Crítica de Trolls 3: Todos juntos - Un colorido viaje nostálgico para recordar las boybands de los 90

Trolls y Trolls 2: Gira mundial fueron dos películas muy exitosas gracias al hecho de que consiguieron tener una personalidad propia y relanzar además toda una línea de juguetes que ha dado una rentabilidad fabulosa. Así que buenos resultados en los cines y también a nivel comercial.

Vamos a por la terna con Trolls 3: Todos juntos, que fija su atención en uno de los grandes fenómenos musicales de los años 90: las boybands que vuelve a pegar fuerte ahora gracias al regreso de grupos como NSYNC, que tienen su "trollificación" y cameo musical en la película.

Adicionalmente, la animación y el diseño de los personajes también amplía su catálogo: seguimos teniendo la textura de los muñecos de trapo y la querencia por el scrapbooking característico de Poppy con toneladas de purpurina, pero también coqueteos con otras técnicas de animación y con personajes ideados con otro acabado diferente: Velvet y Veneer y todos sus seguidores. 

Se alaba el riesgo que supone introducir cambios, pero hay que decir también que es la parte menos lograda de la película porque casan regular por tamaño y aspecto con los trolls y el resto de las criaturas a las que ya nos hemos acostumbrado.

El punto de partida de la nueva aventura

Poppy y Branch son oficialmente, por fin, pareja (ojo, que hasta tienen hashtag: #broppy). Sin embargo, a Branch le sigue costando sobremanera expresar sus emociones muy íntimas y el enlace real de Bridget y el rey Gristle no hace más que recordarle sus propios problemas familiares.

Y es que una vez formó parte de la famosa boy band BroZone, con sus cuatro hermanos: Floyd, John Dory, Spruce y Clay. BroZone se disolvió cuando Branch era todavía un bebé, al igual que la familia, y Branch no ha vuelto a ver a sus hermanos desde entonces. Su vida se vino abajo cuando los bergen se zamparon a su abuela para ser felices, lo que hizo que construyera su refugio y se aislara.

Pero cuando Floyd, el hermano de Branch, es secuestrado por sus talentos musicales por Velvet y Veneer, dos estrellas del pop que le drenan el talento para triunfar sobre el escenario, Branch y Poppy se embarcan en un arriesgado viaje para reunir a los otros hermanos y rescatar a Floyd de un destino aún peor que la oscuridad de la cultura pop alcanzando la "armonía familiar perfecta".

La perfección no existe

Trolls 3 ofrece un plan familiar ¿perfecto? Es una película que tiene aspectos capaces de agradar a grandes y pequeños, no es en exceso larga -hora y media de duración- y cuenta con un humor blanco apto para todos los públicos que te permite disfrutar de un buen rato sin mayores pretensiones.

¿Se le podría exigir más? Desde luego que sí, porque las dos cintas precedentes son superiores tanto en el apartado musical, mucho más inspirado y completo, como en el argumental. De hecho la hermana postiza que le sale a Poppy crea un agujero de guión en la narrativa de la historia.

A estas alturas no nos vamos a poner exquisitos, pero de todas las tretas para presentar a nuevos personajes para refrescar un poco la trama (recordemos que además de las películas hay series y programas especiales ya para parar un tren), ésta se antoja bastante perezosa.

Otra de las cuestiones que siempre han resultado inspiradoras en las películas de Trolls es que no nececitaban tener villanos. Aquí tenemos a dos estrellas insufribles del pop materialistas, desagradables y tan malas como para ser capaces de retener contra su voluntad y absorber la capacidad musical de uno de los hermanos de Branch. Van más allá de la línea de lo tolerable.

Por el contrario, Trolls 3 se viene arriba cuando derrocha buen rollo, que es su medio natural para hacernos felices en el cine. Así que la isla de Villa Diversión, con su mar de bolitas y sus habitantes en modo chill perpetuo suponen la adición más encantadora de este nuevo episodio.

La franquicia de DreamWorks goza de buena salud, aunque tenga área de mejora de cara al futuro. Su giro a la nostalgia obedece a la voluntad de juntar a grandes y pequeños en la sala de cine y, de momento, sigue mereciendo la pena.