Me desayuné ayer con un reportaje de El País en el que se analizaban las causas del brutal asesinato de Samuel Luiz en La Coruña. Un reportaje que parecía bien estructurado, razonado y con la participación de expertos en comportamiento y psicología que daban las claves de porqué, en un momento dado, un grupo de gente normal puede convertirse en una turba descerebrada y sedienta de sangre.
No entendía muy bien el titular del reportaje: "Caso Samuel: una matanza colectiva como las estudiadas en chimpancés y alimentada con ‘Fortnite'"(ya lo han cambiado, por cierto).
Así que he seguido leyendo, cada vez más intrigada. Y cuando he llegado a los párrafos dedicados al videojuego y que, supongo, han servido de hilo al periodista para redactar el titular, me he echado las manos a la cabeza, estupefacta.
El criminólogo y perito judicial de A Coruña Luis Alamancos (que seguro que es un excelente perito criminal) se permite decir: “Antes teníamos aquello de los dos rombos, ahora no hay filtros. A cualquier hora, los chicos tienen ante ellos series y juegos hiperviolentos a los que están enganchadísimos, como Fortnite”.
Y, efectivamente, no tenemos dos rombos (eso se ponía hace años en la tele para indicar si era un contenido para adultos), pero antes de cada programa televisivo se especifica la edad recomendada, y los videojuegos, desde hace años, tienen un código PEGI.
Un código que deja muy clarito para qué edad es adecuado y qué tipo de contenido puede encontrarse el jugador. Y lo de tachar de “hiperviolento” a Fortnite, bueno, pues qué queréis que os diga…
Yo entiendo perfectamente que un criminólogo no sepa que existe el PEGI y que no sepa lo que es Fortnite, pero dice muy poco en favor del periodista que no se haya informado un poco antes de publicar esa declaración. Es más, seguro que estaba encantado de poder meter Fortnite en el título para que el SEO hiciera su magia. Pero eso no es lo peor del artículo.
Más adelante, Manuel Isorna, doctor en Psicología y profesor del departamento de análisis e intervención Psicosocioeducativa de la Universidad de Vigo, tras soltar una perorata digna de que le psicoanalicen a él, afirma: “El 99% de los videojuegos consisten en matar, patear, reventar, asesinar... Y encima les dan puntos por ello”.
¿Cuántos videojuegos ha jugado este hombre? Y, una vez más, ¿el periodista estaba a por uvas? No contento con eso añade: “Tenemos un ministro que nos alerta sobre la carne, pero nunca se hace nada contra estas multinacionales de los juegos”.
A ver, que yo sí que tengo datos. Según el Libro Blanco de AEVI, el 66% de los juegos que se vendieron en nuestro país en 2019 tenían un PEGI de +3 a +12. Solo 33,8% de los juegos lanzados tenían PEGI de +16 y +18. En 2020 (no está el informe aún terminado), se lanzaron un 5,5% más de juegos con PEGI +3. Aquí os dejo la gráfica incluida en el informe de 2019.
Es más, profundizando en el tema, descubrimos que cerca del 64% de los videojuegos que se desarrollan en España tiene un PEGI de +3 y +7 y solo el 4% son solo aptos para mayores de edad.
Datos de DeVuego, la principal base de datos del sector del videojuego en España. Si en esto ha metido el cuezo hasta el fondo, ¿en qué más lo habrá hecho?
Unas líneas antes venía a decir que los adultos actuales somos muy buena gente porque crecimos con Marco y Heidi. Dos dramones que llevaron por la calle de la amargura a una generación entera y que me atrevería a decir que están debajo de muchos de los traumas que sufrimos los de mi generación.
Marco, Heidi y el “yo, pecador” que se rezaba en Misa. No soy tan experta en psicología como el Doctor Isorna en videojuegos, pero puestos a dar opiniones…
A mí, el artículo y el análisis que se estaba haciendo (y que se sigue haciendo posteriormente), me parecía sensato y con argumentos que me estaba creyendo perfectamente.
Los expertos aportan un punto de vista científico y profesional que yo respeto. Porque yo no soy criminóloga, ni psicóloga, ni he estudiado el comportamiento humano. Sin embargo, su credibilidad se ha desvanecido al leer esos párrafos sin ningún fundamento, si ningún dato, sin ningún estudio detrás.
Párrafos en los que lo único que ha demostrado es tener prejuicios y a señalar culpables sin presentar nada que respalde sus afirmaciones (de la homofobia, si eso, hablaría otro día).
Párrafos que dejan claro que odia las pantallas (en general, no solo los videojuegos) y que le parece mejor morir de cáncer de colon que poner las manos encima de un videojuego.
¿De las otras cosas que yo no entiendo eran tan expertos esos expertos? ¿Sería verdad todo lo que decían del comportamiento de rebaños, de la pérdida de autocontrol que provoca el alcohol, de la blandura de los padres, de la falta de límites o de la poca tolerancia a la frustración?
Ya se me ha quedado la duda. Que es como si me llaman de El País para preguntarme que qué opino, como experta, de la mujer en el videojuego, y termino diciendo alguna tontería, como que el fútbol aliena a los hombres y los convierte en maltratadores y asesinos. ¿A que no lo calzarían en un titular, a que lo mismo el periodista me corrige o, al menos, me pregunta en qué me baso?
Si bien es verdad que los medios generalistas tratan cada vez con más cuidado al videojuego, entienden mejor qué es y cómo funciona, sigue habiendo quien no desaprovecha la ocasión de ponerlos en la diana. Y yo que creí que esto lo habíamos superado ya a principios de siglo… Si cuando digo que soy un alma cándida…
El pobre Fortnite se ha terminado convirtiendo en el toro que mató a Manolete, una desgracia que convulsionó a la sociedad española de la época y que representa la epítome de todos los males… Para los expertos, Fortnite provoca masacres, tiroteos, pérdidas de custodia y ahora también asesinatos de odio (no está demostrado que haya sido un crimen homófobo, pero ¿qué importa si yo lo digo?).
Descubre más sobre Sonia Herranz, autor/a de este artículo.
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