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Crítica de Westworld temporada 3, ya completa en HBO

Westworld 3
Analizamos sin spoilers la temporada 3 de Westworld, ya completa en HBO, en la cual la ficción explora el mundo más allá de los parques temáticos de Delos.

Una de las grandes citas televisivas del año, ha sido sin duda el estreno de la temporada 3 de Westworld. Para nuestra desgracia, iba a venir acompañado de un evento que fue uno de los primeros cancelados por la crisis sanitaria del COVID-19, así que hemos ido siguiendo las emisiones regulares vía HBO para poder ofreceros esta crítica, libre de spoilers.

Y os advertimos que es todo un reto hablar de ella sin contar demasiado porque como bien sabéis se basa, precisamente, en deconstruir una a una todas las expectativas del espectador, de modo tal que resulta algo complicado... aunque haremos lo imposible por no destriparos nada.

Como ya os dijimos cuando realizamos la crítica de la segunda temporada de Westworld, o se renovaba o moriría. La audiencia pegó la espantada al enfrentarse a una narrativa fragmentada en exceso y a no pocos conejos sacados de la chistera, que rompían con el tono y el ritmo de la primera.

A eso había que unirle un grado de crueldad y de violencia gratuita muy excesivo que hacía que el visionado fuera un tanto tortuoso, sobre todo en los pasajes de Shogun World.

¿Qué ha cambiado? Bueno, básicamente todo. La tercera temporada deWestworld es algo muy distinto a las dos anteriores empezando por la apertura de miras: salimos de los parques de Delos para descubrir que no solo las inteligencias artificiales son susceptibles de cuestionarse la naturaleza de su realidad, sino que los propios seres humanos deberíamos hacerlo también.

La dicotomía libre albedrío-determinismo que tan acertadamente se ha explotado en series recientes de ciencia-ficción que os recomendamos mucho como Devs, vuelve a estar en el punto de mira pero como es Dolores (espectacular la interpretación de Evan Rachel Wood) la catalizadora principal de la acción, no deja de ser curioso que sea un ser sintético el que haga a un humano, en este caso Caleb (Aaron Paul), quien se cuestione su libertad de elección y su grado de independencia respecto a un sistema que parece mover sus hilos como si fuera un títere y pretender hacer lo propio con toda la humanidad.

Westworld arranca con una Dolores muy distinta a la que conocimos en la primera temporada de la serie. Si lo recordáis se escapó llevándose con ella varias perlas que no teníamos claro a qué conciencias pertenecían. Ese es uno de los puntos clave de estos nuevos episodios, al menos hasta que el cuarto, puede que el más sólido y determinante junto con el final, nos aporta en un punto de giro sorprendente una información que hasta el momento era casi imposible de intuir.

Respecto a las dos temporadas anteriores se aprecia un esfuerzo redoblado por parte del equipo de producción y un paso más adelante en materia de efectos especiales. La factura técnica es impecable y algunas de las imágenes que nos muestran muy impactantes no solo por su belleza sino también por su trascendencia narrativa.

Además es una verdadera gozada ver cómo se han puesto en pie determinadas secuencias y sobre todo lo bien que se han exprimido dos localizaciones españolas como son la Ciudad de las Artes de Valencia y Besalú en Girona, declarada en 1979 bien cultural de interés nacional por su valor arquitectónico y enclave para un nuevo parque en el que aún no habíamos ingresado: War World.

Pero por desgracia no todo es positivo: la trama avanza a trompicones y, aunque se ha intentado aligerar mucho la carga filosófica de los diálogos e introducir muchísima más acción, todo esto va en detrimento del desarrollo de los personajes y su coherencia interna.

El caso más paradigmático es el de Maeve (el personaje de la magnética Thandie Newton), que pasa por un impás que no sabemos si calificar como inconsistente o ilógico pero que no concuerda con sus motivaciones ni su personalidad y la lleva a alinearse con un nuevo personaje interpretado por Vincent Cassel: Serac. Y es solo un ejemplo, por no profundizar en exceso en la trama.

Por otra parte, en pos de una espectacularidad exagerada, a menudo se componen secuencias corales o grandes coreografías de acción en las que la verosimilitud brilla por su ausencia y que tampoco terminan de casar con el espíritu de la serie. Esa megalomanía choca de frente con esas íntimas reflexiones que componían la espina dorsal de Westworld.

En fin, puede que el mayor defecto de esta ficción sea que no se puede dar nada por sentado. Buscando sorprender de forma constante, Lisa Joy y Jonathan Nolan no paran de sacarse ases de la manga para traer de vuelta a personajes, jugar con lo que el espectador cree cierto o darle tantas vueltas de tuerca al argumento que terminan pasando de rosca los tornillos.

Los episodios, por regla general, se hacen largos y, aunque tienen puntos álgidos interesantes y sean visualmente un deleite, tienen demasiada paja.

En cierta forma, la serie ha entrado en su etapa más compleja: la recesión. Es difícil emocionar o conmover cuando siempre piensas que lo que estás viendo es voluble ya que no puedes llegar a empatizar con los personajes. Jugar al "quién es quién" es interesante durante un periodo delimitado de tiempo, pero alargarlo demasiado y encadenar una ristra de macguffins es extenuante y tramposo.

Sí os anticipamos que el último episodio, después de un apoteósico final, tiene dos escenas postcréditos. El aviso es para que no os las perdáis porque son sustanciales y marcan, ambas, lo que está por llegar en la cuarta temporada de Westworld, ya confirmada. Lo dicho: todo es susceptible al cambio.

VALORACIÓN:

La tercera temporada de Westworld es más bien una serie completamente diferente: en su búsqueda de una ampliación de la escala de los sucesos y de giros de guión sorprendentes y constantes, termina sacrificando el sentido común y desafiando a la lógica.

LO MEJOR:

El diseño de producción, los efectos especiales y la interpretación de Evan Rachel Wood. Se ha reducido la carga de violencia gratuita.

LO PEOR:

No deja de reinventarse episodio a episodio: lo que valía en el primero no vale en el siguiente por lo que los personajes no tienen consistencia.
Hobby

78

Bueno

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