No se puede juzgar un libro por la cubierta, ni es lo más correcto del mundo tener prejuicios sobre una película antes de verla... pero desde luego, en el caso de Hypnotic, las vibraciones nunca fueron positivas y se constata la sospecha: es una película que no alcanza el aprobado por tantas razones que nos va a llevar un rato enumerarlas todas.

En primer lugar y antes de arrancar, hay que señalar que podríamos estar hablando de una película noventera de acción del montón: varias secuencias nos remiten a una manera de hacer cine que no puede estar más obsoleta. Pero es que, para agravar esta sensación hay referentes en thrillers de ciencia-ficción de altos vuelos como Origen que hacen que palidezca comparativamente.

Es decir, que la peli se pone a sí misma un listón muy alto cuando es evidente que no tiene la densidad argumental ni el empaque en el acabado visual que requiere semejante tarea. El tufillo a telefilm aflora de forma casi instantánea, una vez que queda planteada la trama y el guión se dedica a zarandear los cimientos de la narración con giros confusos y mal ejecutados.

La trama de Hypnotic nos presenta a un padre atormentado por la desaparición, a plena luz del día, de su hija. El detective Danny Rourke acude a terapia para tratar de superar esta situación justo antes de reincorporarse a su trabajo. Y, cuando lo hace, todo ese dolor le estalla en la cara porque su siguiente caso está directamente relacionado con el drama que está viviendo.

Un "hipnótico" atraca un banco en el que hay una caja de seguridad con la foto de su hija y un nombre. Ahora Rourke tiene una pista de la que tirar y un antagonista al que enfrentarse. Y no es un tipo cualquiera: tiene la capacidad de doblegar la voluntad de los demás creando ilusiones en sus mentes y proyectando en ellas aquello que se le antoja.

Sin embargo, Rourke es especial: el bloqueo emocional derivado de su sufrimiento impide que ese hombre pueda manipularlo y controlarlo como si de una marioneta se tratara. Así que contactará con una tarotista para tener una aliada que pueda ayudarle a derrotarlo.

El Affleck ceñudo que no funciona

Nunca se vio más claro: ¿por qué se empeña Ben Affleck es actuar cuando lo suyo es la dirección? Misterio. El caso es que en Hypnotic lo vemos durante los 93 minutos de metraje prácticamente con la misma cara. Es cierto que la historia no es gran cosa, que está plagada de trampas y que hay que hacerle constantes concesiones, pero si al menos tuviera un protagonista más creíble...

Alice Braga, que le da la réplica, resulta mucho más natural y se esfuerza en empastar con un Affleck inane que parece estar con el piloto automático activado en todo momento. Incluso el sombrío William Fichtner cumple en su rol, aunque el papel esté escrito de forma bastante perezosa. El resto del elenco es intercambiable.

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Si la historia no es gran cosa y en el reparto solo hay un par de aciertos, lo que nos queda es la puesta en escena y el acabado visual, que tampoco es uno de los fuertes de la película. Se echa mano de los efectos especiales de forma puntual y poco imaginativa y el resto del tiempo la película está abonada a un filtro amarillo que afea mucho la imagen.

La banda sonora, de juzgado de guardia, de esas de presencia constante que hace que suenen violines tristes en los momentos dramáticos y buscan enfatizar cada instante. Como cuando teníamos que estudiar sin ganas un examen y subrayábamos todas las frases con fluorescente por puro tedio.

En su descargo, Hypnotic no aburre, sobre todo porque a partir de un determinado momento hay un giro de guión tras otro. La lógica brilla por su ausencia, claro está y los agujeros en la trama son tan grandes como las lagunas en la memoria del protagonista pero hay que concederle el hecho de que nos mantiene entretenidos hasta el último minuto.

Por desgracia, no es suficiente y deja en el tintero además unas cuantas reflexiones que habría sido interesante hacer, como qué podría suceder si en realidad las tácticas de control mental pudieran desarrollarse. Seguramente con un presupuesto mucho menor, Awareness abordó esta idea de forma mucho más satisfactoria.