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Crítica de Érase una vez... pero ya no: la colorida e incomprensible serie musical de Netflix

Érase una vez... pero ya no

Analizamos Érase una vez... pero ya no, creada por Manolo Caro. La nueva serie musical de Netflix está protagonizada por Sebastián Yatra, Nía Correia, Mónica Maranillo, Rossy de Palma, Asier Etxeandía, Itziar Castro y Mariola Fuentes, entre otros. El estreno de Érase una vez... pero ya no en Netflix España es el 11 de marzo de 2022.

Érase una vez... una historia incomprensible. Érase una vez... un musical que no es. Érase una vez... una serie de Netflix que todavía no sabemos por dónde coger. ¡Érase una vez... pero ya no con Sebastián Yatra ya está disponible en la plataforma!

El último estreno de Netflix se está llevando todas las miradas, pero por razones diametralmente opuestas a las que cualquiera desearía.

Nos vamos a proponer contaros la sinopsis de lo que podemos ver en su piloto, a ver qué sale: hace muchos años, dos jóvenes amantes, una princesa y un pescador, fueron separados en plena faena por... las dos reinas del reino... pero su amor acaba desatando una maldición por la que nadie podrá enamorarse... ¿hasta que suelten a un dragón azul de miniatura en un lago? Algo así.

Érase una vez... pero ya no transcurre muchos años después de esa introducción que nos brindan en los primeros compases de la serie con la reencarnación de esos dos amantes que deberán encontrarse y romper con la maldición.

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Sebastián Yatra es Diego, un gigolo que trabaja en el hotel de su madre (Rossy de Palma) donde se lucran de exponer al tierno dragoncito azul de la leyenda. Su parecido físico con el protagonista de la historia — para sorpresa de nadie — es parte del reclamo comercial con el que explotan el negocio.

En su historia se cruzan Juana (Nia Corrreia) y Goya (Mónica Maranillo), junto a quienes tendrá que encontrar su destino y romper la maldición del pueblo.

Érase una vez... pero ya no

Hay dos conceptos que te vendrán a la cabeza en cuanto veas el primer capítulo de la serie. El primero es el color; una orgía de sensaciones visuales que su creador ya había explotado con La casa de las flores y su boom en Netflix. El segundo es un absoluto desconcierto, porque nada de lo que verás tiene una pizca de sentido.

La nueva serie de Manolo Caro ha conseguido convertir sus interesantes valores de producción cinematográfica en un absoluto pozo narrativo. Ni el hilo conductor se entiende, ni sus personajes tienen objetivos, ni su desarrollo cumple con el mínimo estándar de entretenimiento exigible.

Cuando en la cabeza de cartel te encuentras con tres cantantes sólo hay una conclusión: el musical. Una historia cogida con pinzas, pero con números musicales a la altura para dejarnos algunos «hits» y algo memorable capítulo a capítulo.

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Cuando en el arranque de la serie te encuentras con una disparatada escena en un pajar, parece que podemos esperar una comedia. Una con tintes rancios vestidos con supuesta modernidad, pero una comedia al fin y al cabo.

Cuando aparece un dragón, vestidos de época y un castillo, podría ser una historia de fantasía. Una princesa y una maldición parecen la alegoría final para convertirla, en definitiva, en una comedia musical satírica.

Ni lo uno ni lo otro. Ni las innegables capacidades musicales de sus protagonistas justifican la aparición de sus personajes, ni la comedia tiene un ápice de frescura o inteligencia, ni la fantasía se convierte en un aliciente para justificar los dos anteriores con algo de frescura.

Érase una vez... pero ya no

Es un intento blando de parodia. Una que pretende divertirse con temas de actualidad en un entorno exageradamente kitsch que choca conceptualmente con el arquetipo de la fantasía, pero cuya superficialidad le impide tener ningún tipo de resonancia por la que vayamos a recordarla.

Y no es nuestro deseo tomárnosla en serio. Ni mucho menos. Es que su valor como entretenimiento es difícil de encontrar aún rascando sobre la superficie.

Su humor es soez, a veces pueril y otras casposo, y esa es su única posibilidad de conquistar a su público — que, como todo en esta vida, lo tendrá —. La única risa que sacará de nosotros es una carcajada nerviosa en la que nos preguntaremos qué se supone que estamos viendo.

Así tendremos a Itziar Castro, a Rossy de Palma y a Asier Etxeandía intentando escapar de la quema de unos personajes eternamente indefinidos, obligados a salvar los papeles con las poquitas posibilidades que les ofrecen.

Érase una vez... pero ya no

Érase una vez pero ya no es una catástrofe que difícilmente puede salvarse. El descaro no es suficiente para dar valor a la serie, por lo que nos quedará un batiburrillo de temas que no terminan de concretarse en una cáscara vacía con neones rgb.

Esperemos que encuentre ese público amante de la exageración grosera con purpurina por encima que abrace sus dementes intenciones, porque ese sí que sería un cuento de hadas imposible.



VALORACIÓN:

Érase una vez... pero ya no es una exposición kitsch tan demente, grosera y absurda que ni en el musical ni en la comedia encuentra su hueco, ofreciendo una historia deslavazada en la que nadie parece encontrarse.

LO MEJOR:

Los trabajos de Manolo Caro siguen despertando ese aura kitsch tan absurda y exagerada que no podremos quitar la vista de sus escenarios.

LO PEOR:

Su absoluta falta de definición: ni funciona como musical ni como parodia.
Hobby

40

Malo

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