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Crítica de The Crown temporada 4 con la inclusión de Lady Di y Margaret Tatcher

The Crown 4
Crítica de The Crown temporada 4 con la inclusión de Lady Di y Margaret Tatcher encarnadas por las actrices Emma Corrin y Gillian Anderson respectivamente. Estreno en Netflix el 15 de noviembre de 2020.

The Crown, uno de los buques insignia de la plataforma Netflix, navega por las aguas turbulentas de los años 80 en su cuarta temporada, pero llega a buen puerto prestando una especial atención a dos figuras femeninas cruciales para la corona británica como fueron, por motivos muy distintos, Diana Spencer y Margaret Thatcher.

Lo que tiene de extraordinario la serie en esta nueva remesa de episodios es que consigue un buen balance otorgándole un peso dramático bien ponderado a todos los personajes principales sin dejarse eclipsar por ninguno de ellos y abordando temas tan peliagudos como los atentados del IRA, las tensiones a cuenta de la llamada guerra de las Malvinas, el fortísimo impacto social de las políticas de Margaret Thatcher con el aumento del paro y la desigualdad, el oscuro pasado de dejación de la corona en torno a miembros de la realeza apartados de la esfera pública o el encontronazo de la reina Isabel y la primera ministra a cuenta de las sanciones económicas para acabar con la segregación racial del apartheid en los territorios del cono sudafricano pertenecientes a la Commonwealth.

Lady Di y la "dama de hierro" representan dos polos opuestos en prácticamente cualquier terreno en el que se comparen sus figuras: la primera joven, cálida, frágil, heterodoxa y tremendamente popular; la segunda madura, fría, tradicional e implacable además de no gozar del favor de las masas salvo en momentos puntuales. The Crown no deja que dos personajes tan influyentes y carismáticos, cada uno a su manera, se coman la serie ni se deje a los demás de lado.

Ambas suponen inestabilidad para la corona: la primera por el sonoro fracaso de un matrimonio concertado abocado al desastre desde antes de que se pronunciaran siquiera los votos que ambos romperían después y la segunda por su incapacidad para alejarse de sus objetivos, enganchándose incluso en el terreno diplomático con la mismísima reina, garante de la estabilidad de la Commonwealth... Quienes echéis de menos a la brillante actriz Claire Foy, por cierto, podréis reencontraros brevemente con ella en una secuencia que define el compromiso de la corona con los territorios británicos coloniales.

Al margen de los cambios sociales y de las anécdotas (bastante elocuentes) que recoge The Crown 4, como el asalto del palacio de Buckingham por parte de un hombre que llegó a parlamentar con la soberana en sus propias dependencias, la serie también va variando el foco para realizar un retrato de una familia complicada, poco dada a los afectos y en la que una de las cuestiones principales que empieza a planear sobre cada uno de sus miembros es la línea de sucesión y la cesión de tareas y privilegios a costa de la ampliación de la familia.

Así, la llegada al mundo de Guillermo y Enrique, los hijos de Carlos y Diana, evapora las esperanzas de alcanzar el trono para la princesa Margarita o los hermanos varones de Carlos, Andrés y Eduardo, además de hacer que varíen su rango y su posición.

Llegados a este punto solo podemos deshacernos en alabanzas y elogios ante todo lo que concierne al diseño de producción de la serie como hicimos en la temporada 3: no hay detalle que no esté tratado con mimo y tanto los lugares, como la puesta en escena, el vestuario, la peluquería y el atrezzo está puesto al servicio de calcar la realidad. Con la misma intensidad se ha trabajado con el cuerpo interpretativo para que recreen a personajes con los que la audiencia está muy familiarizada y que, por momentos, parecen ser reales y no una mera dramatización. 

Hay que señalar con especial profusión el denodado esfuerzo de Gillian Anderson (Sex Education) por darle una dimensión humana y muy creíble a su Margaret Thatcher (ved su trabajo en versión original, aunque sea solo para comprender el esfuerzo que ha hecho para transformarse). La serie no tira por el camino fácil, que habría sido demonizarla y, de hecho, pasa por alto algunos pasajes de su gestión que habrían merecido mucha más atención como su oposición a la formación de la Unión Europea o su completo alineamiento con la política exterior de Estados Unidos (nada se habla de la alianza con Reagan, por ejemplo) mientras que sí se dejan caer intereses económicos, en concreto, los negocios de su hijo en los países de la Mancomunidad británica que fueron clave en el retraso de la toma de ciertas decisiones.

