Crítica de Scott Pilgrim da el salto: la versión más creativa y humana de su universo

Quién le iba a decir al bueno de Bryan Lee O'Malley que aquellas historietas publicadas en volúmenes en blanco y negro en la primera década del nuevo siglo se convertirían en la principal bandera de su trabajo. Quién le diría que casi 20 años después estaría viendo en Netflix su reinterpretación como una obra vanguardista del anime. Y aquí estamos, analizando Scott Pilgrim da el salto.

La serie recupera al elenco original de la película de live-action Scott Pilgrim contra el mundo (Scott Pilgrim vs. the World de Edgar Wright, 2010) para dar voz a esta nueva reinterpretación de ocho episodios en los que viviremos las surrealistas, imaginativas y, esta vez sí, extremadamente dinámicas aventuras del joven Scott en su camino por conquistar a Ramona Flowers.

Porque de eso va la historia: es una comedia romántica cincelada con un imaginario fantástico plagado de referencias a la cultura pop. Una coctelera de romance, acción y surrealismo que ha parido un nuevo y prometedor capítulo para el universo de Scott Pilgrim. Y ya tiene mérito.

Su punto de partida es, en la práctica, uno completamente normativo. Scott Pilgrim es un chaval de 23 años que vive en Toronto compartiendo el piso de Wallace Wells. Como muchos a su edad, tiene la cabeza puesta en el caos juvenil: toca el bajo en su grupo de música Sex Bob-omb, tiene una extraña relación con la joven Knives y es completamente inmaduro.

La película cambia —en este caso, la serie— cuando sueña con una chica patinando que se encontrará posteriormente en la vida real. Es Ramona Flowers, y se va a enamorar perdidamente de ella... pero para conquistarla tendrá que acabar con la Liga de los Exnovios Malvados de Ramona.

Un detalle: la serie animada de Netflix no sólo recupera al reparto original de la película de 2010, sino que la versión en castellano también ha reunido a los mismos intérpretes del doblaje que pusieron su voz para dar vida a los personajes del live-action en nuestro idioma. Chapeau.

Una nueva dimensión que evoluciona su universo

La nueva apuesta del anime de Scott Pilgrim se basa en la carismática Ramona Flowers. Durante sus ocho episodios de 25 minutos de duración comenzaremos viendo la rutina de tinte para su pelo como si de un vídeo lo-fi de YouTube se tratase.

Por pequeña que parezca la anécdota, esa es la gran fortaleza de Scott Pilgrim da el salto. Envuelta en la divertida exageración sobrenatural que acompaña a la historia original, el anime consigue ser particularme cálido y cercano. Un paradójico remanso de paz en medio de un frenetismo hilarante.

Una ducha, un tinte nuevo para cada día y un espejo lleno de vaho en una sencilla composición de colores pastel. Me faltaba el gato y la taza de café humeante para quedarme horas viviendo en la escena.

Seguiremos la reinterpretación de la historia desde una nueva perspectiva con Ramona, conociendo las historias de sus exnovios malvados y, por ende, su propio trasfondo. Cada episodio lo protagonizará un nuevo ex, muy en la línea evolutiva de acción de animes como Kill la Kill.

Con Mary Elizabeth Winstead (Hera Syndulla en Ahsoka) esta vez exclusivamente como la voz de Ramona Flowers, tendremos la oportunidad de capturar la esencia del personaje, añadiendo una profundidad emocional compleja que parecería improbable viendo la desenfadada actitud de la que parte su estilo.

Sé que muchos de nuestros lectores no tendrán ni idea de lo que va el universo de Scott Pilgrim. Cap problema, que dirían mis amigos catalanes y también su director, el barcelonés Abel Góngora. Scott Pilgrim da el salto no exige ningún conocimiento previo a sus espectadores, siendo una historia que, si bien se enriquece del lore, es perfectamente disfrutable de forma independiente.

Su apuesta busca también ese abanico tan amplio de espectadores del que goza la gigante del streaming, combinando los tropos del anime con la narrativa occidental. Combinando la esencia del original con la novedad de la reinterpretación. Con Ramona como elemento de frescura y el encantadoramente torpe de Scott anclando la nostalgia.

Y esta nueva versión de Ramona es algo más que lo que originalmente muchos denominaban como una "manic pixie"; su protagonismo lo desarrolla a un personaje completo, repasando no sólo su presente, sino su pasado con sus fortalezas y vulnerabilidades a través de flashbacks.

Dejando a un lado la temática, que reitera en lo ya conocido con el amor, la juventud y la madurez o el autoconocimiento, el sello distintivo es, por supuesto, que se trata de una serie de animación. Y el trabajo de Abel Góngora y su equipo con los combates es verdaderamente único y creativo.

La serie enfrenta personajes parodiando la dinámica de clásicos de videojuegos como Street Fighter, convirtiendo la fluidez de sus movimientos en un repertorio que a un servidor, que se encuentra a medio visionado de My Hero Academia, le ha recordado a la originalidad de ideas de sus combates.

Para los amantes del anime

Scott Pilgrim da el salto al anime. Y lo hace sumando una nueva perspectiva a la franquicia, aumentando ese cariño casi de culto que aumentará la vinculación de los que ya conocían la historia sin sacrificar un ápice de su identidad, y ofreciendo un entretenimiento juvenil, pero también profundo y dinámico para los nuevos espectadores.

No es para todos los públicos. Esa es también su otra realidad. Es una serie fresca, capaz de despertar una parte de esas mariposas pasionales que sentirías en la tierna adolescencia, pero que no te llegarán si la animación o las inevitables influencias japonesas, enriquecedoras para otros, no forman parte de tu experiencia.

Para todo lo demás: Scott Pilgrim da el salto es, bajo su apariencia casi infantil, la versión más humana de su universo. Una obra que se reinventa, arropándonos en el calor de la emoción más juvenil.