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Crítica de Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore o el poder del ciervo

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Animales Fantásticos Los secretos de Dumbledore

Crítica de la nueva película de la saga de Animales Fantásticos que ya ha llegado a la plataforma HBO Max.

Cuando Warner estrenó en 2016 Animales fantásticos y dónde encontrarlos, lo hizo casi como un experimento, para tomar el pulso a esa generación que había crecido con Harry Potter y comprobar si todavía les seguía interesando adentrarse en el mundo mágico creado por J.K. Rowling. Como se sabe, el experimento fue un éxito y quizá es ahí donde está el primer problema. 

Nada más estrenarse esta película protagonizada por Eddie Redmayne, Warner anunciaba que Animales fantásticos no iba a ser una película en solitario, ni siquiera una trilogía, sino una saga de cinco películas. 

Lo que no esperábamos es que estas cinco historias tuviesen que ver con Gellert Grindenwald, el segundo problema de esta franquicia, que se hace más que evidente en Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore, la nueva película de la saga que se estrena el próximo 8 de abril acumulando muchos de los errores clásicos de J.K. Rowling

El más evidente: la mezcla de historias que no van a ningún sitio y no hacen avanzar la trama principal. Tal como hacían presagiar tanto la primera película de Animales Fantásticos como Los crímenes de Grindelwald, esta tercera entrega iba a ser, por fin, la cinta en la que Dumbledore y Grindelwald iban a enfrentarse en ese famoso duelo que es historia del mundo mágico.

Nada más lejos de la realidad, pues Warner o la propia Rowling tenían otros planes, no demasiado bien pensados también hay decirlo. Ese gran momento no ocurre en esta cinta, sino que parece decir "espérate a la siguiente a ver si en esa ya tal...", por el contrario, en Los secretos de Dumbledore se dedican a llevar a los personajes protagonistas de un lugar a otro sin un fin en concreto.

Todo esto mientras Gellert Grindelwald va creando su propio imperio del mal sin que nadie, en apariencia, haga nada por impedirlo. Un imperio algo cutre si lo comparamos con el que consigue crear Lord Voldemort en las últimas películas de Harry Potter. Voldemort, por cierto, que en los libros es un gran admirador de la "obra de Grindelwald". 

Aquí los personajes pierden por completo su propósito: se separan, se juntan, hacen cosas (como los catalanes) pero ninguno de ellos, ni el espectador, consigue saber en ningún momento qué fin persiguen. Esto acaba provocando una falta de ritmo y constancia que desgasta a la trama y al espectador que no sabe muy bien qué es lo que esta viendo.

La falta de épica es tan evidente que ni siquiera cuando los personajes se reúnen en Hogwarts, lugar que en la película se utiliza como si fuese una estación de metro, con la clásica música de John Williams sonando a todo volumen por detrás, consigue que a un verdadero fan de Harry Potter se le erice un poquito el vello del brazo. 

Mads Mikkelsen

 

Adiós al trasfondo político

 

Si hay algo que parecía quedar claro de Los crímenes de Grindelwald es que este villano es un megalómano anti-muggles, que recuerda mucho al auge del fascismo en Europa en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Un malo malísimo con carisma que no vence, sino convence, para poder hacerse con el poder. 

 

Una característica de Grindelwald que queda completamente diluida en Los Secretos de Dumbledore, pues aquí, el personaje ahora interpretado por Mads Mikkelsen se deja llevar por una especie de creencia mística del mundo mágico que, por otro lado, todo el mundo parece aceptar sin ningún tipo de pero. 

 

Rowling ha decidido dejar de lado la poderosa (y peligrosa) herramienta que es la democracia para lanzarse de lleno a hacer uso de las supersticiones. Algo de lo que, por cierto, siempre se han reído en el mundo mágico de Harry Potter, que ha defendido una visión bastante racional del mundo. Recordemos que la clase de Adivinación estaba considerada una asignatura menor. 

 

Pero en esta cinta, la autora no deja de lado únicamente a esta especie de fascismo mágico, sino que también se olvida por completo del mensaje medioambientalista de las dos anteriores películas. Aquí los animales fantásticos ya no son importantes, y, de hecho, se juega con su vida y su muerte de una forma un tanto grotesca. 

