Crítica de Fatum o cómo lidiar con los designios del destino

Quien busque un buen thriller lo va a encontrar en Fatum, una película que supone el debut en el largometraje de Juan Galiñanes en calidad de director y en la que además ejerce como guionista junto a Alberto Marini (La unidad).

Se trata de una película muy bien articulada en torno a la idea del hado o destino al que alude en latín el título y que viene a sostener que hay fuerzas desconocidas o, mejor dicho, incognoscibles que obran para empujar los sucesos en una determinada dirección. 

Precisamente, dado que hemos tenido ocasión de entrevistar al director y al reparto, quisimos preguntarles qué opinaban al respecto:

Alea iacta est

Fatum tiene además un aliciente adicional que es el de introducir los juegos de azar en la trama con una doble misión: recalcar el mensaje determinista de que una vez que se lanzan los dados la suerte está echada y explorar también un subtexto que sirve como crítica al daño que pueden hacer las casas de apuestas y la ludopatía a nivel personal, familiar y social.

La película nos presenta a dos hombres: Sergio y Pablo. El primero vive una crisis con su esposa que está cansada de sus falsas promesas de que va a cambiar. Aunque ella le da una última oportunidad, Sergio recibe un soplo sobre el amaño de un partido de fútbol y vuelve una vez más a una casa de apuestas con la idea de conseguir el dinero que frene sus problemas económicos.

El destino le sonríe de forma breve para reírse después de él: aunque la información es cierta y consigue su objetivo inicial, un joven enmascarado irrumpe en el local de forma violenta para vengarse por el daño infligido a su familia sin que pueda llegar a materializar el premio de la apuesta. Pero lo peor es que tanto él como su esposa y sus hijos son tomados como rehenes.

El atraco llama la atención de la policía y Pablo recibe la llamada de la comisaria Costa para acudir al lugar de los hechos, a pesar de estar pendiente de la vida de su hijo, gravemente enfermo. Como francotirador de los GEO, el sentido del deber se impone por encima de su situación personal, pero una breve distracción hará que la fatalidad se cruce en su camino. 

El tema de Fatum no podría ser más interesante, pero es que además Galiñanes hace un buen trabajo tanto desde la dirección de actores, sacándole un gran partido a Álex García y a una impecable Elena Anaya que le aporta un enorme valor humano a su papel, como desde la realización, exprimiendo bien los espacios, las miradas, los silencios y los gestos de los personajes.

Se notan las tablas de Galiñanes como director de segundas unidades y en la edición, que ha venido ejerciendo en series como El desorden que dejas, Hierro o La unidad además de haber sido coguionista de Quien a hierro mata. Era duión de ley que debutara con un guión propio que ha trabajado durante años.

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La película se divide narrativamente en dos partes bien diferenciadas con la del atraco como la más trepidante y otra posterior más sosegada pero llena de una tensión (a veces soterrada) que te lleva a estar pendiente de la deriva de los acontecimientos hasta el final. 

Además, Fatum no necesita excesos ni en la puesta en escena ni en la introducción de efectos especiales sino que desde una sobriedad bien calculada edifica una serie de relaciones entre los personajes que son plenamente reconocibles y naturales. Por eso es creíble y por tanto también emocionante.

Estamos, en suma, ante una película notable que consigue además tocarle la fibra sensible al espectador al final y que se encarga de dejarle pendiente de una reflexión sobre la existencia del libre albedrío.