¿Cómo rodar una peli de espías aportándole un toque de originalidad? Luc Besson sabe cómo hacerlo en Anna y para ello cuenta con la inestimable ayuda de Sasha Luss, que había desarrollado su carrera como modelo antes de formar parte del reparto de Valerian y la ciudad de los mil planetas y que ahora debuta como protagonista con un papel camaleónico que le permite explorar muchos registros.
Ojo, que aunque puede parecer tarea sencilla no lo es: de hecho Besson pone toda la carne en el asador para seguir imprimiéndole a la película todos los tropos de su sello autoral: hay acción, trasfondo político y juegos de espejos pero no por ello se descuidan las relaciones humanas y es en este punto donde Anna consigue innovar bastante, con un final inesperado.
Tráiler de Anna, la nueva película de Luc Besson
Es evidente el enorme parecido de la historia con la de Nikita o con las más recientes Atómica o la adaptación de la novela Gorrión rojo. Salvando muchas distancias en el tono y el tratamiento del personaje principal, tenemos a una joven mujer llamada Anna Poliatova que es reclutada y entrenada como sicaria por la KGB y que se mueve en un entorno altamente violento del que pronto desea salir. Sin embargo, esa tarea no será nada fácil.
Con la finalidad de recuperar su libertad, comenzará a buscar aliados en el bando contrario, jugando con una doble baraja. Finalmente tendrá que poner en valor todo lo aprendido para evitar represalias.
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Además, a pesar de estar ambientada en los años 90, Anna es sin duda una película que nos habla de la más rabiosa actualidad. Como el propio Besson ha expresado: "La película es una Polaroid del momento actual. Y uno de los temas más importantes del filme para mí es la confianza, que creo que es algo que ahora mismo hemos perdido en nuestra sociedad”. No es ya que se apunte a la crisis de las instituciones, a los intereses cruzados o las traiciones taimadas, sino directamente a la hipocresía de las relaciones humanas inherente a cualquier tipo de intercambio.
Besson es un experto en reunir a talentosos equipos a su alrededor: Luss ha sido su gran descubrimiento y la actriz se ha entrenado a fondo físicamente para el papel, pero es que está arropada por un reparto excelente en el que destaca Helen Mirren, Luke Evans y Cillian Murphy, entre otros.
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En Anna, además, encontramos una fuerte reivindicación en contra del mundo de la moda, algo que casa a la perfección con la propia historia personal de la actriz que comenzó su carrera como modelo a los 13 años tras sufrir un lesión que la alejó de la danza, y se ha manifestado en alguna ocasión en contra de lo que considera un negocio terrible e inmoral.
Quien no conozca este dato a lo mejor considera que la película tiene algún momento fuera de tono, pero nada más lejos: es una puñalada muy meditada y bien dirigida hacia un universo realmente cruel que explota sin piedad a un colectivo al que se le roba la juventud creando a su alrededor un mercado de explotación repulsivo.
La historia, por tanto, tiene muchas aristas más allá de ser una arquetípica peli de espías con sorpresa final (puede que el reclutamiento de Anna sea la parte más floja, mientras que el resto funciona mucho mejor). Besson se recrea en crear estilizadas coreografías violentas en momentos puntuales que son una verdadera gozada tanto por su planificación (ante la escena del restaurante, chapeau) como por la esmerada fotografía y la velocidad de ejecución: los tiempos están bien medidos y el espectáculo servido en bandeja de plata.
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El director experimenta. coloca la cámara donde menos te lo esperas, permite al reparto casi bailar en torno a ella y en suma, compone los planos de forma que el espectador se queda pegado a la pantalla como las polillas al neón.
Eso sí, Anna encontrará detractores sobre todo en la audiencia más habituada a ver únicamente cine estadounidense. Aunque el guión es audaz, el ritmo y la forma en la que se relacionan los personajes se sale del molde y puede que la narrativa resulte algo confusa por el uso de flashbacks para definir la coda final y redirigir la historia hacia un desenlace en el que tiene más peso el lado emocional que el político.
¿Se presta a una secuela? Desde luego que sí y habida cuenta de la forma en la que Besson desarrolla esta película, tiene toda nuestra atención para abordar esta tarea.