Análisis de Werewolf: The Apocalypse - Earthblood, acción para licántropos

La temática zombi ya está un poco quemada, ¿qué tal una vuelta a otros cánones del terror? Eso debieron de pensar en Cyanide Studio, creadores de este Werewolf: The Apocalypse - Earthblood, que se pone hoy mismo a la venta. En realidad, la ambientación de este título (disponible para PS4, PS5, One, Series X/S y PC) se inspira en el universo de World of Darkness, una serie de juegos de rol en los que la fantasía gótica y los monstruos se dan la mano.

En concreto, Werewolf: The Apocalypse - Earthblood tiene como protagonista a Cahal, el miembro de un grupo de ecologistas disidentes que quiere acabar con Endron, una corporación que está arrasando con la naturaleza. Pero Cahal no es un individuo cualquiera, sino que es un garou, capaz de transformarse en humano o en hombre-lobo a voluntad.

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En realidad, puede pasar por tres estados: humano, lobo puro y duro y crinos, una mezcla de hombre y lobo gigantesca y tremendamente fuerte. Todos los miembros de su grupo forman parte de la misma manada de garous y, juntos, irán saboteando las instalaciones industriales una por una.

Aunque Werewolf: The Apocalypse - Earthblood se presenta como una especie de juego de rol, en realidad es más bien una aventura de acción. Controlando a Cahal en tercera persona, hemos de entrar en las instalaciones industriales, dar esquinazo a los guardias y llegar a nuestro objetivo: un ordenador que piratear, alguien a quien rescatar, etc.

En cuanto Cahal entra en un recinto vigilado, pasa a moverse con movimientos de infiltración, para que nosotros nos escondamos detrás de parapetos, de tal forma que los guardias no nos vean. Si encontramos a un guardia de espaldas, podemos noquearlo de un golpe, o bien usar una ballesta de disparos muy limitados para eliminar a alguien a distancia. Pero si un solo guardia nos identifica o nos "caza" una cámara de seguridad, darán la alarma y todos vendrán a atacarnos.

En cuanto Cahal reciba un golpe, se transformará en crinos y tocará embestir, desgarrar y dar zarpazos a diestro y siniestro hasta acabar con todos. Tenemos que reconocer que el crinos es una verdadera bestia parda a la hora de combatir. Sus ataques "normales" ya son demoledores, pero también tiene ataques cargados más fuertes, fintas y, a medida que acumulamos adrenalina (o "furia", en este caso), podemos ejecutar ataques especiales con los que se abalanza sobre los demás y arrasa con todo. También podemos gastar una porción de la furia acumulada en sanarnos parcialmente. En cualquier momento, podemos alternar entre una versión ágil del crinos o la versión "mole", más lenta pero más destructiva.

Al margen de los slots para movimientos especiales, tenemos un medidor que, una vez lleno, permite entrar en modo frenesí, con el que hacemos todavía más daño y somos más resistentes por unos segundos. En ese modo es muy, muy difícil que acaben con nosotros. De hecho, ese es uno de los problemas del juego: sí, podemos optar por la infiltración, pero es mucho más rápido (y satisfactorio, la verdad) decir "a tomar por saco", transformarse y acabar con todos de un plumazo.

Sobre todo, porque la infiltración tiene muchos problemas. El primero es la IA y el comportamiento de los enemigos, que son robóticos y tontuelos a más no poder. Por un lado, todos empiezan con una conversación y caminan en línea recta a una posición, en la que se quedan parados por los siglos de los siglos. Algunos siguen rutas predefinidas, pero a veces son ridículas: se quedan mirando a paredes o a lugares en los que no hay nada.

Además, podemos eliminar a uno a dos palmos de distancia de otro y ese otro ni se enterará. Sin embargo, otras veces verán a mucha distancia cómo disparamos con la ballesta... En definitiva, su comportamiento es poco creíble y, la mayoría de las veces, muy poco competente.

En los escenarios también suele haber cámaras de vigilancia o puertas cerradas, que se controlan desde alguna sala. Esa sala, casi siempre, es accesible desde alguna rejilla en la que podemos colarnos al transformarnos en lobo (es posible pasar de ese estado a humano y viceversa en cualquier momento). Siendo tiquismiquis, resulta inconcebible que en instalaciones de alto nivel como estos haya tantas rejillas abiertas que lleven a zonas clave, pero bueno, entendemos que si no, no habría juego...

El problema principal es que tooooodo el juego es igual: un área tras otra, con varios guardias y una rejilla para desbloquear las cámaras y puertas de rigor, finalmente acabamos transformándonos y dando caña, y pasamos a la siguiente sala. Se vuelve tremendamente repetitivo.

Entre las misiones principales, hay una especie de interludios en los que hablamos con otros miembros de nuestro grupo o con otros personajes secundarios. En ellos, podemos mantener algunos diálogos que en ocasiones nos dan a elegir entre varias opciones, pero la diferencia entre ellas es bastante poco relevante. Sí resulta más interesante explorar en estos tramos para encontrar notas que aclaren más la historia o embarcarnos en pequeñas misiones secundarias, como buscar espíritus guardianes o rescatar a personajes "de relleno".

No es que haya una enorme cantidad de estas tareas, pero se agradece que se intente buscar algo de gracia al viaje. Tanto en estos momentos como en las misiones principales, podemos pulsar un botón para activar la visión aural: una especie de "escaneo" del entorno en el que se resaltan espíritus ocultos o se discrimina si los enemigos tienen armas de plata más dañinas, por ejemplo. Con esa visión, también podemos ver desde dónde se activan o desactivan los elementos electrónicos del escenario.

A base de superar estos desafíos principales y secundarios, podemos subir de nivel y desbloquear más habilidades, desde movimientos extra del crinos hasta más disparos de la ballesta.

En cualquier caso, la sensación constante es que Werewolf: The Apocalypse - Earthblood nos propone hacer lo mismo una y otra vez. Y es especialmente frustrante, porque se ve que hay una mitología muy interesante detrás de la historia: las luchas entre las fuerzas del caos y del orden, los espíritus gigantescos que vigilan cada zona... Como jugadores, estamos deseando que se profundice más en ellas, pero la realidad es que apenas vemos un par de áreas y espíritus importantes. Da la sensación de que se ha desaprovechado esta ambientación, aunque es cierto que todo lo que gira en torno al concepto de los garou es interesante: su lucha por controlar su rabia, las peleas entre facciones...

El apartado técnico tampoco consigue estar a la altura. Nosotros hemos jugado en PS5 y es cierto que se mueve con enorme fluidez y en 4K, pero los modelos de personajes son muy, muy simples: si nos dijeran que son de PS2, nos lo creeríamos sin problema. Los escenarios también son muy básicos a estas alturas de la vida y, como decíamos antes, el movimiento de los personajes parece ir sobre raíles. 

Aún así, los momentos de pelea con el crinos sí llegan a impresionar, con distorsiones, explosiones y planos ralentizados que mantienen muy bien el ritmo. La música y las voces son correctas, aunque estas últimas están en inglés. Hay subtítulos en castellano, que presentan algunos errores con tramos sin localizar.

En definitiva, cuando lo superamos después de unas 10-12 horas de juego, nos quedamos con la sensación de que Werewolf: The Apocalypse - Earthblood funciona bastante bien como juego de acción, pero se queda muy descafeinado en todo lo demás. El mundo que plantea es muy interesante y sin duda hay potencial para una segunda entrega en la que todo esté más pulido, pero, por ahora, el lobo no les ha quedado tan fiero como nos hubiera gustado...

Nacon España nos ha proporcionado una copia de prensa del juego para el desarrollo de este análisis.