 

Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore (2022)

Warner Bros.

 

Personajes que vienen y van 

 

Al igual que hace Ryan Murphy en sus series corales, J.K. Rowling también se va olvidando de personajes a medida que estos le molestan en la trama, o en su vida personal. Un ejemplo de esto es el personaje de Tina Goldstein, esencial en las dos primeras películas y prácticamente invisible en esta tercera. 

 

Y es que la actriz que la interpreta, Katherine Waterston, se atrevió a decir en público que le parecía muy mal los mensajes transfobos que Rowling se dedicaba a compartir por las redes sociales y ¡magia! desaparecida por completo de la trama, aunque no se sabe si por siempre o solo es un castigo temporal para esta película.

 

Pero Tina no es la única víctima de esta volatilidad de Rowling, sino también Nagini, la maledictus que Los crímenes de Grindelwald acompañaba siempre a todos lados al personaje de Ezra Miller y que ahora ha desaparecido por completo. Tanto, que ni se la menciona. 

 

Uno que sí sale pero que ha visto su personaje completamente mermado es Credence, el que supuestamente era un arma poderosísima para acabar con Dumbledore y que, sin embargo, en esta cinta no hace nada más que pasearse. Otro personaje cuyo destino podría estar marcado por el actor que lo interpreta, Ezra Miller, que parece que tiene algunos problemas de carácter. 

Joven Dumbledore

Fallos graves de edición 

 

Otra de las muchas cosas llamativas de Los secretos de Dumbledore son sus, más que evidentes, fallos de edición que se ven claramente en las muchas meteduras de pata con el raccord, que no se deberían dar en una cinta con el presupuesto millonario que tiene esta detrás.

 

Pero no solo eso, pues la edición parece querer "arreglar" esa falta de ritmo del guion sin conseguirlo. Por mucho que se intente dar ritmo a una pelea de varitas, utilizadas en esta película como revólveres del Oeste, si esta pelea no es interesante, es imposible darle emoción. 

 

Lo mejor: Mads Mikkelsen y Jude Law

 

Es imposible imitar a Johnny Depp, y Mads Mikkelsen lo sabe, por eso el danés hace completamente suyo el personaje de Gellert Grindelwald haciendo que los espectadores se olviden por completo de la extravagancia y los movimientos de Depp, y provocando el deseo de que, ojalá, hubiese sido Mikkelsen el que interpretase a este villano desde el principio. 

 

Su química con Jude Law es casi tangible y ambos saben controlar muy bien esa relación de deseo, poder, amor y posesión que une a Grindelwald con Dumbledore. La primera escena de la película, que hace parecer que va a ser hasta buena, es lo mejor de Los secretos de Dumbledore con diferencia. 

 

 

Unos secretos que, por cierto, no se sabe muy bien cuáles son, porque la relación de la que al principio parecía que se avergonzaba el director de Hogwarts, ahora la va anunciando a diestro y siniestro sin ningún tipo de problema. Dumbledore no se tiene problema en reconocer que estaba enamorado de Grindelwald y eso es, sin duda, un punto positivo para la película.

 

Qué pena que una de las escenas finales que comparten los dos casi consiga romper esa magia de que en una superproducción de Hollywood se hable tan abiertamente del amor que compartían dos hombres. Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore llega a los cines el próximo 8 de abril. 

 

VALORACIÓN:

Animales Fantásticos: Los secretos de Dumbledore es una sucesión de situaciones que no avanzan hacia ningún sitio, un capítulo de transición demasiado largo e inesperado. Los personajes no tienen ambición y las relaciones entre ellos están forzadas. J.K. Rowling se olvida por completo de su propia mitología y la reinventa para mal.

LO MEJOR:

Mads Mikkelsen se hace con el personajes de Grindelwald alejándolo por completo de la interpretación de Johnny Depp, aunque tampoco se aprovecha.

LO PEOR:

La película es una sucesión de situaciones que no van a ningún sitio y se pierde por completo el mensaje político y medioambientalista.
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