Crítica de The Beast: ciencia ficción laberíntica con una Léa Seydoux superlativa

The Beast toca todas las teclas y los resortes disponibles para hacer reaccionar al espectador: es una película inquietante, misteriosa, trágica, desconcertante... Su larguísimo metraje (146 minutos) y la forma en la que está montada, desarrollándose en tres planos temporales distintos, hace que su complejidad nos lleve también a cierto desaliento, cuando no al sopor.

Estamos ante una propuesta de ciencia ficción que entra casi más en el terreno de lo experimental que en el género puro. La visión del director y guionista Bertrand Bonello, que ejerce también como compositor musical, no es lineal ni se sujeta estrictamente en una historia con inicio, nudo y desenlace, sino que busca desenvolverse en un plano metafórico.

Bonello ha estado asociado a la corriente artística denominada "nuevo extremismo francés" junto a otros cineastas como François Ozon, Gaspar Noé, Leos Carax, Alexandre Aja o Olivier Assayas, cuyo cine se definía, con cierto afán peyorativo como un "cruce entre decadencia sexual, violencia brutal y psicosis desconcertante".

The Beast no es una película visceral hasta el punto de buscar la repugnancia en el espectador, pero sí lo sitúa a menudo en una posición muy incómoda, sobre todo en el arco narrativo del incel que acosa a la actriz.

Hay violencia y el nivel de psicosis es altísimo, dado que la película se sustenta el el pánico que la protagonista tiene a una potencial amenaza que se materializa de distintas maneras.

Es una adaptación libre de La bestia en la jungla, de Henry James, y nos lleva, en primera instancia, a un futuro distópico en el que la sociedad está dominada por la inteligencia artificial. Más que un hecho diferenciador, las emociones humanas son consideradas una debilidad y un obstáculo para el desarrollo profesional además de un motivo de padecimiento.

Esto lleva a nuestra protagonista Gabrielle Monner, a purificar su ADN regresando a sus vidas pasadas. En ellas se reecontrará con su gran amor, Louis, pero el miedo la persigue de manera implacable presintiendo que una catástrofe está a punto de alcanzarla.

The Beast nos desplaza así del año 2044 hasta 1910 y hasta 2014 para conocer distintas iteraciones de lo que parece un romance imposible.

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Por el camino Bonello aborda la complejidad de las relaciones humanas, hace que la tecnología futura y la manufactura de principios del siglo XX se den la mano y nos regala una película que es más una experiencia que una tesis en sí misma. 

Según sus propias palabras, "Mi deseo era entrelazar lo íntimo y lo espectacular, el clasicismo y la modernidad, lo conocido y lo desconocido, lo visible y lo invisible. Hablar, quizás, del más desgarrador de los sentimientos, el miedo al amor". 

Se apoya en dos intérpretes excepcionales: George MacKay (1917) y, sobre todo, una generosísima Léa Seydoux (Dune Parte 2) que se entrega por completo a un papel en el que la cámara escudriña su cuerpo y su rostro para verla abrazar todo un abanico de estados emocionales: del pánico al éxtasis, de la contención a la locura. Siempre con la desgracia rondándole y cierta indefensión ante ella.

Otro de los aspectos sobresalientes de esta producción es el diseño de vestuario, peluquería y maquillaje. Es una cinta ambiciosa en el plano estético que consigue transportarnos en el tiempo mostrando lo que podría ser el gran óbice a una relación amorosa satisfactoria en el pasado por las idiosincrasias del momento como son la infidelidad o la desconexión con la realidad.

The Beast no es una película fácil ni asequible para la audiencia general: nos propone entrar en un laberinto y experimentar sensaciones. Algunas serán macabras, otras visionarias, pero ninguna va a dejar al público indiferente. Nuestro consejo es dejarse llevar y fluir con las historias: deja huella.