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Crítica de El último show, la serie sobre Marianico el Corto y los tiempos de No te rías que es peor

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Crítica de El último show, la serie que nos recuerda los tiempos de No te rías que es peor con Marianico el corto o Barragán. Ya al completo en HBO España.

En el panorama de las series españolas, de vez en cuando surge una verdadera anomalía inclasificable como la que hoy nos ocupa. El último show no se parece a nada que hayas visto antes, aunque por momentos te pueda recordar a cualquier culebrón adolescentes por una de sus tramas secundarias.

Esta serie de televisión, la primera producida por la televisión aragonesa y todo un éxito de audiencia antes de mudarse a HBO, ha sido creada por Álex Rodrigo (director de La casa de papely El embarcadero) y protagonizada por Miguel Ángel Tirado, más conocido como Marianico, el corto.

Codirigida junto a Carlos Val,  aborda en clave de drama y comedia el conflicto de un cómico que trata de huir del personaje que le dio fama y buscar nuevas vías de expresión artística manteniéndose fiel a sí mismo.

La historia, que se desarrolla en ocho capítulos de unos 50 minutos de duración de media, ha sido escrita por Sara Alquézar, Enrique Lojo y el propio Álex Rodrigo.

En El último show Miguel Ángel atraviesa una profunda crisis de identidad cuando se da cuenta de que sus viejos chistes ya no le hacen gracia. Su representante lo convence para que aparezca en una última función, un programa de stand-up comedy del mismo estilo que El club de la comedia, de modo que sale al escenario convertido una vez más en el personaje que le dio celebridad en toda España hace ya varias décadas: Marianico el corto.

Sin embargo, su mente vuela lejos y lo que debía ser un monólogo que provocara carcajadas se convierte en una confesión a corazón abierto. De paso, se convierte también en el objetivo de la prensa del corazón.

Testarudo, socarrón e inteligente, Miguel Ángel solo mantiene dos sueños: recuperar el amor de su exmujer, y dirigir una película surrealista como las de su admirado Luis Buñuel... aunque ni siquiera eso le va a resultar fácil.

Si nacisteis en los ochenta y os criasteis en los 90, seguro que recordáis los programas de humor familiar de aquel entonces y los personajes que los poblaban. De No te rías que es peor salieron personajes inolvidables como el mañico afable Marianico el corto, el soez señor Barragán, el surrealista Pedro Reyes, Manolo de Vega, Emilio Laguna...

Y ya en el 94 se estrenaría Genio y figura, presentado por otro excepcional maño como fue el mago Pepe Carrol, en el que conocimos a otra nueva remesa de humoristas entre los que figuran Chiquito de la Calzada o Paz Padilla cuando tenía gracia, mucho antes de ingresar en el mundo del faranduleo.

El último show es una comedia, pero no desde luego una al uso. Que nadie espere deshacerse en carcajadas ni un humor rebuscado: es una locura bajo la que late, sobre todo, una gran reivindicación de los tiempos pasados y también de la tercera edad. Vais a ver cuerpos desnudos añosos, mayores de fiesta, con depresión, con ilusión, con cuentas pendientes y sueños inalcanzables. Hacerse mayor no es sinónimo de morir en vida: sigue existiendo el deseo, la necesidad de crear y de implicarse en proyectos y, por qué no decirlo, de trascender.

También hay en la serie una crítica bastante dura al entretenimiento que triunfa a día de hoy con una parodia (que se queda hasta corta) de la avidez prensa rosa, la futilidad de determinados programas de radio o el criterio incomprensible que hace que un vídeo se vuelva viral... Y de la perenne forma en la que unos y otros tratan de lucrarse de la fama. Hasta hay algo de cachondeo hacia La casa de papel gracias al hilarante cameo de Álvarto Morte.

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Hay muchas razones para ver en El último show elementos de patetismo: la cara amarga del clown en el que se mezclan la inocencia y la madurez. Un personaje como Marianico el corto clava esta paradoja porque cuando vemos a la persona que hay debajo de la máscara (o de la boina, si queréis), comprendemos su desencanto, aunque a la vez siga mostrándose como un ser "sintiente" y necesitado de alcanzar cierto grado de realización personal por medio de lo que le apasiona.

El gran pero es que, a pesar de su viaje durante los ocho episodios, termina en el mismo sitio en el que empezó: no hay evolución en su personaje; queda al borde del precipicio bañándose en su nostalgia y sin conseguir canalizar el momento vital en que se encuentra. Peor funciona la trama adolescente, bastante paternalista y hasta algo trasnochada, que nunca termina de despegar.

En suma, El último show encandilará a los amantes del ayer y a quienes hayan echado de menos el "humor de toda la vida" y tengan a bien encontrar todos los guiños que esconde la serie: desde imágenes de Ramón García hasta carteles de cómicos actuales como Arturo Valls. ¡Bienvenida sea la reivindicación de la risa y de quien se disfraza para provocarla!

VALORACIÓN:

La primera producción de la televisión aragonesa cuenta con una buena factura técnica y algunos detalles acerca de nuestra identidad nacional como aquellos programas de humor con los que crecimos, aunque tenga una lectura bastante deprimente de que hemos perdido parte de nuestra esencia.

LO MEJOR:

El cameo de Álvaro Morte y el extrañísimo sentido del humor de un guión que trata de reivindicar a los mayores recordándonos No te rías que es peor.

LO PEOR:

Hay personajes poco o nada creíbles y, en general, es una serie un tanto taciturna y tristona que deja sabor agridulce.
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