Crítica de Obituary: la divertida muerte de un pueblo irlandés

Comedia, humor negro y acento irlandés. Obituary es la serie por la que apuesta AMC SELEKT después de su estreno internacional en octubre del pasado 2023 y te la voy a resumir bien rápido: un entorno local próximo a After Life, una protagonista más adulta que Miércoles y una psicopatía dirigida por reflexiones internas a lo You.

Siobhán Cullen es Elvira Clancy, una joven periodista con una particular filia por la muerte y lo grotesco que adora su trabajo: escribir obituarios a 200 dólares el contenido para el periódico local. Muy local. Elvira vive en un pequeño pueblo irlandés; a pocas personas, pocas muertes.

Como necesita que alguien sacuda el avispero, ¿quién mejor que ella misma para convertirse en aliada de la parca? A una muerte al mes, su escasa paga no va a ser suficiente como para mantenerla a ella y a su alcohólico padre, Ward Clancy (Michael Smiley, de La Monja).

El eslogan es perfecto: "Para vivir, escribe. Para escribir, mata". Estoy seguro de que más de un compañero habría firmado el eslogan para una autobiografía con la que sacudirse un poco de odio en redes. Pero tranquilos, que hoy tenemos comedia y humor negro de primer plato.

He podido ver los tres primeros episodios de Obituary y las sensaciones que causa son cristalinas: humor seco en una trama divertida, ligera y rápida. En pleno 2024, consumiendo series a una media de 150 por semana, ¿qué más podríamos pedir?

Una asesina de contrastes

Obituary se viste de gótica local con una Siobhán Cullen que es capaz de soportar mediante sus propias reflexiones en off todo el peso de la serie. Es el análogo femenino de You; menos inquietante que Joe Goldberg, pero con el carisma suficiente como para ser gasolina en el ritmo de la serie.

Porque la propia Elvira también tiene una justificación para sus crímenes: sólo gente que verdaderamente se lo merece. Bajo su criterio, por supuesto. Personas egoístas, deleznables y abusadoras que hayan superado la mayoría de edad. Reglas sencillas.

La trama de asesinatos va acompañada de diálogos con un humor que se quiere acercar a la comedia negra, pero que no termina de ensuciarse las manos. Una vez pasado el primer episodio, de hecho, el humor quedará en un segundo plano para demostrarse mucho menos inteligente de lo que aparentaba en primera instancia.

Sí, la premisa es exquisita, por eso da tanta rabia que el guion no sea capaz de afilar su humor con la misma guadaña con la que Ricky Gervais sacude en cada intervención. De hecho, su After Life, aún con una intención radicalmente diferente, es un espejo perfecto en el que mirarse para explotar la comedia cultural y local de un pequeño pueblo.

Aun así, el trabajo de Cullen es fenomenal. Es todo lo «creepy» que una millenial obsesionada con la muerte podría ser para una pequeña población, con esas necesarias dosis de incomodidad a las que tiene que llevarte para que su clasificación no pase de la comedia al thriller.

En ese terreno, Mallory (Danielle Galligan, de Sombra y Hueso), la mejor amiga de Elvira, y su padre, el borracho de Ward a quien ya he mencionado unas líneas atrás, son su complemento perfecto para que el ritmo de la serie no se estanque a pesar del brillo que le falta a sus escenas.

Comedia irlandesa macabra

Uno de los valores que hacen que Obituary se salga de la norma es el enfoque tan macabro con el que rodean los crímenes hasta un punto casi romántico. No se centra en el sadismo; es pragmática a la hora de enfrentarse a la muerte, haciéndola espeluznantemente absurda y ligera.

No penséis que es una serie oscura: el personaje de Elvira es tétrico, como si la propia Miércoles se hubiese mudado a los confines de Irlanda, pero no permite que las sombras opaquen la serie como para hacernos sentir incómodos.

También tiene cierto aire literario. Su estructura guiada por diálogos en off de Elvira y la atmósfera de pueblo, junto a la inevitable relación que guarda con la escritura, hacen que la serie se sienta como una lectura de aperitivo a lanzarnos a por un libro de Edgar Allan Poe.

Todos estos valores son los que consiguen que Obituary tenga un genuino magnetismo. No es tan graciosa como divertida, pero tiene la frescura y la originalidad que necesitamos en estos tiempos de asfixia de contenidos.