A Daniel Calparsoro el apasiona el thriller, la velocidad y las historias basadas en hechos reales, de modo que atesora una filmografía repleta de títulos que recogen estas características tanto en formato de cine como de serie: desde Hasta el cielo hasta Operación Marea Negra.

El correo es su nuevo trabajo y en él volvemos encontrar una vez más todos los temas que le atraen: un personaje principal salido de la nada que aspira a ascender rápidamente en el escalfón social a base de tomar atajos, grandes tramas de corrupción, blanqueo de dinero, tráfico de influencias y cochazos que vuelan por la carretera, al ritmo de la magnífica banda sonora de Carlos Jean.

La película nos presenta a Iván (Arón Piper), un muchacho de Vallecas que nunca fue el más listo de clase, pero que tiene algunas ideas para ganar dinero a lo grande. Después de ver a su padre levantar un próspero negocio y hundirse después, decide valerse de su puesto de aparcachoches en un lujoso club de golf de Madrid para introducirse en un negocio mucho más lucrativo: trabajar como correo.

De este modo entabla los contactos necesarios para meter la cabeza en una organización internacional dedicada al blanqueo de capitales. Iván empieza a llevar maletines desde España hasta Bruselas y Ginebra, haciéndose con una pequeña fortuna.

Sin embargo, no puede dejar de ampliar su campo de acción y pronto se da cuenta de que donde hay más posibilidades de crecer es en la Costa del Sol donde se dan cita los grandes empresarios de la construcción, políticos corruptos, banqueros sin escrúpulos, la mafia china, etc.

En colaboración con su fiel compinche (Nourdin Batan), buscará aniquilar a la competencia y hacerse con su parte del pastel, si es que no lo atrapa antes un sagaz investigador que va tras sus pasos (Luis Zahera).

Dice un rótulo inicial que El correo es una película basada en hechos reales pero que no habla de nadie en particular, que cualquier parecido con la realidad es "puta" coincidencia. Y tiene el acierto que mezclar a los personajes ficticios que nos presentan con otros con los que estamos bien familiarizados, por desgracia, mediante el uso de imágenes de archivo.

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El correo - Galeria de imágenes I (5 imágenes)

Esto nos lleva desde la infancia del protagonista que vive la burbuja de la Expo del 92 hasta los primeros 2000 con la introducción del euro y de ahí en adelante. Una época tan apasionante como vergonzosa de nuestra historia reciente en la que los desmanes fueron tan grandes que hipotecaron nuestro futuro, al punto de que seguimos pagando el pato.

El guión de patxi Amezcua y Alejo Flah destila todo ese desencanto con las élites que se dedicaron básicamente a llenarse los bolsillos a costa de los contribuyentes. Pero Calparsoro jamás pierde de vista el hecho de que quiere entretener a la audiencia, no está en un ánimo el tono documental ni realizar una película aleccionadora.

Así que, por el contrario y como es habitual en sus trabajos, lo que encontramos es una cinta dinámica, urbana, descarada y gamberra incluso, muy poco preocupada por la corrección política imperante y dispuesta a dejar pocos excesos sin mostrar. Fiestazas, sexo, drogas... todo en su justa medida.

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El correo - Galeria de imágenes II (5 imágenes)

Uno de los grandes aciertos es que, en su vocación comercial, reúne a una nueva generación de actores (Arón Piper, María Pedraza, Nourdin Batan) con otros más asentados y reconocidos (Luis Zahera, Luis Tosar, José Manuel Poga) consiguiendo dar forma a un reparto que puede atraer tanto al público joven como a otro más adulto. 

Otro acierto: han tenido la ocasión de improvisar para hacer suyos los personajes y permitirnos disfrutar de su talento en todo su esplendor. Bien jugado.

Puede que sea también una de las películas más desencantadas de Calparsoro en el sentido de que, a pesar de que seguimos a un protagonista de moral ambigua, está rodeado de tal grupo de pirañas ligadas al dinero negro que solo podemos llevarnos las manos a la cabeza. El correo es el epítome de que la realidad supera la ficción.

Nunca dejaremos de salir de nuestro asombro ante la barbaridad de aquellos años en los que Jesús Gil daba lecciones desde su jacuzzi con el puro en la mano. Es ver para creer. Quienes crecimos con aquello, alucinamos, pero es que los espectadores más jóvenes van a quedarse con la boca abierta.