Crítica de La sirenita, otro remake live-action que nadie pidió y que escuece por los motivos más inesperados

El subgénero de los remakes en acción real de películas de animación que habían sido éxitos de taquilla lo inauguró, para Disney, El libro de la selva: la aventura continúa en 1994, pero la compañía pisó el acelerador a partir de 2010 con la idea de pasar casi todo su catálogo a este formato. Y no es la única: los live-action basados en anime también están de moda.

La calidad ha sido muy variable, con obras bastante dignas y otras extrañamente bochornosas. En las antípodas de calidad y aceptación por parte de público y crítica encontramos cintas como Cruella y Pinocho, que además desembarcó directamente en Disney Plus. La primera recibió todo tipo de elogios, la segunda está entre los remakes peor valorados.

Es hora de hablar de La sirenita de Rob Marshall, que llegará este viernes a la cartelera habiendo generado mucha conversación en torno a temas bastante superfluos, como es la elección de Halle Bailey como protagonista, cambiando la etnia del personaje principal de la cinta, algo que no le hace ningún bien ni ningún mal a un argumento por lo demás casi calcado de la peli original.

Eso sí, siguiendo la estela de las nuevas producciones pasamos de los 83 minutos de duración a los 135. Pero, ¿por qué? ¿Para qué? ¿Es necesario tanto relleno para una película que tenía lo necesario para funcionar de maravilla? ¿Aportan algo los nuevos números musicales de Lin Manuel Miranda? ¿Hay algo especialmente original e imaginativo que justifique esta extensión? Va a ser que no.

Como decíamos, La sirenita de acción real se aleja muy poco del argumento de la película de 1989. Ariel es la hija menor de Tritón y siente verdadera curiosidad por la vida que llevan los humanos y todos sus cachivaches, que colecciona con mimo. 

Un buen día, una embarcación de marineros comandados por el príncipe Eric naufraga y Ariel lo rescata del mar. Él apenas puede atisbar su rostro y escuchar su voz, pero ambos se enamoran perdidamente el uno del otro. Sin embargo, Ariel tiene que regresar a su hogar y seguir las reglas de su padre.

Será Úrsula, la bruja del mar, la que le ofrezca un diabólico y artero trato: a cambio de su voz transformará su cola de sirena en dos piernas para poder formar parte del mundo de los humanos y tratar de conseguir un beso de amor verdadero de Eric.

Más duración, menos emoción

La sirenita es una película muy irregular: cuenta con tramos mejor acabados y otros en los que los efectos especiales dejan mucho que desear sobre todo cuando ya hemos visto películas que se desarrollan de forma submarina como las dos entregas de Aquaman.

Independientemente de que el reto técnico no se supere con excesiva brillantez, hay otras dos grandes cuentas pendientes: el humor y la emoción. Si revisáis la película original os daréis cuenta de que os sabéis los diálogos de memoria y de que el metraje estaba repleto de momentos memorables, entrañables, divertidos y... ¡con Sebastián!

Aquí hay grandes dificultades para combinar un dramatismo realista más propio del cuento original (en lo que se refiere al planteamiento estético) con el diseño de los animales parlanchines. Aunque se busca cierta alegría y colorismo, toda la puesta en escena resulta muy impostada. Pero es que además se echan en falta más momentos cómicos.

Quien se lleva el show de calle es, por un lado Halle Bailey, radiante como esta nueva Ariel de magnífica voz con la que la audiencia se va a congraciar al instante viendo cómo se desempeña en el rol y una Melissa McCarthy disfrutando a tope de su villana tentaculada. Es el personaje que se ha plasmado de una forma más fiel y su trabajo es puro espectáculo.

El resto de los intérpretes parecen hacer cada uno la guerra por su cuenta: Javier Bardem se lo toma muy en serio, pero no emociona (se entiende que la pantalla verde le ha pasado factura) y Jonah Hauer-King resulta bastante sosainas como Eric y eso que se esmera muchísimo.

Tampoco es el fuerte de la película su química con Halle Bailey. De sus hermanas mejor ni hablamos, porque si en los tests previos se decidió cortar sus escenas... es por algo. apenas aparecen unos intentes y ya se ve que no funcionan.

Awkwafina vuelve a interpretarse a sí misma reescribiendo a Scutle, Jacob Tremblay cumple como Flounder y Daveed Diggs nos brinda un nuevo Sebastián poco memorable.

La sensación que nos deja La sirenita es de que podría ser una película muchísimo mejor y de que ni siquiera ha sabido aprovechar del todo la oportunidad para innovar y ofrecer algo ni tan fiel como para ser un calco en acción real ni tan rompedor como para ofrecer una nueva lectura. 

Lo que estropea la película no es la inclusividad forzada ni los cambios en la protagonista sino la falta de arrojo. Hacen falta historias nuevas y mucha más imaginación.