Crítica de Ven a jugar (Come Play), una resultona película de terror sobre el universo infantil

Movistar+ sigue recibiendo el estreno de muchas películas inéditas en nuestro país, algunas de las cuales han rendido bien en taquilla en otros territorios. Es más, nos atrevemos a decir que la que hoy nos ocupa, Ven a jugar, habría hecho buenos números de haberse estrenado ahora, cerca de la llegada de Halloween.

La película ha sido escrita y dirigida por Jacob Chase (Girl in the Woods) y se encuentra disponible en VOD en la plataforma desde el pasado 24 de octubre. 

Se trata del remake del cortometrajeLarry realizado por el propio Chase, que se convierte ahora en un largo de terror que gira en torno a Oliver, un niño autista y solitario que un día se topa con un espeluznante cuento infantil en su tablet titulado "Monstruos incomprendidos".

Lo que desconoce Oliver es que, al leer el relato de Larry, un monstruo solitario y desesperado por encontrar amigos, está invitándole a irrumpir en su vida. 

A pesar de las apariencias, lo que de verdad quiere Larry es algo mucho más peligroso, lo que provoca que Oliver y su familia se conviertan en el principal objetivo de este monstruo que se materializa a través de los objetos electrónicos como tablets y teléfonos móviles.

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La película funciona mucho mejor en su planteamiento inicial que en su resolución, cuando comienza a mostrar demasiado. 

Al igual que sucediera con la película Nunca apagues la luz, Ven a jugar le saca un gran partido a la tecnología, dado que Larry solo se hace visible mediante los objetos electrónicos. De este modo, aplicaciones tan cotidianas como la cámara de fotos con filtros o la propia herramienta que utiliza Oliver para comunicarse, se convierten en algo escalofriante.

Larry se vale de dichos objetos como ventana a la que asomarse al mundo de los humanos, pero su finalidad en convertirla en una puerta con la que traspasar el umbral.

Pero además, el director también se vale bien del mundo infantil de diversas maneras. Puede que el principal elemento que nos permite empatizar con Oliver es que tiene un problema que le hace ser dependiente de la tecnología para comunicarse: no puede hablar, así que necesita un móvil o tableta para expresar sus pensamientos.

Así se introduce un nuevo elemento de tensión que, junto con la necesidad de Larry de desplazarse valiéndose de la electricidad y su portal hacia la realidad dependiendo de la curiosidad del lector forma un cóctel de lo más interesante.

La película Ven a jugar también deja claro que muchas veces son los adultos los que le complican la vida a los niños. No es que no quede expuesta la crueldad infantil hacia las personas más vulnerables, pero desde luego, se aprecia cómo esas conductas pueden ser reforzadas o reconducidas por los responsables de su educación.

También hay una buena generación de atmósferas con esos aspectos del mundo infantil como ciertos juegos y visionados recurrentes que convierten a los niños en catalizadores del terror: la mano loca, la adicción a series como Bob Esponja o el juego del escondite.

Y hasta aquí, lo más original de la película, que hace que la inquietud en el espectador se vaya viniendo abajo a medida que repite estructuras narrativas (luces que se apagan de forma gradual, cuento aterrador, susto final) y "sustrae" alguna que otra idea de otras películas, como cuando Larry se comunica con la familia cambiando los canales del televisor.

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Realmente, el género del terror cinematográfico está aquejado de un evidente agotamiento respecto a ciertos tropos y lugares comunes sobreexplotados: desde el propio diseño del "monstruo", hasta el estilo de los sustos que barren con los puntos más interesantes de Ven a jugar pasando por alguna que otra idea deEl hombre invisible.

La película, eso sí, cuenta con buenas interpretaciones de Gillian Jacobs (La calle del terror Parte 1: 1994), John Gallagher Jr. (Underwater), Azhy Robertson (Invasión), Winslow Fegley (Cuentos al caer la noche) y Rachel Wilson (En la hierba alta), entre otros.

En suma, da para un visionado chulo de cara a Halloween. No es una película que quite el sueño, pero ofrece un par de reflexiones interesantes sobre cómo nos relacionamos, hasta qué punto necesitamos a los demás y cómo criamos a nuestros pequeños para que entablen relaciones sanas. Ya es mucho más de lo que ofrecen productos similares.