Se supone que ahora mismo, algunos privilegiados están jugando con la novena generación de consolas, una generación que, en realidad, inició Switch allá por 2017.
Eso, si nos ceñimos a lo que tradicionalmente se han denominado “generaciones” hablando de consolas. Una clasificación que se ha mantenido desde los 70 sin que nadie la pusiera en duda, pero que, precisamente con el lanzamiento de Nintendo Switch, empezó a generar controversia.
Normalmente, una “generación” de lo que sea (poetas, pintores, cocineros…) está marcada por un espacio temporal (de tal año a tal otro) y por una serie de características que se repiten en sus exponentes.
Por ejemplo, la generación del 98 son escritores nacidos entre 1864 y 1876 y cuyas obras se ven afectadas por la caída de los últimos reductos del imperio español en 1898 y la consiguiente crisis económica y social y el rotundo cambio de valores morales.
Cuando hablamos de consolas, los referentes han sido menos etéreos, más definidos, en torno a conceptos como el número de bits, formatos y los años de vida de cada dispositivo.
Así, nadie pone en duda que saltar de las consolas de 8 bits que todos conocemos a las de 16 bits era un cambio de generación. De la tercera a la cuarta, concretamente.
Por la misma regla de tres, saltar de las 16 bits a las 32 bits supuso otro cambio generacional, en este caso, apoyado, además, por la introducción del CD, probablemente lo más revolucionario en consolas domésticas hasta la fecha.
Pero, a partir de ahí, las generaciones se fueron diluyendo. Bueno, incluso antes. De hecho, en la quinta generación, la de los 32 bits, había consolas de 64 bits y alguna, como N64, aferradas al cartucho. Sin embargo, no se puso en duda su espacio en esta quinta generación de consolas.
Digamos que desde entonces, esta clasificación en generaciones quedó un poco más constreñida al espacio temporal y al cambio de formato. Siempre con el verso suelto que es Nintendo, dispuesta a romper todas las reglas y a no dejarse encasillar.
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Tanto, que con el lanzamiento de Nintendo Switch se llegó a generar cierta polémica en el seno de la Wikipedia, allá por 2018. ¿Había que considerarla de novena generación?
¿Acaso la mayoría de sus juegos (en ese momento) no venían de Wii U? ¿Los nuevos juegos aportaban mucho más que los de Wii U, dejando la definición a un lado? ¿Suponía una mejora tecnológica (o más bien de potencia) respecto a PS4 Pro y Xbox One X?
Si nos ceñimos a todas esas dudas a la hora de definir una nueva generación, la verdad es que es difícil hablar, en general, de novena generación.
Pensando en los juegos, la mayoría de los de PS5 y Xbox Series X|S son los mismos que los de PS4 y Xbox One. Y la mejora tecnológica, de momento, solo es apreciable en algún efecto gráfico más o menos puntero y cómo ha facilitado la vida al usuario.
Y eso que la velocidad de carga de los juegos tiene más que ver con el disco duro que por las propias consolas (y es, en gran medida, lo que ha permitido exclusivos como The Medium o Ratchet & Clank: una dimensión aparte).
Puestos a ponernos tiquismiquis, Switch ha aportado más innovaciones jugables, con su versatilidad de híbrida, que PS5 o Xbox Series X-S hasta ahora.
¿Qué hacemos entonces, hablamos de generación 8.5? ¿Dejamos de hablar de generaciones? Creo que lo más sencillo es, como casi siempre, usar un poquito más el sentido común.
Quizá deberíamos dejar de pensar en globales, en potencias brutas, en número de bits, velocidad de proceso o soportes. La industria se ha diversificado tanto, que clasificación tradicional en generaciones ha perdido su sentido.
Salvo que, simplemente, pensemos en las generaciones como cambios de ciclo, como evoluciones que no tienen que ir asociadas a una tecnología en concreto, sino a un cambio en la manera de jugar y de disfrutar.
Así, Nintendo Switch sí supuso una evolución en la manera de jugar con su formato híbrido, mejoró notablemente la tecnología de Wii U y su concepto supuso paso adelante para la industria.
PS5 y Xbox Series X|S todavía tienen que demostrar cómo y cuánto van a cambiar nuestra forma de disfrutar videojuegos, aún tiene que demostrar cuánto de lejos nos puede llevar su tecnología, pero sí aportan la suficiente evolución para hablar de nueva generación.
Pero, ¿es la misma? ¿Nos toca repartir generaciones para cada marca? Sony y Microsoft parecen ir más paralelas (aunque las líneas se empiezan a separar) y Nintendo hace años, muchos años, se desmarcó de la tendencia. ¿Qué hacemos con Stadia?
Yo prefiero quedarme con la idea de cada cambio relevante es un cambio de generación. Como con los modelos de los coches, no basta cambiar el guardabarros para considerar un modelo de nueva generación, pero si hurgas en el motor y cambias el bastidor y haces cositas como en el Audi A4 Avant…
A lo mejor es el tiempo el que debe decidir, con pruebas y con recorrido, qué es una Generación (así, con mayúsculas) y quién pertenece a qué generación. Como con los escritores del 98, que aún hoy hay debate…
Pero es un debate para estudiosos, no para lectores. Igual que éste. Ahora que estamos entrando en período navideño y se desea lo mejor a los demás, yo deseo para vosotros, además de una felices fiestas, que disfrutéis como niños con vuestros juegos.
Deseo que no os perdáis en terabits, resoluciones, fps o lo que toque ahora, que os lo paséis bien con vuestra consola y vuestros juegos y que, ahora viene lo difícil, si queréis comprar otra consola (saltando o no de generación) podáis hacerlo.
¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
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