Albert Einstein decía que dos cosas son infinitas, la estupidez humana y el universo, pero no era capaz de asegurar lo segundo. No me imagino qué se le habría ocurrido al célebre físico, y formulador de la Relatividad, si viese a qué límites estamos llegando últimamente. Y lo digo con tristeza, porque estas aficiones que compartimos en Hobbyconsolas (los videojuegos, el cine, la literatura o la TV) se disfrutan mucho mejor con un poco de discusión. Pero una cosa es contrastar puntos de vista, y otra muy diferente que los fans nos creamos "dueños" de estas creaciones y exijamos que tomen el rumbo que queremos.
¿Dónde empezó todo? Pues creo que la primera vez que los fans empezaron a comportarse de este modo tan "posesivo" fue con el estreno de Star Wars Episodio I La Amenaza Fantasma. Después de que la presencia de Jar Jar Binks suscitase quejas entre el público, comenzó a distribuirse una copia conocida como The Phantom Edit, en que se eliminaba por completo la presencia del gungan en la película. A esta primera película modificada, le siguieron las ediciones "despecializadas" de la trilogía original; esto es, versiones remasterizaas THX, a las que se les "borraron" las nuevas secuencias como la conversación en el hangar del Halcón Milenario con Jabba el Hutt, o que Greedo disparase primero en la cantina de Mos Eisley. Más o menos un montaje "a la carta" de Star Wars.
A partir de ahí, hay ejemplos de quejas y montajes para todos los gustos. Están aquellos que echaban de menos a Tom Bombadil en la versión cinematográfica de El Señor de los Anillos, de Peter Jackson. Los que consideran que la saga Indiana Jones sólo tiene tres películas (y hacen como que nunca se rodó el Templo de la Calavera de cristal), y los que creen que Prometheus y Alien Covenant no son del mismo universo que las cuatro primeras. Casi hay unanimidad en que El Hobbit: La desolación de Smaug y La batalla de los cinco ejércitos no están a la altura...
Pero todo esto forma parte del fenómeno fan. Puedes ser seguidor de una saga (da igual que sean películas, novelas o videojuegos) y tener tus preferencias personales. Es más, son discusiones que se pueden disfrutar mucho si contamos con los interlocutores adecuados. La cosa es muy diferente cuando el fan se cree dueño de la obra, y entonces se nos va de las manos y empiezan las exigencias. He mencionado en el titular los tres últimos ejemplos, pero seguro que a vosotros se os ocurren otros muchos.
Hagamos una petición pública para que HBO vuelva a rodar la octava temporada de Juego de Tronos y acabe "como a nosotros nos gusta" ¿pero qué %&# es esto? Uno tiene derecho a expresar su disconformidad, e incluso dejar de seguir la serie. Hasta puede tirar a la basura su gorra, su pin, su pijama y su tazón de desayuno de los Targaryen. Pero de ahí a pedir que cambien lo que han decidido los guionistas... No nos paramos a pensar antes de escribir (o de lanzar un tweet) y luego pasa lo que pasa.
Lo mismo ha ocurrido con la dificultad de Sekiro. Creo que nadie discutirá que el juego de FromSoftware e Hidetaka Miyazaki es una obra maestra. Pero también estoy bastante seguro de que no hay ningún análisis en que se diga que es un juego para todo el mundo. O en sentido inverso, en que no se advierta de su dificultad. Sekiro se parece a un arte marcial: el juego es tu compañero, es tu maestro y es tu adversario (a la vez), y hacerlo más fácil rompería parte de su lenguaje. Además de la libertad creativa que es un derecho tan válido como el de manifestar que no nos gusta, o no comprarlo.
A veces, hasta las compañías sucumben a esta presión, caso de Sonic the Hedgehog tras su último tráiler. ¿Qué puedo decir? Pues que Sonic no me gustaba (como tampoco me hicieron mucha gracia las Tortugas Ninja en la última versión) pero que respeto que la compañía haga lo que crea conveniente con la licencia, que para eso lo ha pagado. Y queda claro que es una cuestión de gustos, porque a mí sí me han convencido los Pokémon de Detective Pikachu, y también he leído quejas.
Eso es precisamente esta columna de opinión. Una queja. De que se nos está olvidando que el autor tiene libertad para que su historia termine como quiera (que conste que a Conan Doyle le "obligaron" a resucitar a Sherlock Holmes tras su "accidente" de las cataratas de Reichenbach)... y eso significa que puede acabar mal, o simplemente de un modo que no nos guste. Me alegro de que esto llegue ahora, porque de otro modo nunca habríamos podido leer la verdadera versión del Quijote, y en su segunda salida se le hubiese curado la demencia. A lo mejor Goya -y Rubens- hubieran tenido que pintar "Saturno perdonando a sus hijos" o quizá Aeris en Final Fantasy VII... Uy, mejor me lo callo, porque me temo que podemos ser testigos de un cambio histórico.
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