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Crítica de Emily en París temporada 2, que concluye con su particular "revolución francesa"

Emily in Paris 2

Crítica de la segunda temporada de Emily en París, la comedia creada por Darren Star que cuenta con Lilly Collins como protagonista principal. Estreno en Netflix el 22 de diciembre.

El exitazo deEmily en París y el final abierto tras la primera tanda de episodios, dejaba muy claro que tendríamos una segunda temporada de la serie, algo que su horda de fans estarán deseando degustar. 

Así que, para su regocijo, vuelve el glamour en diez nuevos episodios titulados: "Voulez-vous coucher avec moi?", "¿Cómo se va a Saint-Tropez?", "¡Bon anniversaire!", "Jules y Em", "Un inglés en París", "Punto de ebullición", "El cocinero, la ladrona, su fantasma y su amante", "Champán y otros problemas", "Aromas y sensibilidad" y "Una revolución francesa".

¿Qué novedades hay en Emily en París 2? A nivel argumental, menos de las deseables como para mantener el listón porque vuelve a pasar una y otra vez por encima de los mismos tópicos de cualquier otra comedia romántica al uso: un trío amoroso que se convierte en cuarteto y varias tramas secundarias de poca enjundia.

En esta ocasión se aprecia todavía más que se sigue una fórmula preestablecida y hay poco margen para la sorpresa, así que, salvo que seáis muy fans de la serie, de la moda o de ambas cosas a la vez, cuesta encontrarle el atractivo a este regreso. Hay que pagar además otro peaje, que deja claro que esto es un producto MTV... los números musicales de turno.

Que no se malinterprete esta apreciación... Ashley Park canta como los ángeles y el diseño de producción sigue haciendo de la puesta en escena un escaparate muy lucido, pero el problema es que hay "pegotes" en la narrativa que lastran el ritmo de los acontecimientos. Es por eso que (risa maliciosa) la función de ver la serie en 1,5x nos ahorra un tiempo precioso.

Como decimos, a nivel visual, Emily in Paris 2 sigue siendo una serie muy cuidada y no se le puede achacar falta de calidad pero es como los grandes pasteles de colores que ves en las tiendas de repostería: son apetecibles a la vista, pero generan malas digestiones y encima no alimentan. En pocas palabras, le pesa mucho la falta de discurso, de ideas y de peso dramático.

Los personajes además tienen un comportamiento más errático que nunca y pasan del amor al desamor en un abrir y cerrar de ojos... así que, ¡a seguir alimentando la tensión sexual no resuelta! Esto choca de frente con la primera temporada, que fue más atrevida y descarada a la hora de manejar los resortes emocionales de Emily y su entorno más cercano.

Emily in Paris 2
Netflix

Uno de los aspectos que mejor funcionaba de la serie (y que más molestó, con razón, al público francés) fue el de los equívocos derivados del choque cultural entre Estados Unidos y la idiosincrasia gala. Aquí siguen mandando los estereotipos a tope... y de nuevo vuelve a ser obligatorio el visionado en versión original para comprender los giros lingüísticos y los quiebros de los idiomas.

No es que el humor sea la bomba, también hay que decirlo, pero encima en castellano se pierden por completo.

El lado tóxico de la serie, le sigue pasando factura. Y es que en Emily en París todo el mundo es rico, talentoso y supersexy además de que las tallas de los modelitos que lucen son de dimensiones diminutas (no sé cuántas X se pueden poner delante de la XS). Ya lo comentamos a propósito de la primera temporada y hay que repetirlo: da grima ver la extrema delgadez y palidez de Lilly Collins.

El equipo de estilismo de la serie además ha decidido sacarle un mayor partido a su enorme parecido con Audrey Hepburn (salvando las distancias), tomando prestados looks, peinados y hasta complementos que sobre todo nos traen a la cabeza Desayuno con diamantes.

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A cambio, en la balanza de lo positivo, se opta por desdramatizar las relaciones sentimentales entre personas de edades dispares y hay un intento de reivindicar aquello de que "la arruga es bella". Incluso presenciamos un desfile de modelos en el que hay cierta diversidad corporal. Es algo casi testimonial, pero ahí queda.

Para sorpresa de nadie, también se sigue idealizando el amor romántico, las relaciones exclusivas y un poco el rollo del sufrimiento "inherente al amor"... Poca pimienta y picardía en una temporada en la que se pierde mucho el arrojo y la tendencia a la promiscuidad de los personajes, que les daba algo de gracia. Ni siquiera Emily consigue ser la "pisacharcos" que recordábamos.

En resumidas cuentas la segunda temporada de Emily en París es una exquisita forma de perder el tiempo para volver a la casilla de salida en el último episodio, bastante decepcionante por la simpleza con la que nos arroja el anzuelo.

VALORACIÓN:

La serie sigue contando con medios y es satisfactoria en el plano del diseño de producción, pero está tan vacía a nivel argumental y tira de tantos clichés que es difícil verle el atractivo más allá de lo meramente visual.

LO MEJOR:

La gloriosa posibilidad de verla en velocidad 1,5x, que permite acortar la agonía. Los amantes de la moda la distrutarán en el plano estético.

LO PEOR:

Que debajo de tanto colorín no hay nada de historia... y ya ni morbo, porque el comportamiento de los personajes es errático.
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