Crítica de Pollos sin cabeza: una desvergonzada y morbosa parodia alrededor del fútbol

De casta le viene al galgo. Jorge Valdano Sáenz, hijo del exfutbolista y comentarista argentino Jorge Valdano, firma junto a Pablo Tébar la nueva serie original española de HBO Max: Pollos sin cabeza, con Hugo Silva a la cabeza.

Una serie que utiliza el mundo del fútbol para establecer una comedia sin tapujos, sin pretensiones, con la exageración y el absurdo por bandera. 

Llega a la plataforma tras exhibirse en el Festival de Málaga y en el Festival Internacional de Cine de Berlín, y con cambio de nombre mediante; iba a titularse Monos con pistola.

Pollos sin cabeza recoge los tropos más estúpidos del fútbol que inevitablemente recordaremos y relacionaremos con la realidad episodio tras episodio: jóvenes con el dinero por castigo, extravagantes, trasnochados, inmaduros y con una falta absoluta de conexión con la realidad. Buen cuadro se ha quedado.

Hugo Silva es Alberto Martín, más conocido como Beto en su pasado como futbolista profesional. Su carrera en el Real Madrid se vio truncada por un accidente de tráfico, lo que le obligó a reinventarse como representante de jugadores.

Tras firmar a un aspirante a estrella internacional, Beto monta su propia agencia para intentar equilibrar su futuro profesional y su vida personal con Sonia (Dafne Fernández, de Perfectos desconocidos). Sobre el papel, todo tiene sentido. La realidad, sin embargo, le devolverá a la vorágine de excesos y absurdos que orbitan alrededor del fútbol de élite.

Como no podía ser de otra forma, Hugo Silva es la piedra angular del proyecto. Su carisma y el ritmo de los siete episodios de 25 minutos consiguen que la serie se pase en un chasquido de dedos, a pesar de la evidente incapacidad narrativa de hacerla sostenible más allá del tercer capítulo.

Beto es entrañable. También insoportable. Adjetivos que le otorgaremos entrecerrando los ojos, porque Hugo Silva conseguirá que su personaje nunca caiga en el esperpento al que otras manos podrían haberlo llevado, encauzando su enmascarada crítica a vuelapluma hacia los arcaicos vicios del fútbol.

La homosexualidad en el fútbol será uno de los temas que Pollos sin cabeza utiliza para el humor y la parodia, y a los que practican el lema del «odio eterno al fútbol moderno» le resonará en la cabeza el nombre de Cléo Hickman con una de sus subtramas.

La serie nos presentará a su villano, el también representante de futbolistas Martinelli (Miguel Ángel Solá, de Los favoritos de Midas o Sagrada familia). Se encargará de arrebatarle a su gran diamante en bruto, Willy (Óscar Casas), pero este contraatacará llevándose a Nardinho (Diogo Sales, de Juego de Tronos), una suerte de Cristiano Ronaldo con guiños a Neymar y su séquito de familiares.

Cuando hablamos de representaciones de egos, Pollos sin cabeza se lo toma a pecho: la casa del mejor futbolista del mundo, Nardinho, tendrá representaciones de su miembro en cada rincón que os podáis imaginar. Vulgar, pero en la línea del absurdo que representa.

La órbita de Beto lo enfrentará a su exmujer (Kira Miró, de Los abrazos rotos), una presentadora del corazón cuya ética y moral la podrían convertir en la siguiente protagonista de La isla de las tentaciones, pero con el permanente respaldo de su amigo de la infancia: interpretado por Gorka Otxoa, es el otro asidero cómico que la mantiene a flote.

El reparto de Pollos sin cabeza, que ejecuta un plan con inevitables similitudes al de Machos Alfa, es la delgada línea que separa la serie del desastre. Hasta Valdano padre tendrá su cameo en el primer capítulo, que no se diga que no hay guiños.

Lo primero de todo: el morbo

En Pollos sin cabeza el fútbol es una excusa. No es una crítica a la degeneración y evolución del deporte, como La Liga de los hombres extraordinarios, ni por asomo procura acercarse a la sensibilidad y la magnitud emocional de Ted Lasso.

En su diana está el sórdido ambiente de la juventud mezclada con el dinero, el ego y el poder. Sin un atisbo de crítica sesuda ni un acercamiento a la sutileza; es una montaña rusa de exageraciones cómicas con el morbo y la barbarie por bandera, y el inevitable sello ibérico de las series españolas.

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Imágenes de Pollos sin cabeza, la nueva serie de Álex de la Iglesia para HBO Max (9 imágenes)

Y lo mejor de todo: nos resultará realista hasta despreciar las carcajadas que se puedan escapar. Porque en el retrato caricaturizado y absurdo en el que nos pone a bailar despertará el mismo repelús — «cringe», para los modernos — que estamos aburridos de sufrir en algún que otro programa de cuestionable índole en la madrugada.

Que nos quiten lo «bailao», por supuesto. No venimos a Pollos sin cabeza esperando el cine de Scorsese. Los chistes son tan básicos como tu tío en Nochevieja, pero de 10 lanzamientos, uno hace canasta y te roba una sonrisa. Eso es la primera temporada de Pollos sin cabeza.

Con guiños en el diálogo a Pulp Fiction que firmarían el guion de fin de grado de cualquier estudiante de cine, pero que nos harán saltar como un resorte como el famoso meme de Di Caprio en Érase una vez en... Hollywood. Inofensiva, sin grandes aspiraciones y vista de carrerilla con facilidad.