Crítica de Sagrada familia - La nueva serie de Netflix sobre el "amor de madre"

Es sorprendente que en la época del Me too, en la que se reivindica el papel de la mujer que es madre como una parte esencial de la familia, no solo como cuidadora, sino también como proveedora, se hayan estrenado dos producciones que muestren a las mujeres canalizando aspectos terribles de su personalidad a través de la maternidad. Una de ellas, la serie Sagrada Familia de Netflix.

La otra, Doctor Strange en el Multiverso de la locura. Dos producciones completamente diferentes, pues una de ellas es una serie, de producción española y protagonizada por personas reales, mientras que la otra es una película de superhéroes de Marvel, que sin embargo, hablan de un tema bastante parecido: la locura que produce en algunas mujeres la maternidad. 

Una afirmación que, tal como demuestra la serie de Sagrada Familia sin pretenderlo, no es real, pues las mujeres que aparecen en este nueva producción española de Netflix, lo único que hacen es canalizar aptitudes que ya tenían antes de ser madres, como el egoísmo o la inseguridad, a través de la maternidad. Pero no es esto último lo que las convierte en lo que son ahora que tienen hijos.

Quizá uno de los errores más notables de esta serie de Netflix que tiene un grave problema con sus personajes, especialmente con aquellos que juegan un papel más secundario en la historia principal y que se van atrapados por una trama que prácticamente no avanza a expensas de que haya una segunda temporada. 

Madres que no son madres 

Tal como asegura la sinopsis oficial de Sagrada familia, la serie trata sobre la "fuerte amistad que forjarán cuatro vecinas por un denominador común: que son madres, en el barrio de Fuente del Berro en Madrid donde nada es lo que parece". Sin embargo esto no es del todo cierto, pues como se descubre a medida que avanza la serie, hay dos de estas mujeres que solo son mujeres.

Y precisamente gracias a esto, el personaje de Alba Flores brilla con luz propia, pues aunque seguramente el creador de la serie, Manolo Caro, creó el personaje de Tatiana para que fuese despreciado por el público, el gran trabajo de la actriz consigue aportarle un toque de humanidad que consigue generar una empatía con el espectador que, seguramente nadie esperaba.

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Muy probablemente porque se nota que Flores disfruta mucho con su personaje, no como Nawja Nimri y Macarena Gómez, que parece que han puesto el piloto automático para interpretar a estas dos mujeres, que además resulta que son madres. 

Dos personajes huecos y sin evolución que además justifican todos sus errores en la excusa de que son "madres" cuando realmente es solo eso, una excusa. Mientras que la Gloria de Nimri solo evoluciona a peor, mostrando una falta de humanidad bastante llamativa para haber sido madre, Gómez apenas mueve un músculo cuando se convierte en Blanca. 

Haciendo bastante increíble, por otro lado, esa supuesta amistad de la que presumen estos personajes y que se escenifica con quedadas en un parque durante las cuales las conversaciones que mantienen estas "amigas" están tan vacías que da hasta un poco de vergüenza ser testigo de ellas. 

Situaciones muy forzadas que se repiten con quedadas de "amigas" para celebrar el cumpleaños de los hijos, (en las que a nadie le sorprende que no acuda ni un solo familiar del bebé o de la madre), que son incómodas tanto para los personajes como para las propias actrices que no saben manejar ese supuesto halo de tensión que, en teoría, debe guiar la serie.

Tramas dirigidas a una segunda temporada 

Se desconoce si Netflix ya ha dado luz verde a una segunda temporada de Sagrada Familia, o si está esperando a ver cómo funciona en la plataforma, pero desde luego su creador, Manolo Caro, tiene muy claro que sí que va a haber otra tanda de capítulos. 

Es por ello que la trama de la gran mayoría de los personajes, especialmente los relacionados con la familia de Gloria, no va hacia ningún lado en la gran mayoría de episodios, provocando que veamos una y otra vez como Aitana, la supuesta au-pair de la familia, mantiene conversaciones en bucle con Gloria sobre lo mal que está y lo poco que le gusta su situación. 

Menos mal que tanto ella, como el personaje de Alba Flores o Álex García, tienen tramas secundarias alejadas de la principal en las que pueden dar rienda suelta a sus personajes y evitar durante unos minutos ese sentimiento de relaciones forzadas que se repite a lo largo de toda la serie. 

Es evidente que la primera temporada de Sagrada familia es una especie de "presentación" de los personajes que van a seguir desarrollando su historia próximamente, acercando este supuesto thriller familiar a algo más parecido a una telenovela. 

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Algo que ha sucedido en la gran mayoría de series de Manolo Caro, que no disimulaban su acercamiento a este género televisivo tan bien explotado por las producciones latinoamericanas como La casa de las flores o Érase una vez... pero ya no, que también se estrenaron en Netflix. 

No obstante, si disfrutas con las series sobre dramas familiares y terribles secretos, Sagrada familia es bastante recomendable, ya que la corta duración de sus ocho episodios, de apenas unos 40 minutos cada uno, hacen que nunca llegue a hacerse pesada. Estreno en Netflix el 14 de octubre.