Encontraréis en la interpretación de Anderson muchos matices, además de todo lo que conlleva el conservadurismo propio de la Primera Ministra británica incluyendo sus propias contradicciones como una mentalidad muy machista y su habitual look creado a base de toneladas de laca.

Los ademanes de Emma Corrin impostando con esmero la forma de caminar de Lady Di cargada de hombros, mirando siempre de medio lado con una mezcla de coquetería y timidez es algo tan característico como el ceño fruncido del príncipe Carlos o el descaro de Sarah Ferguson, a quien solo se nos muestra en un breve adelanto de lo que está por llegar en la quinta temporada.

En ella, por cierto, tendremos una nueva cesión del testigo interpretativo: de Olivia ColmanImelda Staunton, de Tobias Menzies a Jonathan Price, de Helena Bonham-Carter a Lesley Manville, de Josh O'Connor a Dominic West, de Emma Corrin a Elisabeth Debicki. Un repartazo que nos servirá en bandeja de plata el colofón de una serie sensacional.

Conflictos, escándalos, crisis y sobresaltos no nos han a faltar, de ningún modo, a lo largo de los 90 con la desintegración de la Unión soviética, la guerra del Golfo o el advenimiento de la era Blair tras la debacle de John Major además de los terremotos mediáticos de los tabloides como el divorcio de los duques de York y todo lo que trajo consigo, la publicación de las famosas "declaraciones del tampón" o el fatídico accidente de Lady Di que dejó en shock a medio mundo. 

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Ya en esta cuarta temporada se aborda en profundidad cómo la cercanía de la princesa con la gente y con el mundo artístico se transformó en una oleada de popularidad que se tradujo incluso en un cambio de rumbo importante en Australia tras su gira por el país al tiempo que despertaba la envidia del resto de la familia real. La serie incluso se atreve (paternalista aclaración previa mediante) a mostrar los trastornos alimenticios de Diana, que ella misma confesaría en una entrevista televisiva en 1995 en la que también reconocería su infidelidad así como su conocimiento de la vida extramarital de Carlos con Camilla Parker Bowles y que conduciría a su divorcio.

Peter Morgan esquivará la bala de mostrar a la familia real en el siglo XXI y por tanto de tener que abordar temas candentes, tal y como pensábamos que sucedería en una sexta temporada final, que se ha esfumado de los planes. Explicó el cambio de rumbo de la serie en un comunicado: "Al principio me imaginaba The Crown como una serie de seis temporadas, pero ahora que nos hemos puesto a trabajar en las historias para la quinta, hemos visto claro que era el momento y el lugar perfecto para pararse".

Así que, respetando las decisiones de su creador, tiene pinta de que estamos ante otra de esas series de Netflix que se terminarán antes de tiempo, a pesar de merecer más temporadas y haberse planteado alcanzar, como poco, la primera década de los años 2000.

Lo que queda claro es que vivimos en un mundo telúrico y cambiante en el que solo ha permanecido imperturbable la propia reina, que a día de hoy sigue detentando el poder. ¿Está asegurado el porvenir de la corona? ¡Quién lo sabe! Pero es un placer ver cómo la cuarta temporada de The Crown recoge no solo la cronología por todos conocida sino también algunos de los entresijos que resultan apasionantes.

VALORACIÓN:

La cuarta temporada de The Crown nos lleva a bucear por la década de los 80 asistiendo a muchos de los grandes eventos que marcaron el devenir de la familia real y, por supuesto, de grandes cambios en la sociedad británica, bajo el mandato de Margaret Thatcher, "la dama de hierro".

LO MEJOR:

El diseño de producción impresiona y los fichajes se ajustan a la perfección a sus roles con un trabajo impecable de Gillian Anderson yEmma Corrin.

LO PEOR:

El periodo que abarca esta temporada habría requerido mayor extensión en el tiempo para ahondar en temas políticos y sociales que solo se esbozan.
Hobby

90

Excelente

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