicas calles de casas unifamiliares con su jardín, su coche aparcado en la puerta del garaje y la vecina que trae una tarta de bienvenida. Esa idílica atmósfera que, en mi caso, conecta con la niñez en la que me nutría de imaginación con La Trilogía de la Niebla de Carlos Ruiz Zafón.

En su primer día de instituto conocerá a Spoon (Adrian Greensmith) y Ema (Abby Corrigan) para formar el ya arquetípico trío protagonista juvenil. Unas horas más tarde se embarcarán en una serie de eventos a caballo entre el misterio y lo sobrenatural tras la desaparición de una compañera de clase.

Un imprescindible: la atmósfera

Refugio arranca con la agilidad que le permite su premisa para llegar lo antes posible al pequeño pueblo de poéticas sensaciones. 

Esa es la clave de inmersión de su piloto: explotar el diseño de producción para trasladarnos a una atmósfera en la que teníamos menos preocupaciones y mayores esperanzas. Sabiendo el producto por el que venimos y sin esperar una gran producción, aquí puede marcar su primer «check» de completado.

El ambiente de instituto, los personajes y el misticismo popular se convierte en un triángulo narrativo sobre el que tendrá que pivotar el misterio al que se enfrentan. Así resurgirán antiguos romances, rencillas y escabrosas situaciones que tendrán su eco en el presente de Mickey Bolitar.

Su enigma estará en la casa de La Murciélago; una anciana que vive en la típica vivienda a lo Amityville con la que los gemelos de las reformas se frotarían las manos. Esta mujer esconde secretos que estarán directamente relacionados con su padre y, en definitiva, con todas las penurias del pueblo.

La segunda clave son sus personajes y las interpretaciones. Partiendo de la novela, el riesgo es aún mayor al tener que retratar de forma fidedigna las condiciones de cada uno de ellos. Y si bien el trío protagonista funciona en su conjunto, por separado hace aguas.

Mickey Bolitar tiene una personalidad extremadamente cambiante: frágil y sensible si algo le recuerda a su padre, atrevido y violento segundos después ante los matones del instituto o intentando ser cómico en un plano en el que Spoon, su amigo, funciona mejor.

No he tenido la oportunidad de leer las novelas originales, pero todas las referencias al personaje hablan de las mismas cualidades: la comedia y el espíritu socarrón que aligera las partes más cruentas y adultas de la trama. Ni una ni otra forman parte de este Mickey de Refugio.

Aún así, y como decía, el grupo funciona. Spoon es encantador, divertido y lo suficientemente original cubriendo el hueco de «nerd» del grupo. Ema pone la nota de personalidad discordante más fría que contrasta con sus compañeros.

Las dinámicas son efectivas y las cartas parecen augurar una mano de éxito ante el peligro. La relación se siente natural, aunque sea ciertamente precipitada, pero responderá con creces a la necesidad del niño lector de unos párrafos atrás para vincularse con la historia.

Una derrota: la imaginación

La nueva serie de Amazon se presenta como el cordón en un desagüe del que nuestros protagonistas tirarán para ir descubriendo los causantes del atasco; eso si el peso de elementos inesperados evitan el uso de la fuerza bruta.

Cada personaje desarrollará sus propias subtramas que acaban siendo incómodas en el desarrollo narrativo principal. Desde el propio Mickey y la tortuosa relación con su madre, nos encontraremos con una narrativa fragmentada que ralentiza la serie y tentará a los más jóvenes a volver a su plataforma de vídeos y dopamina inmediata favorita.

No es que la diabólica velocidad del consumo obligue a las producciones a ir a todo cañón; es un tema de equilibrio. Los personajes no demuestran un crecimiento narrativo trascendental gracias a los acontecimientos de estas subtramas y tampoco ofrecen perspectivas emocionales que aporten al visionado, retratándose como meros alimentos para sus más de 50 minutos de duración por episodio.

Y es que su duración es otro de sus grandes lastres. Hay un afán incómodo por describir cada nudo de forma verbalizada a través de sus protagonistas, simplificando o casi ridiculizando las capacidades de sus posibles espectadores para acabar dando lugar a resoluciones tan bochornosas como un señor entrado en años y uno de los villanos encerrado en un armario ante la llegada de un niño.

Siguiendo con su caída en desgracia, ¿cómo puede representar el peligro y a sus villanos? Un traje negro, gafas de sol y el ceño tan fruncido que el sol del verano dejará una marca divertida en su bronceado. La representación del mal en la serie es tan pueril y desplazada que destruye toda la inmersión que su atmósfera pudiera conseguir.

Estoy hablando del mismo hombre que se esconde tras las puertas de un armario para no ser cazado por un niño unas escenas después de pegarle un tiro en la cabeza a un compañero. Del mismo que observa en la distancia a los protagonistas como un voyeur para escapar en su coche cuando intentan hablar con él.

Harlan Coben ha estado implicado en la escritura del guion de la serie y, si bien debería garantizar una mayor fidelidad con el producto original, el resultado es una exposición tan cristalina de la información que apenas dejan lugar para cultivar la especulación en torno a sus enigmas.

Refugio es otra producción juvenil que pretende sofocar el calor del verano y acaba fagocitando bajo la inevitable comparativa con los éxitos del género. Las interpretaciones y su atmósfera funcionan para construir la necesaria aura de misterio y amistad del género, pero la intriga pierde fuelle con el paso de los minutos.

La Murciélago parece buen material para la historia; sus secuaces, sin embargo, echan por tierra cualquier posibilidad de atenazarnos en el terror que su aspecto y su hogar pretenden enmascarar.

Es el elenco más adulto de la serie el que se vuelve más bochornoso con el paso de los capítulos, con diálogos extremadamente pobres y resoluciones tan infantiles como todo lo relacionado con el hombre con el tatuaje de un pulpo en la cara. Es la pesadilla deslavazada de un adulto tembloroso que sigue revisando cada noche lo que hay debajo de su cama.